Acabo de aterrizar en Manokwari, la capital de la provincia indonesia de Papúa Occidental, en la isla de Nueva Guinea. Que es equivalente a decir he aterrizado en el culo del mundo.
No es imposible llegar hasta aquí, solo hay que echarle paciencia y elegir la ruta adecuada. Mi elección fue volar con Singapore Airlines desde Barcelona a Singapur (unas 15 horas, incluyendo la parada técnica en Milán). Una delicia de compañía, de verdad: avión nuevo y amplio y un servicio por parte de la tripulación impecable; creo que nunca he comido tanto en un avión. Estas grandes compañías aéreas asiáticas y las del golfo deberían de enseñar ciertas cosas a otras grandes compañías europeas o americanas, y no quiero personalizar en ninguna. A buen entendedor...
Tras una breve escala en Singapur seguí con Silkair, una filial de Singapore Airlines, hasta Manado, en la isla indonesia de Sulawesi (dos horas y media de vuelo). En Manado hice noche (aunque para mi cuerpo era de día, ¡un lío!). Y al día siguiente a la seis de la mañana tomé un pequeño avión de hélice de Lion Air que con escala en otras dos islas (Ujung Pandang y Ambon) aterrizó por fin a Manokwari.
Total, día y medio dando tumbos por media Asia y Oceanía y un jet lag que ya lo quisiera Willy Fogg para su currículo.
De momento me ha dado tiempo a ver poca cosa. Manokwari es una ciudad de más de 125.000 habitantes, sin particulares encantos, pero rodeada por la Prehistoria. En mayúsculas, lo juro. Selvas impenetrables, montañas inaccesibles, sin apenas comunicaciones por carretera y con 24 grupos tribales conviviendo, cada uno con su lengua y su cultura. ¡Un lío más grande todavía!
De Manokwari sale la embarcación en la que durante las próximas dos semanas vamos a navegar y bucear por la bahía de Cenderawasih, el gran golfo que interrumpe la costa norte de Papúa.
El prestigioso oceanógrafo Gerald Allen llamó a la bahía de Cenderawasih “las Galápagos de los arrecifes indonesios” por la increíble biodiversidad marina que aún atesora. Raro es el año que no se descubre una especie nueva, como el tiburón que anda (arrastrando sus aletas por el fondo). Aquí viven también los últimos ejemplares de tiburón alfombra.
Durante la Segunda Guerra Mundial buena parte de la flota japonesa se refugió en esta bahía del culo del mundo. Pero los norteamericanos (que según todas las películas, eran más listos) la descubrieron y hundieron con un ataque sorpresas. Los restos de grandes barcos de guerra nipones reposan aún en el fondo de la bahía de Cenderawasih.
Esperando a que los escasos submarinistas que nos dejamos caer por aquí nos atrevamos a desvelar sus secretos.
Continuará...
FOTOS: de momento no estoy pudiendo transmitir mis propias fotos. Las que aparecen en este post son "cortesía" de Google. La que abre pertenece a las islas de Raja Ampat, un parque marino al oeste de Manokwari. La de abajo es un aborigen de la isla de Papúa-Nueva Guinea.