Tengo un buen amigo y gran viajero que está ahora mismo en Colombia viviendo una de esas pesadillas que todo viajero sueña con no tener que pasar. Muchos de vosotros lo conoceréis, es Carlos Olmo, creador de una de las primeras webs de viajes en español, Vagamundos.net, y uno de esos viajeros auténticos y curtidos capaz de pasar meses de viaje mimetizado con la población local y con un presupuesto ridículo. Un tipo nada sospechoso de remilgado.
Sus problemas empezaron sin saberlo cuando el 25 de febrero compró un billete aéreo de Bogotá a Leticia con Despegar.com, la supuesta agencia de viajes online nº 1 de Latinoamérica. Unos días después le cargaron tres veces el importe de la compra en su tarjeta. Se enteró cuando fue a retirar dinero en un cajero y le dijeron que no tenía saldo.
Desde entonces lleva reclamando a Despegar.com por todas las vías posibles, nos ha pedido ayuda a los amigos para que hagamos presión en la redes sociales, les ha vuelto a escribir, ha enviado mails… y nada. En el momento de escribir este post Despegar.com no se ha dignado a devolverle nada.
Como el mismo me escribe: “Que yo sepa Despegar es una de las webs de viaje más grandes de Latinoamérica, su página Facebook tiene 4 millones de seguidores, pero pasan absolutamente de los tweets y de los comentarios en la página”. Lo que nos lleva a concluir algo que todo sabemos: esas grandes compañías cacarean mucho de que son 2.0 y 100% online pero en realidad se pasan por el forro a los followers, a los clientes, a los seguidores y su pastelera madre. Usted pague… y no nos de problemas.
El caso es que Carlos anda solo por Colombia, sin poder sacar dinero en efectivo y con un cabreo que se lo pisa. Sé que es un viajero con recursos y capaz de vivir con cuatro euros… pero no deja de ser aleccionador de hasta qué punto damos nuestro número de tarjeta y abrimos nuestra cuenta corriente con demasiada confianza a empresas que no dan la talla en cuanto a respeto a sus clientes (por otro lado no puedes hacer otra cosa, o pagas con tarjeta o no compras).
Viajar solo y confiado a tu tarjeta de crédito y que de repente por negligencias ajenas, pérdida o robo te quedes sin ella es una de las pesadillas de un viajero (por eso siempre recomiendo llevar dos diferentes, sobre todo si vas solo).
Pero se me ocurren más pesadillas de un viajero:
-Perder o que te roben el pasaporte el último día de viaje.
Que te lo roben en medio del viaje también es una faena, pero al menos dispones de tiempo para reaccionar e ir a un consulado a que te hagan una copia; pero si es al final del viaje pierdes el vuelo casi seguro, con todo lo que ello conlleva (siempre es recomendable llevar además una fotocopia para agilizar esos trámites en la embajada).
-Un cólico en una noche solitaria en un hotel de mala muerte.
De estas pesadillas me he chupado unas cuantas. ¡Dios, que mal se pasa! Estás en un hotelucho perdido en medio de ninguna parte, no solo no hay teléfono en la habitación para pedir ayuda al conserje, es que no hay ni conserje ni un médico en kilómetros a la redonda… y tú, dale que te pego entre vomitonas, diarreas y fiebre alta. No te mueres, vale, pero se pasa realmente mal.
-Que te pierdan la maleta en un viaje combinado.
Igual: que no llegue tu maleta siempre es una faena, pero si vas a estar dos o tres días en el mismo lugar lo más seguro es que antes o después la recuperes. Pero… ¿y si has ido en avión a un lugar donde vas a empezar una singladura en barco o vas a continuar en coche por algún interior remoto del país? Olvídate de tus calzoncillos (o bragas): no los vuelves a ver hasta la vuelta. Me ha pasado… ¡y es una putada tan grande como una catedral!
-Necesitar ir al servicio en plena calle de una ciudad turística italiana.
Vale, vale… mucho pensaréis que es una estupidez. Pero, intentad entrar si no eres cliente al baño de una cafetería o restaurante de Venecia o de Florencia porque te ha dado un apretón o te ha venido de repente el periodo. No he visto gente más antipática y desagradable que los comerciantes italianos de estas ciudades hiperturísticas. Tiene tanto turismo que lo deprecian. Y si no eres cliente, te puedes retorcer en la calle con tu cistitis que no te dejarán pasar.
-Ser tan ingenuo como para aceptar llevar en el avión un paquete de un desconocido.
Puede parecer una tontería pero más de uno y una lo ha hecho alguna vez sin imaginarse los riesgos que corría. La primera ley que me autoimpongo cuando estoy de viaje es que no acepto paquetes de nadie y mucho menos llevarlos en el avión. En algún caso hasta me ha costado quedar mal con mi interlocutor, pero al poli de la aduana le va a importar un pito quien me lo dio si descubre que en vez de un jersey de lana de alpaca para un viejito había unos polvos blancos.
-Viajar con un compañero negativo y sin sentido del humor.
Huidles como a la peste: si tienes que viajar con alguien por primera vez, hazle antes un test. Si no te da que tiene sentido del humor y piensa en positivo… ¡di que te ha entrado el sarampión y anula el viaje!
Son algunas de las que se me ocurren, ¡pero hay muchas más!
¿Cuál sería tu peor pesadilla en un viaje?