Paco Nadal >> El Viajero

30 jun 2011

Aqaba ya no ama a Lawrence de Arabia

Por: Paco Nadal

Aqaba 1
Como al resto de los mortales, cuando oigo la palabra Aqaba automáticamente me acuerdo de Lawrence de Arabia y sus beduinos. He llegado a esta ciudad jordana como lo hizo él, a través del desierto del Wadi Rum, pero espero que sus habitantes tenga al final mejor concepto de mi que del enigmático Lawrence.

Porque mientras para los lectores de "Los siete pilares de la sabiduría" y los espectadores de la épica e inverosímil película de David Lean (Lawrence de Arabia), el bueno de Thomas Edward Lawrence fue un héroe que luchó por los desfavorecidos, para los del bando que supuestamente ayudó, los árabes, es un jodido traidor y un espía al servicio del imperio británico.

Pero bueno, eso pasó hace mucho tiempo. Hoy Aqaba es una floreciente ciudad portuaria, la única salida al mar de Jordania. Un trocito de 24 kilómetros que el reparto de fronteras con tiralíneas que se hizo tras las II Guerra Mundial legó al reino hachemita para que tuviera un puerto en el Mar Rojo.

La ciudad en sí no vale gran cosa, es moderna y trazada con tiralíneas como todas las de estas costas. Pero se ha convertido en un gran centro de vacaciones por sus bondades como balneario y sobre todo por su buenas cualidades para el buceo.

En Aqaba no hay grandes playas: la mitad de los 24 kilómetros de costa están ocupadas por las instalaciones portuarias, claves para la economía jordana. Pero está rodeada de unas de las montañas más bellas de Oriente Medio.

Las montañas de Aqaba son como esos cerros de cartón piedra que preparábamos de niños para los belenes. Desnudas, ásperas, rugosas. Secas y duras como la piel de un lagarto. Y muy altivas. Podrían ser una cordillera alpina, pero sin una brizna de verde: solo el ocre terroso de unas piedras calcinadas por la violencia del clima desértico.

A mediodía, cuando el sol lanza plomo fundido sobre esta tierra fronteriza, el escenario se aplana y pese a su altura, las montañas parecen encoger por efecto del fulgor solar.

Pero al atardecer, cuando los rayos oblicuos del ocaso pintan sombras y marcan relieves sobre su piel estriada, las montañas que rodean Aqaba ganan en altura y se hinchan hasta componer con su altivez y sus claroscuros, el telón de fondo perfecto que uno espera encontrar en un desierto bíblico.

PD: para los que preguntan por las condiciones del país. He viajado desde Amman a Aqaba por carretera. Cuatro horas, sin mayor problema ni sensación de inseguridad. La normalidad es total, hasta donde yo he podido ver. Y en Aqaba lo único que veo es gente bañándose tranquilamente en la playa. No esperaba encontrar otra cosa. Esto no es Libia.

Aqaba 2

29 jun 2011

Y ahora.... en Jordania

Por: Paco Nadal

Este fin de temporada está siendo movidito en cuanto a viajes. Todavía está secándose en casa la ropa sucia que traje de Croacia y hoy escribo desde Amman, la capital de Jordania, adonde acabo de llegar.

Iba a hacer la típica porra de ¿dónde estoy?, pero en el avión de Royal Jordanian que me traía he coincidido con un grupo de buenos amigos blogueros (Diego Pons, Natalia de Turiskopio, Miguel Paéz, Ana de Tripwolf, etc..), que son de esos que van tuiteandolo todo desde el Iphone y ya han publicado a los cuatro vientos que me dirigía a Jordania. Menos mal que no venía de incognito con un ligue.

Lo que me lleva a pensar una vez más dónde queda la privacidad en la era de las redes sociales.... pero bueno esa será otra historia.

La que ahora toca es Jordania. Un nuevo país, una nueva aventura. Hacía años, muchos años, que no venía por aquí. Y me apetece un montón contarlo en directo. Me voy a dormir. Mañana salgo temprano para Aqaba (como Lawrence de Arabia).

Llegada Amman
Documento gráfico que prueba que he llegado al aeropuerto de Ammán, con el típico careto de cansancio y desubicación que se le pone a uno tras un viaje de cinco horas en avión. 

 

Eslavonia, la región de Croacia donde acabo de estar, es una gigantesca llanura cultivada hasta el último milímetro que forma parte de la gran depresión panónica de Europa central. El Danubio parte en dos y riega esta tierra rica y fértil, considerada el granero de Croacia. Apenas hay montañas. Solo lineas horizontales que se pierden en el infinito. Ni ciudades tan monumentales como Dubrovnik. Pero no por eso deja de tener atractivos turísticos. El principal es que ¡apenas hay turistas! Estos son algunos otros:

Ilok
Ilok

Una ciudad medieval enriscada en lo alto de un espolón que domina el Danubio. Es la población croata más oriental. Queda parte de las murallas, el castillo del duque (recién rehabilitado), una iglesia-monasterio que se levanta como un faro sobre la llanura y una vista soberbia sobre el Danubio y los bosques que le rodean. Si vais a Ilok, cenar en el hotel-restaurante Dunav, con excelentes pescados y un comedor al aire libre en una preciosa pradera junto al Danubio. Al otro lado está Serbia; tan cerca, tan cerca que se mezcla la música del restaurante croata con la del restaurante del lado serbio.

 

Bodegas Belje Visitas a bodegas

Un país con cultura enológica me parece siempre interesante de conocer. Y toda esta región de Osijek, Vukovar, Ilok... es rica en vides y en excelentes vinos, sobre todo blancos. La uva más famosa es la graševina o riesling italiana. Hay muchas bodegas centenarias que producen blancos con esta uva, un vino excelente para tomar con el embutido más famosos de Eslavonia, el kulen, una especie de chorizo muy especiado que te deja la lengua hecha un trapo al primer mordisco pero que luego se hace un hueco en tu paladar. En Knezevi Vinograd están las bodegas Belje, fundadas en 1526, que admite visitas y vende sus propios caldos.

Otras bodegas con buenos restaurantes donde probar el čobanac (un guiso de carnes de caza y corral para chuparse los dedos) son Josič, en Zmajevac, y Goldschmidt, en Vukovar.   

 

La colina de Baranja

Eslavonia es tan llana que cualquier pequeña colina se convierte en un objetivo estratégico. En esta, cercana a la aldea de Batina, hubo encarnizados combates entre el Ejército Rojo y los alemanes durante la II Guerra Mundial. Con la consiguiente carnicería y miles de muertos por ambos bandos. Un monumento de era soviética recuerda aquellos hechos. La vista panorámica desde arriba es de lo más recomendable. Al otro del Danubio se extiende la Voivodina serbia.

Baranja Hill

 

Đakovo

Situada a unos 35 kilómetros de Osijek, Đakovo es famosa por su espectacular catedral de ladrillo rojo levantada en el siglo XIX, sede episcopal del famoso obispo Strossmayer. Es el segundo templo más grande de la muy católica Croacia, tras la catedral de Zagreb, y uno de los principales lugares de peregrinación de esta zona del país. La ciudad tiene una animada calle peatonal, la Ulica Hrvatskih Valikana, llena de cafetines y buen ambiente.

Dakovo

 

Turismo rural en Stara Kapela

Es uno de los mejores centros de turismo rural de Eslavonia. Una genuina aldea croata, conservada tal cual, sin ninguna edificación moderna, varias de cuyas viviendas se han reconvertido en alojamientos rurales. Muy recomendable si buscas algo diferente, rodeado de silencio y bosques caducifolios. La habitación doble cuesta entre 45 y 51 euros. Más información aquí.    

fotos © paco nadal

24 jun 2011

Postales desde Vukovar (II)

Por: Paco Nadal

Zdrako

Zdrako Komšič, 55 años. El encargado del memorial de la granja Očvara

El 18 de noviembre de 1991 los rebeldes serbios vencieron la última resistencia de Vukovar y tomaron por fin la ciudad. Los defensores que quedaban con vida se refugiaron en el hospital pensado que allí estarían protegidos por la Convención de Ginebra. Zdrako Komsič era uno de ellos. Pero el mayor serbio Veselin Šljivančanin, al mando de las fuerzas atacantes, ordenó detener a 400 personas allí refugiadas, entre heridos, personal médico y soldados. Los trasladaron a una granja de cerdos cercana y durante los dos días siguientes fusilaron a 261 de ellos, enterrándolos en dos fosas comunes. "Solo Dios sabe por qué a mi no me fusilaron. Al resto nos llevaron a campos de concentración en Serbia donde pasé nueve meses en el infierno". ¿Reconciliación? me alegro de que oficialmente haya reconciliación pero para mi y los que estuvimos aquí esa noche solo es una palabra. Jamás podré estar en paz con Serbia, más aún cuando a Šljivančanin solo lo condenaron a 5 años por aquello. Para las miles de personas que murieron en Vukovar no habrá nunca reconciliación". La granja Očvara es hoy un lugar de memoria y recuerdo. En la oscuridad de la nave, las fotos de los 261 caídos se iluminan alternativamente mientras una espiral luminosa con sus nombres gira en tono a una vela. Cerca, en donde estuvo las mayor de las dos fosas comunes, descubierta porque uno de los prisioneros logró escapar y más tarde dio pistas de hacia dónde se dirigían los autobuses con los condenados (la segunda, con 60 cuerpos jamás fue localizada), un monolito y velas que los visitantes se encargan de mantener siempre encendidas recuerdan aquella vileza conocida como la masacre de Vukovar

 

Nikola
Nikola Petrovič, 59 años. El serbio que corre la maratón en 3h 30 min.

A Nikola lo conozco en un parque con grandes árboles que rodea Vukovar al que, una vez eliminadas las minas antipersona y anticarro, suelen a ir correr los aficionados al jogging. Él es el secretario del club local de maratonianos. Un personaje popular en el pueblo y con mucho amigos. Cuando le pregunto por aquellos días del asedio me dice que el volvió a Vukovar en diciembre de 1991. ¿Diciembre?, le pregunto a mi traductora. No debo de haber entendido su traducción al inglés. "En diciembre la ciudad ya había caído en manos serbias", le digo. "Si", me responde, "has entendido bien. Es que Nikola es serbio". Nikola era el director del hotel Dunav cuando empezó la guerra. Se fue de Vukovar en junio de 1991 con intención de no volver. Pero como al resto de serbios residentes en la región le amenazaron que si no regresaba a la ciudad sus propiedades serían confiscadas. "No, no tengo ningún problema con mis vecinos croatas. Siempre me he llevado bien con todos". Me enseña una página del diario local, fechada el 20 de abril de 1991, en la que junto a la noticia del primer vukovarci que corría una maratón (él) aparece otra que informa que, pese a los acuerdos, los tiroteos entre ambas comunidades continúan. Asegura que lo que mas impresión le causó cuando volvió es que no se oían los pájaros, durante tres años después de la batalla no se escucharon los pájaros en los jardines de Vukovar. Nikola es la confirmación de lo que mucha gente me ha expresado en Vukovar: "No nos atacó Serbia, nos atacaron unos rebeldes serbios con ayuda de los chetniks ultranacionalistas serbios. Pero no estuvimos ni estamos en guerra con Serbia".    

 

Rozalija
Rozalija Jakumetovič. 53 años. La ganadora del premio anual de jardines

Rozalija es un volcán de amabilidad y simpatía. Tiene su pequeño lugar en el cuadro de honor de la comunidad como ganadora del premio anual al mejor jardín en 2010. En él me recibe, entre primorosas rosaledas, un césped pulcramente cortado y unos setos que parecen podados por el jardinero de Versalles. Rozalija pertenece a la minoría húngara, aunque nació en Vukovar. Durante la guerra trabajaba en la farmacia del hospital y fue testigo de todas las heroicidades y los horrores que allí se vivieron. Me cuenta que durante el cerco recibieron en dos ocasiones paquetes con medicinas y material quirúrgico que lanzó un avión croata en paracaídas; pero a la tercera los serbios lo derribaron. En octubre logró entrar un camión de Médicos sin Fronteras. Y esa fue la última ayuda del exterior. Recogía agua de lluvia para desinfectar y curar heridas. "Podría estar hablando horas de aquello", me dice. El día que cayó la ciudad su marido Mario se refugio en el hospital y fue uno de los que los rebeldes serbios obligaron a montar en los fatídicos autobuses hacia la granja de Ocvara. Ella imagino que iban a la muerte segura e implorando a un alto mando serbio que conocía de su trabajo en el hospital logró que lo bajaran y salvara así la vida. Pero ni el recuerdo de aquellos días logra desdibujar la sonrisa de mujer valiente que parece acompañarle siempre. 

 

Kristina
 Kristina Glumač, 23 años. La chica que se graduó en Cambridge

Kristina es muy joven, muy lista y muy guapa. Acaba de regresar a la ciudad después de graduarse en la universidad inglesa de Cambridge. Trabaja en el Ayuntamiento gestionando los programas de ayuda internacional y los proyectos de rehabilitación con diversas entidades privadas y públicas  ¿"Que por qué he vuelto?, porque esta es mi ciudad. Y porque creo que hay mucho que hacer y que aportar. Yo tenía solo 3 años durante la guerra, mi generación no la vivió ni la sufrió, éramos unos niños, pero si hemos oídos a nuestros padres, a nuestros vecinos. Y tenemos mucho que hacer aquí, creo que tenemos un compromiso moral para hacer que Vukovar vuelva a ser la que era". En junio de 1991, cuando estalló la guerra, Vukovar tenía 45.000 habitantes. Ahora apenas llega a los 25.000. Mientras paseo con Kristina por la calles veo mucho locales vacíos. "Hay más viviendas y locales rehabilitados que gente para llenarlos", me dice.   

 

Denis
Denis Zeko, 33 años. El campeón de equitación

Denis y su mujer Giana simbolizan la nueva población de Vukovar. Tras el asedio y la toma de la ciudad Vukovar permaneció en manos de los rebeldes serbios hasta 1998, es decir, tres años después de que oficialmente acabara la guerra de los Balcanes con la firma de los Acuerdo de Dayton, en los que se especificaba que la ciudad debía de regresar a manos de la República de Croacia. Para repoblarla, el gobierno croata prometió ayudas a jóvenes que quisieran venir a vivir aquí. Denis, campeón de equitación y enamorado de los caballos, decidió mudarse desde Zagreb. Confiesa que al final las ayudas no fueron tantas como se prometían, pero que aún así se adaptaron bien a su nueva ciudad y decidieron seguir adelante con su cuadra, donde dan clases de equitación, ofrecen pupilajes y organizan rutas a caballo por las riberas del Danubio.

Todas las fotos © paco nadal

Vokovar (postal 1) 
Fotos Paco Nadal

He venido hasta Eslavonia, la región más oriental de Croacia, para saldar una deuda conmigo mismo. No la contraje yo solo, la contrajimos todos los europeos. Yo he venido a pagar mi pedacito de culpa.

Dentro de tres días se cumple el 20 aniversario de la declaración de independencia de Croacia y Eslovenia, un hecho que como todo el mundo sabe provocó la ruptura de la antigua Yugoslavia y desencadenó la última Guerra de los Balcanes. Fue el 25 de junio de 1991.

La minoría serbia en Croacia se rebeló contra esa declaración y con ayuda del antiguo Ejercito Popular Yugoslavo (JNA) y los paramilitares chetniks serbios lanzaron un ataque contra las poblaciones más orientales de Eslavonia, situadas junto a la frontera que aquí forma el río Danubio, expulsando a punta de pistola a la mayoría croata. Pero cuando el 27 de agosto llegaron a las puertas de Vukovar, una ciudad de 42.000 habitantes, ésta resistió el ataque. Durante los tres siguientes meses el mundo asistió estupefacto (y sin mover un dedo) al asedio cruel y casi medieval de Vukovar, una ciudad en el corazón de Europa.

Vokovar (pared agujereada) 
El asedio de Vukovar me produjo una especial huella en la conciencia. Recuerdo perfectamente aquellos días del otoño de 1991, las noticias en los periódicos, los informativos de televisión. Una ciudad estaba siendo sitiada y masacrada. No había alimentos, ni medicinas, ni agua potable. Todos los días caía sobre ella una lluvia de proyectiles. Murieron varios miles de personas, la mayoría civiles inocentes. Y nadie hacía nada. No podía dar crédito a lo que veía. Y lo peor era que no estaba pasando en el medievo ni en la lejana África. ¡Ocurría a dos horas de vuelo de Barcelona, en plena Europa, a finales de siglo XX!

Sé que la mayoría de la gente no sabe ni que existe un lugar llamado Vukovar, pero a mi aquel asedio me marcó y desde entonces Vukovar se convirtió en un topónimo que asocio con vergüenza colectiva.

Así que acabo de llegar a Vukovar, la ciudad mártir de Croacia, a saldar mi deuda emocional con ella. He entrado por la carretera de Osijek, conocida como el Cementerio de los Tanques, porque el 18 de septiembre los defensores croatas tendieron en ella una emboscada a una columna de carros blindados del JNA destruyendo casi un centenar.

Vokovar (calle mayor) 
Vukovar es hoy una apacible ciudad de llanura
, en la confluencia entre el Danubio y el Vuka. Tiene un activo puerto fluvial , varios edificios del barroco austrohúngaro, otros de aire soviético y muchas huellas aún de la batalla. Es lo primero que te sorprende al llegar: mientras en el resto de Croacia aquella guerra es solo un recuerdo en los museos, las calles de Vukovar están aún llenas de edificios en ruinas, con los techos hundidos y las fachadas agujereadas por la metralla. Y eso que según me cuentan solo en los últimos cinco años se ha acelerado la reconstrucción.

Lo segundo que sorprende es que no es una ciudad gris y triste (razones no le faltaría). Todo lo contrario. No he visto gente más amable, dicharachera y simpática que los vukovarci. La calle Mayor, que de grande tiene poco, cuenta con animadas terrazas y varios maceteros con flores que parecen alegrarse de la llegada de la primavera. La gente te sonríe como si te conociera de siempre.

En Vukovar hoy vuelven a vivir juntos croatas y serbios, hay un par de buenos hoteles, una isla con playa fluvial donde la gente va a comer y acampar los fines de semana, restaurantes y alguna discoteca. Y una oficina de Turismo, que representa algo así como la vuelta a la normalidad. El aforismo de que una ciudad es la gente que la habita se hace realidad en Vukovar. Hay poco que hacer si vienes de turista convencional, pero sus gentes son aún testigos directos de una de las mayores ignominias cometidas en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Y están dispuestas a contarlo.

A través de la oficina de Turismo logré multitud de contactos en la ciudad. Todos estaban encantados de recibirme en sus casas. Y me dispuse a escucharlos. Estos son sus relatos:

Vokovar (Branco) 
Branco Božić. 61 años. El coleccionista de postales

Como todos los croatas de la ciudad, Branco tuvo que huir aquel otoño de 1991. Se instaló en la vecina Vinkovci pensado que jamás volvería a su pueblo y a su casa. Dos años después cayó en sus manos de forma casual una postal antigua de Vukovar. Y decidió buscar más. Se dio cuenta de que aquellas viejas postales en blanco y negro podrían devolverle el recuerdo de una ciudad que ya no existía. Qué podía ser una terapia personal e incluso colectiva para vencer la pesadilla del olvido. Y se decidió a preservar con ellas la memoria de su ciudad arrasada. Desde entonces ha logrado reunir 1.100 de los 1.300 tipos diferentes de postales de Vukovar que se editaron desde 1897. La más antigua que conserva es de ese año; las más recientes las imprimieron los propios serbios en 1991, al tomar la ciudad, y muestran Vukovar en ruinas. Branco vive en una casa de planta baja con jardín no lejos del centro. Cuando pudo regresar en 1998 la vivienda no era más que cuatro muros quemados. Tuvieron que empezar de cero. Me ofrece albaricoques y un vaso de licor mientras despliega ante mi docenas de álbumes llenos de postales, muchas de ellas centenarias. Se le ve orgulloso de su colección y me dice que esas fotos han sido utilizadas por diversos arquitectos para reconstruir los edificios dañados. Y mientras la saca con primor de sus fundas de plástico me doy cuenta de que lo que me muestra no son postales. Es la propia memoria de Branco, la que le devolvió su ciudad arrasada.

(continua mañana….)

Vokovar (postal 2) 
Vokovar (postal 3) 

20 jun 2011

Ejerciendo de croata en Osijek (Croacia)

Por: Paco Nadal

Osijek 5
Los lectores de este blog son tan inteligentes que hasta dando pistas falsas descubren dónde estoy. En efecto, el lugar en el que me encuentro desde el sábado pasado es Croacia, un país que no tiene frontera con cuatro países, sino con cinco (porque Montenegro es independiente desde 2006). Vane y Agustín, tenéis premio.

Croacia es un país maravilloso lleno de ciudades históricas, parajes naturales e islas de ensueño. Pero esas ya las conozco así que esta vez he decidido recorrer la Croacia menos turística, la más desconocida. Escribo desde Osijek, la capital de la región de Eslavonia (para situarnos: si el mapa de Croacia se parece a un boomerang, yo estoy en el extremo superior derecha del boomerang). Estoy muy cerca de la frontera con Serbia y con Hungría.   

Osijek 1
Osijek no es Dubrovnik, por supuesto. Es una pequeña y agradable ciudad de unos 100.000 habitantes a orillas del río Drava, pero muchísimo menos monumental que la celebérrima "perla del Adriático". A cambio aquí no hay un millón de turistas agolpados en las calles. De hecho creo que no me he cruzado con ningún turista desde que llegué. Y eso es lo que venía buscando. Conocer la Croacia de los croatas. Pasar desapercibido. Ser uno más. Mientras no abra la boca, igual hasta lo consigo. 

Lo más encantador de Osijek es la Promenade, el paseo fluvial a lo largo del cauce del Drava; es sábado por la tarde de un delicioso día de primavera. La Promenade está llena de gente y bordeada por multitud de bares con terrazas. Así que comienzo la inmersión en mi nueva vida como croata y hago como ellos: me siento en una de las terrazas, pido una pivo y dejo que el mundo desfile ante mi. Hay familias paseando, decenas de ciclistas, patinadores, pescadores, novios que se abrazan, pandillas de adolescentes que vienen en bañador de Copacabana, la playa fluvial al otro lado del río.... hasta una despedida de soltera haciendo las mismas tonterías que hacen las despedidas de solteras en cualquier parte del mundo. Da gusto ver como, en el fondo, los humanos nos parecemos y nos repetimos.

Osijek 7
Luego me voy a pasear por la ciudad vieja. Osijek fue fundada por los romanos por lo que carga ya con varios siglos de historia. Y buena parte de ella está aún plasmada en la fortaleza Tvrdja, la antigua ciudadela aún parcialmente amurallada y llena de iglesias y edificios barrocos. El centro de la fortaleza es la plaza Svetog Trojstva, un espacio grande y monumental, como corresponde al barroco, con elegantes edificios, incluido el que acoge el museo de Eslavonia, y de nuevo muchas terrazas. Por lo que veo, a los croatas les encanta la vida al aire libre (me va a gustar ser ciudadano postizo de este país). Suenan las campanas de la cercana iglesia de San Miguel y de repente las calles antes desiertas se llenan de gente que se dirige con premura al templo. Los croatas son muy religiosos y mayoritariamente católicos.

La pena es que solo está rehabilitada la plaza y algunas calles adyacentes; al resto de la fortaleza Tvrdja le queda una mano de pintura y unos cuantos millones de euros en rehabilitaciones. Pero bueno, todo irá llegando: hay un proyecto para recuperar toda esta parte vieja de Osijek e incluso rescatar el foso que rodeaba las murallas.

Mañana continuo la narración de mi vida como un croata. 

Osijek 6

19 jun 2011

¿A dónde voy ahora?

Por: Paco Nadal

"Cuando leáis esto estaré volando a..." (según Wikipedia: famosa frase del blog de Paco Nadal que indica que el ínclito está de nuevo en movimiento).

Esta vez hacia un país que tiene costa, con una superficie de 56.000 kilómetros cuadrados, que hace frontera con otros cuatro países y que está más cerca de Cabo Verde que de Japón.

¿A dónde me dirijo en esta ocasión?

(como siempre, el/la acertante ganará una suscripción de por vida al blog y mi gratitud eterna; hubiera preferido sortear un viaje a Tahití pero el presupuesto no está para tirar cohetes, lo siento)

17 jun 2011

De baños termales por Ecuador

Por: Paco Nadal

Ecuador011
Un país lleno de volcanes tiene un valor añadido: hay baños de aguas termales por todas partes. El vulcanismo crea ollas a presión bajo tierra y ese agua caliente, en cuanto encuentra una rendija, escapa a la superficie para darle gusto y placer de los humanos.

Conozco pocos placeres más agradables que dejarte acariciar en una piscina natural de agua termal recién salida de las entrañas de la tierra. ¡Y más aún si acabas de bajar de la cumbre del Cotopaxi aterido y lleno de agujetas y calambres!

 
Cangahua039 Tras bajar de la cima, estuve en los baños de Oyacachi. Se llega (o se llegaba al menos cuando yo estuve allí, igual ya está asfaltada) por una carretera polvorienta por la que subía entre quejidos metálicos el Trans-Cangahua, como pomposamente se autodenominaba un vetusto autobús que cubría la línea entre nubes de polvo. Luego, una vez que dejabas atrás Cangahua y seguías subiendo, el paisaje cambiaba de vestuario y el secarral polvoriento daba paso a la lujuria de la selva de montaña, a la alegría del agua y la bruma, al gozo de las cascadas por todas partes. Y también a la tortura del barro en el camino. Tras un collado a 4.000 metros, la pista descendía vertiginosamente hacia la aldea de Oyacachi y la promesa lujuriosa de sus aguas termales.

Pero hay muchas más baños termales en el país. Recomendable siempre para viajeros independientes porque son sitios populares, baratos, muy agradables y donde puedes darle un poco de relax a tus doloridos huesos de mochilero. Están los baños El Placer (sugerente nombre, pardiez), en el parque nacional de Sangay; la localidad de Baños, al pie del volcán Tunguragua y cuyo nombre ya delata de qué va el tema... y muchos más. 

Ecuador009

16 jun 2011

Ascensión al Cotopaxi

Por: Paco Nadal

Cotopaxi028
Existen montañas altas. Y existen montañas fotogénicas. Pero solo cuando se aúnan esas dos cualidades la montaña deja de ser un mero accidente geográfico para convertirse en un referente sagrado, una icono mágico que se perpetúa de generación en generación.

Así ocurre con el Cotopaxi, en Ecuador, que con sus 5.897 metros es uno de los volcanes activos más altos del mundo… y la imagen de la montaña perfecta, la que todos hubieramos dibujado en un cuaderno escolar. Un cono truncado emergiendo en solitario entre los páramos ocres y desolados de la puna ecuatoriana que fascinó tanto a los nativos incas, que lo consideraban morada de dioses, como a los primeros científicos que lo vieron. “Tiene la forma más bella y regular de todos los picos colosales en los altos Andes”, exclamó Alexander von Humboldt en 1802.

Cotopaxi (general)
Escalarlo fue una de las razones que me trajeron a Ecuador. Experimentar la tremenda sensación de ver la tierra desde su ecuador, pero a casi 6.000 metros de altitud, entre glaciares eternos y fumarolas ardientes que salen de las entrañas de la tierra. Una mezcla que justifica el esfuerzo de la tarea.

Para ascender al Cotopaxi hay que llegar al refugio José Ribas, que pese a estar a 4.800 metros de altitud queda a solo una hora y media a pie de una pista de tierra que viene de la Panamericana (En Ecuador...¡todo está muy alto!). A la 1 de la madrugada un ajetreo de botas, piolets y mochilas rompe el silencio del refugio. Hay que salir muy temprano para evitar que el calor descomponga la nieve y dificulte la marcha. No olvidemos que, aun vestidos con forros polares, gore-tex y crampones, estamos en el Ecuador.

Cotopaxi033

La primera hora de caminata se consume en salvar las últimas rampas de piedra y barro para afrontar enseguida por un lateral de la morrena las capas heladas del glaciar. Hasta 5.500 metros la ascensión mantiene un tono suave pero constante, salpicada solo por la emoción de algunas grietas glaciares, que se salvan con escalerillas. Tras un paso muy aéreo para superar un seracs, que suele estar equipado con cuerdas fijas, la pendiente se hace más patente y la sensación de verticalidad se acrecienta. Se trata del gorro de hielo que rodea el cráter, una caperuza de cristal duro y azulado barrida por el viento, que parece no tener final.

Cotopaxi029 La progresión se hace entonces más cansina y la altura empieza a pasar factura. A cada paso hay que parar y buscar un hálito de aire que llevar a los pulmones. Es un buen momento para mirar hacia atrás y disfrutar del soberbio panorama que se abre en el horizonte. El Cotopaxi es el eje central del parque nacional del mismo nombre, creado en 1975 para proteger a la llama, un animal emblemático de los Andes cuya supervivencia empezaba a verse amenazada en Ecuador. El parque se ha convertido en el mayor santuario de la fauna y la flora andina ecuatorial. Es un paisaje sacado del Averno, donde las coladas de lava se superponen a las llanadas y cárcavas de la puna.

De repente, cuando tu vista busca entre la ventisca la clásica arista estrecha y delgada que suele marcar el final de toda montaña, un penetrante olor a azufre anuncia la cumbre del volcán. El manto blanco del glaciar se comba para precipitarse en el interior de un abismo negro y humeante.

Cotopaxi032

Es el cráter, la cumbre del Cotopaxi. Un fatuo espectáculo de la Naturaleza. El agujero tiene casi un kilómetro de diámetro y unas paredes de basalto de más de 200 metros de profundidad que se hunden en una espesura cenicienta. Los vapores de azufre se mezclan con el aire enrarecido de oxígeno de los 6.000 metros de altitud en un cóctel abotargante que atonta aún más al montañero.

Cotopaxi030

Prueba gráfica de que estuve allí (llegué muerto a la cumbre, pero llegué)

Aún así, hay que sentarse un rato y deleitarse con esta inmejorable posición sobre la avenida de los Volcanes, como se conoce a la cordillera andina a su paso por Ecuador. Sentado aquí, con los pies colgando sobre el cráter del Cotopaxi, con los Andes desplegados en el horizonte y la cumbre de otros volcanes imponentes, como el Chimborazo, casi al alcance de mis manos me siento el hombre más feliz de la Tierra.

Pero recuerdo haber leído que la última gran explosión del Cotopaxi tuvo lugar en 1877 y que los lodazales de barro y hielo fundido arrasaron varias pueblos, matando a 600 personas; las cenizas llegaron hasta el Pacífico, en las costas de Guayaquil. Desde entonces, las entrañas del Cotopaxi acumulan nuevas fuerzas para el siguiente vómito destructivo, que antes o después, todo el mundo sabe que se producirá. Y es entonces cuando, no sé por qué, pese a la belleza que me rodea pienso que ha llegado la hora de bajar.

Todas las fotos (menos la segunda) © paco nadal

Aquí os dejo algunas imágenes más de la ascensión:

Cotopaxi037
Cotopaxi035
Cotopaxi031
Cotopaxi038

14 jun 2011

Premio con Asturias de fondo

Por: Paco Nadal

Premio Asturias-2

Playa Aguilar, en Muros de Nalón

Hace unas semanas asistí invitado por la Sociedad Regional de Turismo del Principado de Asturias (SRT) a unas jornadas sobre viajes y nuevas formas de comunicación que se celebraron en el Centro Niemeyer de Avilés, con recorrido posterior por varias comarcas de Asturias.

En ellas intervinieron también algunos de los mejores bloggers (tanto periodistas como fotógrafos) de viajes españoles, como Nani Arenas, Ángel Martínez Bermejo, Rafa Pérez, Javier Mazorra, Paco Elvira, José Luis Sarralde, Anabel Vázquez o José R. Pérez. Compartimos con más de 100 empresarios del sector turístico del Principado nuestras inquietudes y experiencias sobre los nuevos formatos de comunicación, el sector de viajes en la nueva era digital, el papel de los blogs y las redes sociales como nuevas herramientas de difusión y un sin fin de temas más que podeís ver en la web que se creo para el proyecto.

Con motivo del encuentro, al SRT creó un concurso para premiar al mejor post y a la mejor fotografía sobre Asturias que se publicaran con motivo de la reunión. Y el caso es que el jurado ha tenido a bien darle el primer premio a uno de mis post (ya se sabe que los jurados siempre "fallan"), el que publiqué el 17 de mayo:

Parque de Redes: donde Asturias cambia del negro al verde

El primer premio a la mejor fotografía fue para Paco Elvira. Jose R. Pérez y Ángel Martínez Bermejo lograron el segundo premio, respectivamente, en las mismas categorías.

Un premio que me llena de satisfacción, sobre todo porque competía con los mejores periodistas de viajes de este país, profesionales como la copa de un pino que llevan décadas viajando y contándonoslo en diversas publicaciones y que ahora, ante los nuevos retos, han sabido reciclarse para seguir contando sus experiencias con la misma calidad, intensidad y buen hacer... pero en un blog.

Lo que demuestra lo que siempre he mantenido: un blog (las nuevas tecnologías en general) es una maravillosa herramienta de comunicación. Pero más allá de él, si no sabes comunicar, narrar, contar historias, atrapar a  tus lectores... no servirá de nada tener más de mil amigos en FB.

Gracias a la Sociedad Regional de Turismo de Asturias, a Nani Arenas por el curro que se pegó para organizarlo y a todos los que seguís leyendo blogs de viajes. Esa maravillosa herramienta que nos permite compartir al instante nuestras experiencias viajeras. 

PD: este post es un inciso en el viaje por Ecuador. Mañana mismo sigo con las aventuras mochileras por el país andino.

Premio Asturias-1
El Naranjo de Bulnes, visto desde Camarmeña, en los Picos de Europa.

Fotos  © paco nadal


El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Un blog de viajes para gente viajera en el que tienen cabida todos aquellos destinos, todos aquellos comentarios, todas aquellas valoraciones que no encontrarás en otros medios.

Un espacio abierto a la participación con información diaria y actualizada sobre países y ciudades, alojamientos, transportes, gastronomía, rutas, ideas para ahorrar dinero o para gastárselo en lo mejor en lo que uno puede invertir su tiempo: en viajar. Todo contrastado y analizado en primera persona.

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

Último libro

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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