Paco Nadal >> El Viajero

23 jun 2010

El reparador de candados de Addis Abeba

Por: EL PAÍS

Addis Abeba, la capital de Etiopía, es una ciudad enorme, caótica y vibrante. Como todas las metrópolis africanas compendia las cualidades y las miserias del continente. La pobreza más extrema y el lujo casi occidental, las grandes avenidas presidenciales y el caos urbano de los barrios de chapa metálica, basura y barro.
Las calles del centro, como ocurre también en todas las grandes ciudades africanas, son un gigantesco mercado al aire libre sin principio ni fin. Aquí le llaman el Mercato, así en italiano, recuerdo de aquella vergonzosa invasión italiana, cuando Mussolini quiso crearse un imperio en Abisinia .
Dicen que es el segundo mercado más grande de África, pero esto lo he oído en todas las ciudades africanas que he vistado. Nadie me dice cuál es el primero.
Pero lo que llama la atención del Mercato de Addis no es lo que se vende, sino lo que se recicla. Cuando vienes de una sociedad consumista en extremo donde todo se usa y se tira, donde nada se repara, donde un teléfono celular nuevo vale menos que la reparación del viejo y un coche se deshecha con tres años de antigüedad, encontrarte a un reparador de candados te provoca sentimientos encontrados entre la candidez y la vergüenza propia por todo lo que desperdiciamos en este llamado primer mundo.

Y ahí estaba, Corgi Kefene, 58 años, reparador de cerraduras y candados en el Mercato de Addis Abeba. Con su chaqueta roja y un paño amarillo en el suelo por todo mostrador de trabajo. Y una paciencia infinita para abrir, cuidar, mimar, engrasar y devolver a la vida humildes y baratos candados metálicos. Listos para otros muchos años de uso

?¿Ve este candado??, me decía mientras le filmaba, ?lo hicieron los blancos europeos, sí. Los blancos lo hacen, pero yo me encargo de mantenerlo. Aquí no tiramos nada. Si una cerradura como esta se rompe, me la traen, yo la opero, así, ¿ve?. Y ahora la coso y ya está. Otra vez en funcionamiento. ¡En África no sobra nada!?
Se equivocaba. En África solo sobra una cosa: el tiempo. Y cada cultura desperdicia lo que le sobra. En Europa nos sobra (de momento), dinero y recursos energéticos y todo lo arreglamos desperdiciándolos. En África todo se arregla con la misma herramienta: el tiempo. Es lo único que tienen en abundancia.
PD: también había recicladores de hornos chinos (de cada tres inservibles obtenían uno bueno), zapateros de sandalias hechas a partir de neumáticos viejos, fabricantes de fregonas y escobas con restos de ropa desechada? Un ejemplo de sostenibilidad.

Hay 15 Comentarios

Roque Santeiro en Luanda,Angola,es el mayor mercado de África.Por cierto,con unas espectaculares vistas al Atlántico.

Muy cierto. En Mercato además se puede comprar aceite reciclado con un colador :)

Con estas grandes contradicciones me encontré yo entre el país que me acogió durante 30 años y ésta donde nos encontramos ahora...y aún me dura el hábito aprendido, por suerte.Abrazos

La huella de los italianos quedó en la gastronomía, mucha pasta...Las sandalias hechas de viejos neumáticos eran dignas de verse, como todos los detalles que describes de esa Etiopía diferente.Espero que Corgi siga en el Mercato con su útil trabajo y que no le falte.Es verdad que en África lo único que no falta es el tiempo...todo lo contrario que aquí. Que tengas buena semanita.

Gracias por estas observaciones y reflexiones. Voy a usar esta entrada de su blog con mis estudiantes.

Sr. Nadal: Recuerdo que hace años, en el mercato, había un puesto de zapatos de un solo pie, algunos del derecho y otros del izquierdo, para la gente que sólo podía permitirse comprar uno cada vez o para los que sólo tenían una pierna.Había también un puesto de comidas regentado por dos señoras algo mayores en el que había unos bidones recortados con el nombre de un restaurante escrito en ellos.Los camareros de cada uno de esos restaurantes llegaban con las sobras de la comida o la cena, que en muchos casos era su única paga, y la vaciaban en dichos bidones, y los más pobres de los más pobres de la ciudad elegían la comida según el restaurante y al menos podían tener una comida al día.Las señoras ponían unas mesas, vendían la bebida e iban a medias en la comida con los camareros.Saludos y que disfrute de la ciudad,

sorry, comenté esto en un post equivocado, así que va de nuevo:¡¡ES VERDAD!! ¡Gora los mercatos! yo flipaba cuando veía que aquí las madres y/o maestr@s tiraban los envases de plástico ¿Con qué juegan los nenos? Me pasé toda mi vida de maestra y de tía postiza, haciendo juguetes con cajas de cartón y envases. Y otra vez que flipé fue cuando vi que tiraban el dentífrico cuando había como para 6 "cepilladas" más, yo soy de las que cuando se termina corto el plástico y uso lo que queda hasta que esté seco, y juro que no soy tacaña, es costumbre, es conciencia de que lo único que sobra es lo que ya no sirve absolutamente para nada, y ni así

Me da por pensar que Corgi Kefene, además, vive su vida más felizmente y encuentra más placer en reparar los candados de lo que pueda encontrar un consumidor occidental en esos laberintos que son nuestros mercados, los centros comerciales (les tengo alergia, no sé si real o inventada, así que no los piso).En cuanto a la reflexión sobre el tiempo, de pronto, se me ocurre, que en Africa tienen el mismo que nosotros ¿no? Algo nos falla cuando sentimos que lo perdemos pero le daré más vueltas al asunto, me gusta.Un abrazo

Sí, eso de no tirar nada lo he visto en todos los paises pobres que he visitado: Cuba, Ghana, India,... En Calcuta era aún más extremo, además de aprovechar todo, como comentas en tu entrada, se aprovechaba totalmente todo lo que había en la basura (que hemos quedado que no se tira nada semiúltil). Cómo no hay servicio de recogida de basuras, la gente la tira a montones a la calle. En los montones de basura se aprovecha todo, los pocos restos de comida los comen directamente personas, perros, vacas, pájaros, ratas,...y los plásticos, papel y metales los recogen personas para venderlos.

De pequeña me senté muchas veces en unas piernas como esas que se abrían así sobre un taburete similar a ese. Andas despilfarrando ternura últimamente. Grande.yo

Para aseverar, y ratificar, tu afirmación te diré que hace pocos meses me dijeron que Kumasi (ciudad en el centro de Ghana) era el "segundo mercado más grande de África". Yo me lo creí. Soy más inocente que tú (o no).Entrañable 'post', que firmaría por tí.Un abrazo.

Me gustaría tener tu espíritu curioso, Paco. Ves cosas que yo no vería.Salut!

Me ha encantado la entrada, es increíble, ojalá yo pudiera viajar y ver todas esas pequeñas historias

Solo en Europa se compra todo nuevo cuando algo se malogra, porque por aqui en Peru, todo tiene arreglo tambien, y muchas veces mas barato que uno nuevo. Saludos desde el otro lado del Mundo.

A mí este invierno se me rompió la suela de mis botas y no puedo arreglarlas porque en mi barrio, Carabanchel en Madrid, NO HAY ZAPATERO!! Inccreíble pero cierto. El último arreglo que hice, en Leganés, donde todavía queda alguno, me costó 30 ? y por ese precio podría haberme comprado otras. Maravilloso tu relato... Ahora me tendrás un tiempo pensando en esto...Saludos!

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

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Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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