Paco Nadal >> El Viajero

03 ago 2010

La carretera más fascinante de California

Por: EL PAÍS

La Highway 1 es la carretera nacional que une San Francisco con Los Ángeles por la costa. No es la manera más rápida de ir de una ciudad a otra, pero si la más fascinante. Porque la Highway 1 discurre durante buena parte de su recorrido (al menos entre Carmel y Santa Bárbara) por una zona de grandes acantilados declarada santuario de vida animal.
Un recorrido para hacer con calma (entre otras cosas porque tiene 1.055 km), parando allí donde te plazca, disfrutando de unos paisajes costeros con grandes bosques y playas solitarias que poco tienen que ver con los desiertos de tierra adentro, ni con las grandes ciudades de la costa Oeste.
Eso sí, lo más seguro es que no te haga falta el bañador. La zona tiene un microclima muy húmedo y frío y con frecuencia las nubes cubren el horizonte. Por eso también han pervivido aquí grandes bosques de coníferas y sequoias.

Pero lo más sorprendente es que entre dos aglomeraciones urbanas como San Francisco y Los Ángeles vivan colonias de cientos de elefantes marinos como los de la foto de abajo, que emigran dos veces al año desde Alaska para veranear en California. En invierno se ven pasar ballenas grises camino de Baja California. Y en cuanto te acercas al agua se observan delfines, focas, pelícanos...
Una excursión de lo más recomendable. Aunque nunca llegues a Los Ángeles (que es lo que me ocurrió a mi).
Descripción y mapa de la ruta, aquí (en inglés)



02 ago 2010

Nunca viajes por USA sin tu alcoholímetro

Por: EL PAÍS

Este fin de semana he estado en Carmel. A muchos os sonara como el pueblo del que fue alcalde Clint Eastwood. Carmel es una preciosa localidad costera a unos 180 kilómetros al sur de San Francisco, con una playa encantadora, unas calles tranquilas, refugio de artistas y celebrities. Un lugar más que recomendable para ir si estáis por la zona de Monterrey o San Francisco.
Pero por lo que siempre recordaré a Carmel fue por el susto que me llevé el viernes cuando salía de cenar. No fue delante del escaparate de una inmobiliaria, al ver los precios de las casas en Carmel (entre 2 y 5 millones de dólares, todas las que queráis). No. Ocurrió cuando salía del pueblo al volante de mi coche.
Si hay algo que me fascina y me cabrea de (norte)América es esa sensación de deja vú que te asalta cuando llegas. Runnaway la definía en un comentario en el post anterior: no hace falta ir a buscarla, se te mete en tu vida por la televisión. Es tal la sobredosis de telefilmes y películas americanas que nos hemos tragado en nuestra vida que aunque sea la primera vez que vienes a USA crees que estás en casa: todo te suena, todo te resulta familiar.
Así que cuando por aquella carretera oscura camino del entronque con la Highway 1 de repente se iluminó un platillo volante en el cristal trasero de mi coche, una verbena con más luces que la nave interplanetaria de Hans Solo, supe al instante que estaba pasando.
-Hostias, ¡¡¡¡LA POLICÍA!!!

En efecto, la poli me perseguía. Servidor, en el ejercicio de su profesión, ha sido detenido por policías de los más variopintos y remotos lugares del mundo, pero nunca por uno de los United States. Aún así, sabía perfectamente qué tenía que hacer (son muchas las pelis de polis americanos que nos hemos tragado): detenerse ipso facto en la cuneta, NO DESCENDER DEL COCHE, bajar la ventanilla y esperar que un tipo con un pistolón al cinto te deslumbre con una linterna asida tal cual la asen los del CSI. En efecto, así ocurrió.
- Buenas noches, se acaba de saltar usted un stop.
(bueno, pienso, eso no parece muy grave)
-Lo siento agente, soy un turista español, no conozco bien el lugar. No he debido de darme cuenta
(la verdad es que había hecho ceda el paso en vez de stop, pero en estos casos, la actitud sumisa es la mejor aliada).
-Enseñe su carné de conducir y la documentación del coche
(El tipo los examina con su linterna asida de esa manera tan CSI... y me los devuelve). Cuando creo que la cosa va a terminar así, me suelta.
- Su aliento huele a alcohol. ¿Ha estado usted bebiendo?

(joder, ¡ESTO SE PONE FEO!)
- No agente. Se lo juro. Acabo de cenar y solo me he tomado una cerveza
(era la pura realidad; bueno, fue cerveza y media, pero mi aliento olía más a fetuccini Alfredo que a cerveza, el tipo iba de farol).
- Voy a tener que hacerle una prueba
(ahora si que la hemos liado, a alcohol no se si voy a dar positivo, pero a nervios, doy la máxima).
El caso es que, producto de esa sobredosis de "american way of life" televisivo, también sabía yo que no iba a sacar un infalible alcoholímetro -qué profesionalidad la de nuestra Guardia Civil-, no. Sacó el temible "dedo":
- Míreme al dedo y sin mover la cabeza, sígalo con los ojos.
(vale, sé que esto parece muy fácil de hacer, reíos si queréis, pero os juro que cuando estás pasmado ante un poli yanqui de metro noventa y más trastos punitivos colgados del cinturón que en una armería, se te va la cabeza y el cuerpo entero detrás del maldito dedo).
-¡Que no, que no mueva la cabeza!
(A la primera, fallo clamoroso. Lo intento una segunda).
- ¡Le he dicho que siga el dedo con los ojos, ¡NO MUEVA LA CABEZA!, voy a tener que detenerlo por ir bebido.
(¡que yo no he bebido oiga¡, solo estoy "acojonao", que esto es fácil en las pelis, pero requiere de cierto entrenamiento).
A la tercera por fin, mis ojos siguen cual cordero degollado el dedo inquisidor de aquel cow-boy en la negritud de la carretera de Carmel.

- Ummmmmm
(el poli piensa... yo oigo sonar los violines de Psicosis en mi cerebro... si a Lindsay Lohan la enchironaron por conducir bebida, a un tipo vulgar como yo le pueden aplicar la silla eléctrica.... y eso que solo he bebido una cerveza..y media... pero atención, el jurado está a punto de dar su veredicto.... tchan, tchan...)
- Está bien..., puede continuar.

Y mi fue hecho un flan por la Highway 1, tan lento y timorato como un conductor primerizo, pensando: "si estos tipos tiene misiles nucleares como para destruir dos veces Rusia, ¿por qué no les dan a los polis alcoholímetros, aunque sean de todo a cien? Y nos ahorramos el numerito del dedo.


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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

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El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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