Paco Nadal >> El Viajero

29 abr 2010

La viagra oaxaqueña

Por: EL PAÍS

No puedes decir que conoces México si no has probado los chapulines . Los chapulines son el delicatessen nacional, el snack prehispánico.
¿Que qué son los chapulines? Pues una especie de saltamontes. Se comen de muy diversas maneras: hay bollitos de chapulín, albóndigas de chapulín, tacos de chapulín.... En los mercados los venden fritos y en bolsitas para que te los vayas comiendo mientras paseas o como aperitivo con la cerveza. Igual que los cacahuetes ¿Que qué asco? No, ¿por qué?
¿Qué son las gambas sino saltamontes de mar?. Y aquí nos las comemos...¡y a qué precio!
En Oaxaca, el estado del sur de México al que acabo de llegar, los toman de una manera muy particular. Aquí va la receta: sobre una tortilla de maiz poner mole negro, mole rojo, chapulines fritos, quesillo de Oaxaca y salsa con gusanos del magüey.
Le llaman la viagra oaxaqueña. Me lo comí todo, yo soy así de cumplidor. Y ni bajo tortura ni en presencia de mi abogado confesaré los efectos que me produjo.
Cuando hace 50 años el gobierno mexicano decidió transformar Los Cabos de Baja California en un resort turístico de alto nivel, aquí no vivían ni 600 personas dedicadas a la pesca. Como siempre pasa, la modernidad llegó en forma de apisonadora y del pueblito pesquero de Cabo San Lucas solo quedaron fotos en sepia.
Pero en San José del Cabo la piqueta no acabó con la historia y se logró conservar buena parte del casco antiguo. Hoy, gracias a una asociación de comerciantes y arquitectos, se ha rehabilitado casi todo el centro histórico, lleno de casitas bajas de estilo colonial, para que el viajero pueda disfrutar de un trocito del México real entre tanto hotel de nueva construcción.
Las calles que rodean el zócalo están llenas de galerías de arte y talleres de artesanos. Los jueves hay un paseo del arte, en el que los locales ofrecen algún detalle especial, cierran más tarde y hay música y buen ambiente. Las fachadas del casco histórico de San José del Cabo se han convertido en un pastel de colores digno de Frida Khalo. Verdes eléctricos, morados imposibles, rojos bermellones, azules que empequeñecen el óceano. Pero no son los colores originales: sus habitantes las dejaban de blanco o en puro cemento, bastante tenían con sobrevivir de la pesca como para pensar en florituras de diseño. La decisión de añadirles color ha provocado diversidad de opiniones; unos piensa que está mejor así y otros que esos colores son impostado o importados de otros lugares de México. Personalmente, me gusta ese cromatismo vibrante del nuevo México, aunque reconozco que se abusa de él en los lugares turísticos.
Aunque a mi más que los colores lo que me llama la atención de Los Cabos es que aquí se vive con síndrome de insularidad. Si os fijáis en el mapa de Baja California , los Cabos está situado en el extremo sur de una alargada y estrecha península. Y para salir por tierra al centro del país o a la capital hay que subir 1.300 kilómetros hasta Tijuana o Mexicali?¡y luego bajar! Así que todo, desde mercancías a personas, entra y sale por avión o por los barcos que la unen con Topolobambo, Mazatlán y Guaymas.
Una isla rodeada de mar por todas partes, menos por una. Una enigmática raridad geográfica. Porque todo es posible en Baja.

Los Cabos ocupa el extremo sur de la península de Baja California. Como os decía, aquí hay dos localidades, Cabo San Lucas y San José del Cabo, que concentran la mayor oferta turística de Baja. He venido hasta Los Cabos por encargo de una revista de tendencias y glamour que me ha pedido un reportaje de tendencias y glamour.
¿Y por qué hasta aquí? Porque Los Cabos es el resort de playa más chic de México. Para que os hagáis una idea aquí tienen casa Jennifer Anniston, George Clooney, que comparte parcela con Cindy Crawford (mi vecina se llama Mari Pepa y no tiene nada que envidiarle a la Cindy esa), Catherine Zeta Jones, Silvester Stallone, etc... Lo que os dará una idea del nivel que se gastan por aquí (lo siento Blas, esta vez tampoco va a ser el viaje de mochilero que me andas pidiendo).
Los Cabos es gringolandia. Apenas hay turistas europeos: para nosotros queda mas cerca y es más barato Cancún; aunque no es lo mismo). Pero para los estadounidenses es uno de sus destinos favoritos. Está a poco más de una hora de avión de Los Ángeles y por menos de 300 dólares encuentran billete aéreo. A veces parece que estás en un Estado más de la Unión. Los horarios son made in USA y las corridas de toros se celebran sin muerte del toro; los turistas norteamericanos no lo tolerarían.
He visitado hotelazos de a 500 euros la habitación más barata y suites de a 2.200 ? la tirada. La revista que me manda estaba especialmente interesada en el hotel donde pasaron las últimas vacaciones de Año Nuevo Leonardo diCaprio y su novia, la supermodelo Bar Refaeli. Para mitómanos: se llama Hotel Esperanza y la suite en la que se alojaban era como la de la foto de encima de estas líneas.
Pero bueno, esto pasa en urbanizaciones de lujo, como Palmilla o El Dorado, donde hay chalés de 12 millones de dólares. Pero en Los Cabos también existen hoteles normales para gente normal (entre lo que me incluyo; no recuerdo si fueron una o ninguna las noches que he pagado esa cantidad por cerrar lo ojos). También tienen una playa muy popular, la del Médano, llena de esas cosas obvias que los turistas parecen buscar en todas las playas del mundo y que hacen al final iguales a todas las playas del mundo: chiringuitos, alquiler de tumbonas, patinetes, señoras locales vendiendo artesanía, asiáticos dando masajes (¿cómo es posible que en cualquier playa del mundo exista un asiático dando masajes?, ¿consiste en eso la globalización?), oferta variada de paseos en barco con fondo de cristal para creerte que ves algo en el fondo del mar, etc, etc..
Lo mejor (en mi opinión): uno de los pocos lugares del mundo para disfrutar de playas solitarias que cumplen los parámetros de ?paradisíacas? (adjetivo manido donde los haya), en las que detrás además de una fila de cocoteros tienes una selva entera de altivos cactus y plantas crasas. Un paisaje difícil de olvidar.

26 abr 2010

Un playazo como para volver en taxi

Por: EL PAÍS

Lo mejor de la playa del Médano, la más famosa y concurrida de Los Cabos, en Baja California, es que desde la tumbona estás viendo el Arco, el paisaje más espectacular de Baja: una cadena de peñascos puntiagudos que salen del mar como muelas del juicio y marcan el final de la península de Baja California en una orgía de olas, rompientes, islotes colonizados por leones marinos y pelícanos y playas de arena color del oro a las que solo se puede acceder en barco. El lugar donde el Mar de Cortés se junta con el océano Pacífico. Un paisaje de postal. Pero no por postalero menos bello.

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Al atardecer hay muchos barcos que hacen excursiones para ver el Arco con la caída del sol, todo bien regado con música, tequilas y margaritas (ojo, hay de todo; algunos barcos son tan horteras y turísticos que os negaréis a confesar que estuvisteis a bordo si no es en presencia de vuestro abogado).
A mi si me dan a elegir, en vez del Médano, prefiero playas casi solitarias y bellísimas, como la de Chileno o la de Santa María, arenales enormes y orlados por cactus gigantes que pese a estar en pleno corredor turístico entre San José y Cabo San Lucas te hace sentir bucanero en una ínsula barataria. Pero sin barco pirata.
Otro playazo de quitar el hipo es Cerritos , paraíso de surferos, cerca de Todos Santos. El mar es un tanto bravo como para chapotear, pero te puedes dar un paseo tan kilométrico por la arena que al final te tienta pedir un taxi para regresar, de lejos que has dejado la sombrilla y la toalla.

Las cabañas que veis en la foto acaban de construirlas en la playa de Cerritos; son una pasada y cuestan 125 ? la noche.

Baja California es un paisaje único en el mundo. Un desierto de piedra y cactus rodeado por dos enormes masas de agua, el mar de Cortés a un lado y el océano Pacífico por otro. Sus habitantes aprendieron a explotar los escasos recursos que daba la tierra reseca, pero sin olvidar los muchos que también les ofrecía el mar. Porque este es un desierto con fachada marítima. El mar se siente siempre cerca.

La monotonía del escenario se ve alterada por la cinta de asfalto de la Mex-1, la mítica carretera que cruza de norte a sur la península. Durante los sesenta y los setenta miles de jóvenes norteamericanos, seducidos por la cultura beat de Allen Ginsberg y Jack Kerouac, llegaron a Baja California a bordo de furgonetas Combi, de autocaravanas o de cualquier cosa que se moviera, bajo el lema ?sexo, tequila y marihuana?, convirtiendo la Mex-1 en una metáfora de la huida y la transgresión.
Hoy, esa carretera negra del desierto ha cambiado de forma considerable. Está bien asfaltada, con gasolineras al menos cada 200 kilómetros y no pasa una hora sin que aparezca en el borde arenoso y polvoriento una lonchería (o casa de comidas; adaptación spanglish del inglés lunch) que por la noche brillan en la negritud del desierto como naves interplanetarias. Y ahora en vez de jóvenes pseudobeat con el On the road de Kerouac en una mano y el canuto de tila en la otra, son interminables filas de autocaravanas de jubilados norteamericanos las que circulan por la carretera, camino de las playas de Loreto o de los arrecifes de Los Cabos.

Pero aún así Baja guarda toda la magia y el misterio de un viaje casi iniciático por uno de los estados menos poblados y más fascinantes de México.
Al extremo sur de la península se le conoce como Los Cabos y fue en tiempos una próspera base bucanera. Hoy concentra en torno a dos ciudades ?San José de los Cabos y Cabo San Lucas ? la mayor industria turística de Baja. Hacia allá me dirijo.
PD: tampoco quiero pasarme de agorero. Hay jubilados norteamericanos, sí. Pero también queda mucho sexo y tequila, que conste. De lo otro, supongo que también.

Tras una breve parada en el DF he llegado a uno de los territorios más hechizantes y que más me gustan de México: Baja California. Baja es esa península que parece querer separarse de México por la izquierda, es decir, por el océano Pacífico. Un desierto de 1.300 kilómetros de largo y no más de 300 de ancho. Y también, una selva seca colonizada por millones de cactus de todas las especies imaginables ? cardones, cirios, biznagas, collas, datilillos, ocotillos... ?muchos de ellos tan altos como un edificio de cuatro pisos.

Perdido al sur de la Baja está Todos Santos, un pueblo del far west hecho al asalto, con un alojamiento de nombre Hotel California. Durante mucho tiempo, la gente del pueblo y, muy en especial, los de un bar de tacos y tequila situado justo enfrente, jugaron al equívoco de hacer creer que The Eagles se alojaron aquí y que aquí compusieron la canción homónima, Hotel California, el himno pop-rock de finales de los 70 .
La verdad es que todo concuerda con la letra de la canción . La carretera que cruza la oscuridad del desierto. El nombre del hotel. La campana de una misión cercana.
Reconozco que la primera vez que vine a Todos Santos, me lo creí. Pero la segunda vez que estuve por aquí venía grabando un programa de TV y debía de comprobar todas y cada una de las cosas que incluiría en el guión. No hubo que rascar mucho para saber la verdad:
Era una leyenda y The Eagles nunca estuvieron en este hotel California.
El mismo Don Henley , batería y cantante del grupo, se lo confirmó a un periodista británico durante una entrevista. Nadie de los Eagles se había alojado jamás en Todos Santos. Se trataba de una coincidencia. En realidad, la letra de la canción es una metáfora sobre el lado oscuro del sueño americano.
Aunque en el fondo, qué mas da. Cada uno es libre de volar con sus propios sueños. Con o sin Eagles, el Hotel California sigue siendo un lugar encantador donde alojarse en esta fantástica península mexicana de Baja California. Aunque Todos Santos se una pueblo feo, feo (hay otros lugares mejores en la Baja, mañana os los iré desvelando)

Hoy he tenido el placer y el honor de ir a comer a casa de Ángeles Mastretta . Siempre pensé que toda casa es el reflejo de la personalidad de quien la habita. Y la casa de Ángeles es como ella: afable, luminosa y cálida. Un puerto libre donde siempre hay varados barcos amigos. Un puerto acogedor.
La casa de Ángeles Mastretta es una hermosa mansión de 1912 distribuida en grandes espacios llenos de objetos y recuerdos familiares que incitan a emplear una eternidad en cruzarlos. Para detenerse a curiosear en cada uno de ellos, para buscarles una relación con las mujeres de sus novelas, con sus recuerdos poblanos. Porque la vieja casa familiar de Puebla desembarcó en un camión de mudanzas en esta nueva del DF, pero la capitalidad no les ha quitado a los venerables muebles la pátina de realismo mágico y provinciano que traían.
La casa de Ángeles rodea a un patio maravilloso donde crecen rosas como corazones. En mitad del jardín, una buganvilla gigante llegó a un pacto de cohabitación con otra no menos gigante araucaria y ambas se elevan ahora entrelazadas sobre las azoteas de Ciudad de México en un pacto de amor y buena compañía, dispuestas a poner una nota de belleza entre la maraña de bidones negros y antenas parabólicas que afean el cielo de la megápolis.
Comemos ensalada de nopales y sopa de aguacate y tortillas de cacahuete (?Si se pudiera juntar toda la creatividad y la energía que las mujeres han puesto en la cocina para emplearla, por ejemplo, en conquistar el espacio, hace tiempo que podríamos pasar los fines de semana en Marte?, escribía en "Guiso feminista"). Y luego subimos a charlar a su estudio, donde un ventanal corrido deja ver el idilio de la buganvilla y la araucaria desde una posición más cercana, casi de voyeur. Es un recámara enorme (a ella le gusta emplear esta palabra), donde la luz se cuela con insolencia, un estudio de pintor o de arquitecto más que de escritora. Dominan los tonos claros de la madera y el blanco de las paredes. Solo el plafón de una lámpara de pie pone un punto rojo intenso en la escena.
Ángeles es de palabra fácil y rápida. Un torbellino de amabilidad, de dulzura. Te toca en el brazo o te coge de la mano cuando te habla y crea complicidad. ?¿Te molesta que te encasillen como una escritora feminista??, le pregunto. ?No, ya no. Porque además ¿qué era ser feminista?: querer que las mujeres decidieran sobre su vida, que se ganaran el dinero, que fueran libres para pensar con quien querían vivir, a dónde querían viajar? Si lo que yo hago en mis libros es defender eso, pues si, soy feminista. Me apenaría no serlo?.

20 abr 2010

Los colores de Frida Khalo

Por: EL PAÍS

Pues sí, como casi todos habéis adivinado, estoy de nuevo en México (esta vez lo había puesto fácil, ¿eh?). No había vuelto por aquí desde que anduve a la caza del peyote en Real de Catorce.
Mi avión ha aterrizado muy temprano, aún con el amanecer envuelto entre sábanas. Una ciudad somnolienta, todavía en calma, apenas una aperitivo del torbellino de humanidad en que se convertirá en cuanto las primeras luces del alba asomen entre los cerros y volcanes que la rodean. México es una ciudad con un olor particular, huele a combustible y a fritanga, y el rocío de la mañana le confiere a ambos olores una densidad especial.
He dejado la maleta en el hotel y como aún no podían darme una habitación me he ido dando un paseo hasta Coyoacán, hasta la casa museo de Frida Kahlo . No hacen falta muchas excusas para acercarse hasta la Casa Azul donde nació y murió Frida, en uno de esos barrios tranquilos y pueblerinos que quedaron fagocitados por el rápido crecimiento urbano del DF. Pero por si alguien las necesita: la fundación que la dirige compró una finca aledaña y la ha rehabilitado para crear nuevas salas de exposiciones temporales relacionadas con la pareja de artistas más representativa del México del siglo XX: Frida Khalo y Diego Rivera. La primera de las exposiciones que han montado reúne la colección de fotos de Frida.
Reconozco que la obra gráfica de Frida me gusta ma non troppo. Pero su personalidad siempre me sedujo. La fuerza interior y el carácter de una mujer con pese a tener mucho en contra, consiguió que la intelectualidad de medio mundo danzara en torno suyo.
La casa está llena de sus recuerdos, de sus objetos y de sus pinturas. Pero lo que esta vez me ha llamado la atención es una página de su diario. Describe su paleta de colores:
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"-El verde: luz tibia y breve.
-Solferino: azteca. Tlapali. Vieja sangre de tuna, el más vivo y antiguo.
-Café: color de mole, de hoja que se va, tierra.
-Amarillo: locura, enfermedad, miedo, parte del sol y de la alegría.
-Azul: electricidad y pureza, amor.
-Negro: nada es negro, realmente nada es negro.
- Verde: hojas, tristeza, ciencia. Alemania entera es de este color.
- Amarillo: más locura y misterio, todos los fantasmas usan trajes de este color o cuando menos, su ropa interior.
-Azul verdoso: color de anuncios malos y de buenos negocios.
Azul marino: distancia, también la ternura puede ser de este azul.
Rojo: ¿sangre?, pues ¡quién sabe!

¿Y cual será el color de México?

PD: La exposición Frida Khalo, sus fotos , está abierta hasta el 30 de mayo.
PD 2: Lo siento Lia, esta vez no voy a pasar por Chihuahua.

15 abr 2010

Estampas de Nantes

Por: EL PAÍS

Cuatro pinceladas de una ciudad elegante y señorial. La casa en la que nació Julio Verne estaba en una de las islas que formaba el Loira. Jules creció entre barcazas y gabarras, entre marinos y pescadores, entre sacos de mercancías y olores de ultramar. Quizá por eso su literatura se perdía en mundos exóticos y lejanos. Pero el Loira fue desviado y los canales que separaban las islas, rellenados de tierra para ampliar la ciudad. Su casa, que aún existe, es ahora una casa de secano, una finca de interior donde ya no huele a río, donde no se intuye el mar. Quien sabe, si Verne hubiera nacido ahora en esa casa en vez de describir viajes maravillosos se habría apuntado al existencialismo.




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Y para Gusplanet , una de faros en la costa de granito rosa, aún en Bretaña:


15 abr 2010

¡Julio Verne sigue vivo!

Por: EL PAÍS

Por si alguno no lo sabía, Julio Verne nació en Nantes , una ciudad monumental en el estuario del río Loira que históricamente perteneció a Bretaña (Napoleón y su nueva división administrativa de Francia la puso fuera de las fronteras de esa región).
A la vuelta de Bretaña pasé por Nantes en busca de la huella del escritor más viajero (o más fantasioso, según se mire) y lo que encontré fue una ciudad señorial, que creció gracias al comercio de su puerto fluvial (buena parte de él basado en la trata de esclavos negros para las plantaciones de Haiti y Dominicana; una zona oscura que ya trataré en otro post), llena de edificios neoclásicos, vibrante, con una catedral que de tan limpia parece de juguete... y que ha redescubierto a su paisano más ilustre como gran fuente de recursos turísticos.
Hay itinerarios urbanos siguiendo la huella de Julio Verne, un museo de Julio Verne (que no vale gran cosa)... y la iniciativa más espectacular de todas, "Las máquinas de la isla" : en los antiguos astilleros de la isla que el Loira forma frente a la ciudad se ha creado un gran complejo tecnológico para construir máquinas que recuerdan el universo de la revolución tecnológica e industrial del XIX que tan bien describió Verne en sus obras o más lejos aún, que ya estaban en el imaginario y en los bocetos de Leonardo da Vinci . La idea final es crear una atracción turística única en el mundo que identifique a Nantes.

Lo que se puede ver de momento es tan fantástico como los viajes literarios del bueno de don Jules: un elefante de 12 metros de alto y 50 toneladas de peso con una carcasa hidráulica al más puro estilo decimonónico que camina y da paseos cargado de visitantes por el puerto de Nantes. Y un bestiaro de las más disparatadas máquinas con forma animal (un cangrejo gigante, un calamar con retropropulsión, una manta-raya...) que no desentonarían en "20.000 leguas de viaje submarino" o en un "Viaje al centro de la tierra".
De momento el público puede ver, usar y tocar esas máquinas en el interior de la galería, pero su destino en un futuro será un gigantesco tio-vivo al aire libre aún por construir que tendrá 25 metros de alto y 20 de diámetro y albergará todos estos ingenios y otros en construcción para que la gente pueda subirse a ellos y sentirse el capitán Nemo, el explorador Samuel Fergusson o el constructor de cañones Impey Barbicane (si antes no se acaba el presupuesto, porque el proyecto es tan visionario como las obras de Verne.... pero mucho más caro que aquellas).
Más información, fechas y horarios para subirse al elefante y al resto de las máquinas en la web de cultura y patrimonio de Nantes

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

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El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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