Todo el mundo coincide en que San Francisco es la ciudad más abierta, liberal y progresista de (norte)América. Hay un trato preferente para las minorías, buenas políticas de integración, un sueldo de 400 $ para necesitados (lo que la ha convertido también en la ciudad con más
homeless y pedigüeños callejeros del país) y mucha conciencia ecológica.
Dentro de poco habrá, por ejemplo, un referéndum para tratar de prohibir las botellas de plástico.Se ha puesto muy de moda también el consumo de productos orgánicos. Carnes, lácteos y vegetales producidos sin pesticidas ni fertilizantes químicos.
Raro es el barrio que no tiene su propio Organic Farmers Market (mercadillo callejero de venta directa de productos orgánicos). El más famoso es el que se celebra los jueves en el
Ferry Building. De manera que esta mañana, harto de pizzas
by the slice y hamburguesas,
me he propuesto hacer mi compra ecológica en uno de esos mercados para cenar de manera sana y ecológica. Sí, señor.
Vida sana in coprore sano.
Mi primera adquisición:
un tomate (uno solo), 5 dólares (4,1 ?). ¡¡¡5 dólares!!! Dios, voy a tener que guardarlo en la caja fuerte, en vez de en el frigorífico.
Segunda elección:
zanahorias a 8,8 $ el kilo (7,3 ?). ¡Gluppsss!, debe de ser porque son de color naranja, como el caviar.
El resto de la cesta de la compra:
- Un aguacate: 2 $ (1,8 ?).
- Una lechuga: 4 $ (3,6 ?).
- Queso feta: 4,25 $ (3,8 ?) el paquete de 450 gramos...
Luego me acerco al puesto del
aceite de oliva, y me apoyo en una turista japonesa que pasaba por allí para no caerme al suelo del susto:
una botella de virgen extra 375 ml.: 22 $ (17,6 ?). A ese precio, casi mejor aliñarla con petróleo Brent del Mar del Norte, que sale más barato.
Ahora me toca el puesto de quesos (orgánicos, por supuesto):
- un trocito de 110 gramos de queso local curado, 8,66 $ (6,9 ?).
- otros 100 gramos de semicurado: 6,85 $ (5,5 ?).
Me marcho ufano (y arruinado) a casa y me preparo mi ensalada y mi tabla de quesos.
Calculo que la sana y ecológica ensalada y los sanos, ecológico y reducidos trozos de queso me han costado como poco 30 $.
El tomate en cuestión, fotografiado en la ventana de mi apartamento
Me quedo con hambre.
Ante los rugidos estomacales,
bajo al Mcburguer más cercano. Resultado de la operación:
- un gigantesco
Sirloin Swiss and Grilled Onion Burguer cargado de nocivas pero suculentas grasas poliinsaturadas, estrógenos añadidos, estabilizantes, caseinatos, espesantes y colorantes varios. Todo bien embutido en dos trozos de pan que no saben a nada, pero que llenan:
6,59 $ (5,7 ?)- un no menos suculento y destructivo platazo de
patatas fritas precongeladas, precortadas y prefritas aunque sin-sabor-a-nada:
1,69 $ más (1,3 ?)Y quedo saciado.
Mientras caigo muerto en la cama, pienso:
1. Qué fácil y barato es comer mal en este país. Y qué caro es comer bien.
2. No me extraña que
según un informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU, el 64,5% de los adultos estadounidenses tengan sobrepeso y el 30% sean técnicamente obesos.
3. Creo que se está confundiendo agricultura orgánica con delicatessen. De que me sirve comprar un aguacate que no ha contaminado la tierra con fertilizantes si luego me lo venden en una tienda superfashion y superpija (que cuesta una pasta mantener) y gastan un trozo de film plástico para envolverlo, un papel de alto gramaje para envolverlo más y medio metro de cinta adhesiva para pegarlo. Y me lo cobran como si fuera caviar.
4. Esto es lo que se lleva aquí. Pero también es lo que se está imponiendo en toda la cultura occidental. ¡Y me horroriza!