Acabo de pasar unos días en Grandvalira, la estación de esquí andorrana, uno de mis sitios favoritos para los deportes blancos.
Grandvalira es, junto con Formigal y Baqueira, una de las tres mejores estaciones invernales de toda la península ibérica, incluyendo la vertiente francesa de los Pirineos. Incluso en algunos aspectos diría que está por encima de las otras dos. Por ejemplo, en su enorme dominio esquiable, que duplica en kilómetros de pistas al de Baqueira-Beret.
Es verdad que tiene un pequeño handicap: los atascos que se montan para cruzar el país y la frontera a la hora de regresar en un fin de semana o puente (aunque en realidad no es achacable a la estación sino a la orografía y la ubicación de Andorra como país). Pero sus atractivos superan con creces este pequeño inconveniente.
Estas son algunas de las cosas por las que recomendaría el esquí en Grandvalira:
1. La extensión de pistas: 210 km. El mayor dominio esquiable del sur de Europa. Un mini-Alpes en los Pirineos.
2. Los seis accesos diferentes. Es difícil hacer colas para subir a la estación, incluso en días masificados, porque tiene seis accesos diferentes a lo largo de la carretera que va a Francia por el puerto de Envalira.
3. Pistas muy familiares. Aunque a veces se le achaque de ser demasiado soft, el gran atractivo de Grandvalira es precisamente la gran cantidad de pistas fáciles y medias que tiene, muy apropiadas para el esquí familiar y para todos los niveles. Este año de todas formas han abierto nuevas zonas de freeride, snowpark y fuera de pistas controlados para los pirados de la adrenalina.
4. Una comida en el restaurante Llac de Pessons. Es mi sitio favorito de la estación. Una cabaña de piedra y madera, antiguo albergue de montaña reconvertido en restaurante, junto al lago helado de Pessons y rodeada de un soberbio circo de piedra. Te tomas una escudella y un trinxat allí… y bajas rodando por las pistas
5. Un relax en el Sport Wellnes Mountain Spa, de Soldeu. Una delicia de balneario: muy limpio, con instalaciones de lujo, supercálido y con circuito de aguas, jacuzzis, saunas, baño turcos, frigidarium, etc. La mejor forma de acabar un día de esquí.
6. Una bajada entre bosques hasta Soldeu o El Tarter al atardecer. La zona baja de esta parte de la estación está llena de bosques; atravesarlos a última hora, cuando cierra la estación, por la pista Os o por la Gall de Bosc, de vuelta al aparcamiento es una gozada (¡sobre todo si has dejado que pasen antes las docenas de debutantes atrevidos que se atascan en las bañeras haciendo la cuña!).
7. La restauración en pistas. La estación mima mucho el servicio de comidas en pistas; primero para diversificar y que no haya colas, y segundo para ofrecer restauración para todos los gustos. Hay desde bocadillos y pizzas a restaurantes gastronómicos con mucho charme, como el de Solanelles, el de Gall de Bosc o la nueva arrocería del Pla de Riba Escorxada o el Chillout Tapas Bar de El Tarter.
8. Un vodka en el Vodka-bar. Este año han inaugurado un bar de cócteles (y no solo de vodkas) en el sector Grau-Roig, donde practicar esa afición tan alpina que es el apreskí con las botas de esquiar puestas.
9. Un descenso a saco por la pista Avet. Está en el sector Soldeu y fue la utilizada durante las pruebas de la Copa del Mundo Femenina de Esquí Alpino del año pasado. Si te va la marcha, esta es tu pista.
10. Salir con las máquinas retrac a arreglar las pistas. Entre las muchas actividades alternativas que ofrece Grandvalira una de las que más recomendaría es la de salir de copiloto en una de las 12 máquinas retrac que preparan las pistas una vez que ha cerrado la estación. ¡Una visión insólita y muy sorprendente de la trastienda de una estación invernal!