Es la más pequeña, la más desconocida. Y quizá por eso, mi favorita en el archipiélago de las Canarias.
En El Hierro —10.500 habitantes, 33 kilómetros en línea recta de un extremo a otro— todo es abrupto. Y distinto. El viajero llega al puerto de la Estaca a bordo del ferry que viene de Tenerife y ya barrunta lo escarpado del islote al ver las dificultades del barco para atracar en el exiguo pantalán, calzado con fórceps entre las rocas puntiagudas.
La costa herreña es un puro acantilado en el que apenas queda resquicio para alguna playa. La negra tierra volcánica que la cubre acrecienta esa sensación de misteriosa lejanía, de extremo, que la isla ostentó hasta el descubrimiento de América. Desde que Ptolomeo hiciera sus primeros pinitos cartográficos, y hasta el siglo XIX, cuando los ingleses se lo llevaron a Greenwich, el meridiano cero, “la raya” que partía el mundo, pasaba por este pequeño islote español.
La cima de la isla se llama Malpaso y no es un nombre baladí. Malpaso es la línea imaginaria que separa dos mundos distantes, los municipios de Valverde y Frontera, los principales de la isla, tan lejos uno de otro como la luna y el sol, no solo por las curvas y lo angosto de la pista, sino porque en estos pequeños mundos insulares la vida se reduce al entorno más próximo, a una realidad inmediata difícil de entender por alguien que no haya nacido en un territorio de apenas 270 kilómetros cuadrados rodeado de agua.
En El Hierro es ilusorio hablar de núcleos urbanos más allá de Valverde y en cierta medida Frontera y El Pinar. El resto son caseríos diseminados, sin principio ni fin, que fomentan aún más una vida enraizada en la cercanía de la familia y no en complejas redes sociales. Desde la apertura del túnel bajo los riscos de Tibataje el aislacionismo herreño se fracturó e hizo la isla más pequeña en dimensiones pero más grande en relaciones.
Otro de mis lugares favoritos es el Mirador de la Peña, en el que César Manrique levantó, o más bien enmascaró, una construcción de piedra volcánica que ha servido de restaurante-escuela durante mucho tiempo. Quienes se aboquen a su pretil tendrán a sus pies más de mil metros de caída libre por los riscos de la Fuga de Goreta, unos cantiles afilados que parecen rasgar el cielo.
Otro es el lajial de La Restinga, una de las zonas de morfología más espectacular de una isla donde las evidencias del magma son omnipresentes y las entrañas de la tierra muestran su más absoluta desnudez. Un paseo por el Pleistoceno a través de este escabroso mar de coladas negras y ocres, que se trenzan como lianas de piedra.
Existen muchisimos más lugares encantadores en mi isla favorita: el bosque de laurisilva del Malpaso, los acantilados negros de Punta Grande, el árbol sagrado de Garoé, la bajada de la Virgen de los Reyes…
Pero mejor que contarlo es ir… y verlo.
Capital: Valverde. Idioma: Español. Superficie: 268,71 km2. Cómo llegar: vuelos de Binter Canarias desde varias islas y ferries desde Tenerife. Más información: web oficial de turismo del Cabildo de El Hierro