Paco Nadal >> El Viajero

Falos Bután
Hay un elemento que te llama poderosamente la atención cuando te desplazas por las carreteras de Bután, mucho más que los viejos dzong, los monasterios budistas o las altas cumbres del Himalaya recortadas allá a lo lejos.

Son…¡unos enormes falos pintados en las fachadas de la casas!

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Post religión 1
Cuando viajo me gusta hacer preguntas raras. Por ejemplo: ¿se enseña religión en las escuelas de este país?

Tanto Nepal, donde estuve la semana pasada, como Bután, donde me encuentro ahora mismo, son dos países profundamente religiosos. En Bután, en concreto, la religión mayoritaria es el budismo, que más que una religión es una forma de vida que lo impregna todo. Hay estupas, monasterios, banderas y ruedas de oración y estatuas de Buda por todos lados. Incluso las carreteras se desvían cuando hay cerca una rueda de oración para seguir el precepto de abordarlas siempre por la izquierda, según las agujas del reloj. Y sin embargo la respuesta en los dos países fue la misma. “No, por supuesto que no. ¿enseñar religión en las escuelas, que raro, no?, me decían.

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Indice felicidad 4
¿Cómo es Bután? La pregunta se la había hecho yo cien veces a amigos viajeros que habían estado en este país. Y me la repiten ahora amigos y seguidores desde que saben que estoy viajando por éste pequeño y curioso reino del Himalaya.

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Arrozal 2
Sigo de viaje por Nepal, un país sorprendente donde reina esa forma de anarquía tan asiática: nada funciona, pero todo sigue su curso y además con buen rollito. Viajar por las carreteras nepalíes es practicar un deporte de riesgo que deja la ascensión al Everest en juego de niños. El asfalto está destrozado, no hay apenas puentes, el parque móvil no pasaría la ITV de ningún país, las lluvias provocan continuos desprendimientos y los camioneros tuvieron que ser kamikazes en la otra vida.

Sin embargo ese dulce caos controlado termina por engancharte y te enamoras enseguida de esta gente amable y sencilla que siempre sonríe, y de este país de orografía endiablada. Además es un destino baratísimo (por eso está lleno de mochileros): si te lo propones puedes dormir por 5 euros y comer por uno.

Aquí van algunos lugares recomendables de los que llevo vistos estos días. Unos son archiconocidos; otros, pequeñas joyas por descubrir.

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19 abr 2013

Las mil caras de Nepal

Por: Paco Nadal

Caras de Nepal
Ocupa una franja de apenas 800 kilómetros de largo por 200 de ancho sin salida al mar. Pero alberga las montañas más altas y bellas de la tierra, ríos impetuosos, tigres y elefantes que se pierden en la espesura de bosques húmedos. 30 millones de almas conviven en este complejo dámero humano. Etnias dispares y complejas que han aprendido a vivir juntos sin perder sus tradiciones. Hunduistas, jainistas, sikh y budistas; newas, lepchas, sherpas, rais, gurungs, magars, tamangs... y hasta 80 tribus diferentes que forman uno de los mosaicos culturales más abigarrados del continente. Todo ello en un envoltorio geográfico endiablado que es a la vez una bendición y una tortura.

Cuando caminas por este país, sientes que las mil caras de Nepal te observan a la vez.

18 abr 2013

Dulce y picante sorpresa en Bhaktapur

Por: Paco Nadal

Niñas y ruedas
“Lo que más le gusta a un nepalí es el dulce y el picante”, me confiesa Manoj, el guía que me enseña esta mañana los palacios de la plaza Durbar de Bhaktapur, en Nepal, desde donde hoy escribo. “No me extraña que me guste tanto este país pobre y montañoso”, pienso entonces yo en voz baja.

Lo del dulce lo puedo perdonar, pero el picante me parece la sal del viajero, la alegría de la vida culinaria. Nada me pone más que una buena conversación, una buena comida y un buen tarro de chile habanero. Los países, y la gente, que gustan del picante… son de fiar.

Lo del dulce lo entiendo también una nación de gente melosa y cordial, de sonrisa fácil y trato tan franco y afable que hacen sentirse cómodo al extranjero pese a que viven en el décimo país más pobre del planeta. Llegué a Nepal anteayer.

Voy camino de Bhután pero aprovechando la escala he pensado quedarme unos días a deambular por aquí. Como ya conozco Kathmandú decido pasar la primera noche en Bhaktapur, la otra gran capital histórica del valle, mucho más auténtica y mejor conservada que la caótica y modernizada capital del país.

Pero cuando el taxi que me trae del aeropuerto se interna por las calles laberínticas y medievales del viejo Bhaktapur queda aprisionado por un gentío que atora los viales vestido con ropas multicolores mientras arroja al aire polvos rojos y amarillos y granos de arroz. Grupos de música con atronadores tambores ponen banda sonora a esta especie de éxtasis colectivo. Parece que me he colado en un anuncio de coches o de colonias baratas.

Mujeres en fila“Mister, no car in historical center. Impossible, you should go walking. No car”. Me grita angustiado el chófer. Resulta que hoy se celebraba la fiesta grande de la ciudad, el Biscuit o fiesta de las Ofrendas, en las que cientos de mujeres ataviadas con saris rojos (las casadas) o multicolor (las solteras) peregrinan en fila de templo en templo de la ciudad para dejar una dádiva en forma de agua pura, flores, dulces y granos de cereal y arroz. Y las calles están tomadas por esa marea humana.

Así que agarro mi maleta y mi bolsa de cámaras y continúo a pie entre una multitud vociferante y alegre. Traía 15 horas de vuelo y una noche en blanco, y la firme decisión de irme a descansar al hotel. Pero he tardado 0,5 segundos en cambiar de opinión, dejándome atrapar por la alegría y la fiesta así que –maleta en ristre- me he dejado llevar por la algarabía. ¡Carpe Diem! ¿Quién necesita una cama ahora? Me queda toda la eternidad para descansar.

Las calles de Bhaktapur son hoy un espejo de ese Nepal alegre y festivo, religioso pero librepensador y tolerante que tanto impresiona a los viajeros occidentales. Una sociedad rural y extremadamente pobre donde la religión es omnipresente, pero sin ser nunca agobiante ni amordazante. El hinduismo y el budismo se viven en la calle con la misma naturalidad con la que uno va a comprar el bora de arroz diario. Nepal es un país donde la felicidad es más contagiosa que un constipado.

Largas filas mujeres forman un cordón sin fin que anuda las principales calles y plazas de Bhaktapur. Entre ellas van y viene en un pasacalles sin fin docenas de bandas de música comunitarias de ambos sexos animando la fiesta con un ritmo monocorde pero pegadizo que arrancan de sus madals (tambores), jhyali (platillos) y bansuris (flautas de bambú).

Busco un punto de vista más elevado y subo a la terraza del hotel Bhad Gaun, que se abalcona sobre la plaza Taumadhi. Desde esta perspectiva se observan los tejados roídos y dispares de Bhaktapur y, como un diablo cojuelo, husmeo en la vida de los otros desde el anonimato de mi posición. Desde aquí arriba la ciudad se ve más decadente aún. Un caos que se mantiene a sí mismo desde hace siglos. Unos cuervos se disputan el pan robado sobre la tejas de terracota de un edificio abandonado. Desde el centro de la plaza se eleva majestuoso el templo Nyatapola, el de los 5 pisos, como una columna de cacerolas apiladas en precario equilibro, aunque lleva así más de 300 años. Al moverse por las calles, las riadas de mujeres de sari rojo parecen un torrente sanguíneo que transportara nutrientes a los cansados miembros de este viejo corpus que es la ciudad medieval.

Estrechos callejones fugan desde la plaza para perderse hacia ningún lugar flanqueados por fachadas viejas y agujereadas como un paredón de fusilamiento. Las pequeñas ventanas de madera de sal suelen estar rotas y entreabiertas, enmarcando estancias oscuras que huelen a humedad y orín. De vez en cuando se asoma a alguna de ellas un rostro anciano pero sereno, tan viejo y anciano como los ladrillos de terracota que le rodean.

Desde esta perspectiva, el pavimento de las calles es un trenzado de retales tan dispar que no hay dos metros cuadrados ni de igual color ni de igual textura. Nepal es la anarquía controlada, donde la excepción es norma. Pero ni esas irregularidades del terreno, ni los charcos de aguas sucias ni los papeles y basuras que el viento arrastra por el suelo de baldosas rotas y tierra apisonada detienen a los danzantes, a los músicos, a los curiosos y a los peregrinos que esta mañana alegre inundamos Bhaktapur.

Nepal es la tierra de la entropía. Un país tan intenso que resulta imposible absorberlo todo.

Banda música

Bhaktapur aerea

Muejres de rojo

Reforma de la ley de Costas
El Senado tramita en estos momentos una reforma de la ley de Costas, que ya fue aprobada por el Congreso, a través de la cual el Partido Popular está descafeinando el objetivo inicial de la ley (proteger y ordenar el litoral) y que en la práctica va a ser un coladero para legalizar las infracciones ya cometidas y permitir nuevas construcciones donde ahora no se podía.

De momento la nueva ley ya contempla la amnistía a más de 10.000 casas que tenían que ser demolidas por estar en zona de dominio público y amplia la concesión al resto hasta 75 años. Y esta semana supimos que mediante una nueva enmiendan el grupo popular trata de rebajar la zona de protección de 100 a 20 metros de distancia a la línea de costa.

No pretendo entrar aquí en el debate sobre detalles técnicos de la ley (podéis seguirlo en estos artículos publicados en el periódico) pero si sobre su espíritu. Y el espíritu (que no santo) que guía al Partido Popular está claro: descafeinar la ley de Costas, adormecerla, reducirá a la mínima expresión para que de facto no sirva para nada.

¿Los motivos? Los imagino: hay que pagar favores a los lobbies que los auparon al poder, y el de los constructores es uno de los más importantes. Resulta curioso que con la mano dura que son capaces de mostrar en otros asuntos (recortes sociales, sanidad, quitar pagas extras, no paga la ley de Dependencia) en ese aspecto relacionado con el ladrillo se declaren incapaces de hacer cumplir una ley de 1988 que con todos sus errores y carencias al menos había evitado más desmanes urbanísticos en el litoral, y arrojen la toalla legalizando impunidades y animando a construir más. Es cierto que había casos puntuales de difícil solución con la ley actual, pero que se podían resolver también de forma individual. Las modificaciones que se pretenden introducir a la ley serán mucho más universales ¿Será por que PP y lobbies de constructores son la misma cosa?

¿Alguien cree que hace falta más ladrillo en el litoral español? Nuestras costas han sido degradadas hasta límites insospechados. Un muro de cemento cubre casi todo el frente marítimo. Tenemos ciudades enteras llenas de viviendas vacías que solo se usan dos meses al año (y algunas ni eso). Torres enteras de apartamentos sin apenas uso, suelo de alto valor ecológico destrozado de por vida y un gran gasto en recursos (luz, agua, alcantarillado, limpieza..) que los ayuntamientos deben costear a diario para mantener localidades que permanecen vacías durante la mayor parte del año. ¿Y aún tratan de colarnos que hay que construir más?

¡Despertemos! ¡no permitamos que sigan destrozando nuestras costas, nuestro patrimonio natural solo para que se enriquezcan los de siempre! Más ladrillo no significa más turismo. Todo lo contrario, es menos y de peor calidad. Lo que necesita el sector turístico playero es más calidad, más naturaleza y menos viviendas, mejores servicios e infraestructuras, más acordes a las nuevas exigencias de un mercado que huye de los masificadas localidades españolas, llenas de vulgaridades e infraestructuras de pésima calidad, hacia otros destinos del Mediterráneo que les ofrecen otras opciones.

Nadie niega el derecho a tener una vivienda en la playa ni a que se pueda construir cerca de ella. Faltaría más. Pero construyámoslas de forma ordenada y razonable. Para tener una residencia en la playa no hace falta plantarla encima de la playa. Retraer la línea de fachada a 100 metros de la línea de costa ha permitido salvar muchas playas, frentes dunares, zonas de vegetación costera de alto valor… ¡No permitamos que nos devuelvan al modelo anterior!

¡Despertemos! Esto no es un modelo de desarrollo ni de negocio para la sociedad; es más negocio para los de siempre. Más ladrillo en las costas significa volver a empezar el ciclo de locura inmobiliaria que nos ha llevado a la crisis en la que estamos. ¿Estamos locos, o qué?

¡No a la reforma de la ley de Costas!

Exijamos que dejen algo de litoral para que lo puedan ver nuestros hijos. No queremos que nos roben más paisaje.

Se ha abierto una petición de firmas para pedir al ministro Arias Cañete que paralice esa reforma de la ley de Costas. Si quieres ayudar, si quieres que tus hijos un día vean playas en vez de más ladrillo, ayúdanos firmando aquí:

Firmas contra la reforma a la baja de la ley de Costas

 

Portada si hoy es jueves..Hoy me vais a permitir que dedique el post a mi nuevo libro de narrativa: "Si hoy es jueves, esto es Tombuctú, el alocado diario de un periodista de viajes", que se presenta mañana jueves en la librería Deviaje, en Madrid.

Quienes sois habituales lectores del blog os sonará porque es una recopilación de los mejores artículos publicados en esta bitácora desde que la abrí en junio de 2008. A lo tonto a lo tonto es ya mi tercer libro de narrativa, los tres dedicados a la temática del viaje (El cuerno del elefante y Pedro Páramo ya no vive aquí fueron los dos primeros) y aunque esto de la literatura no nos sacará de pobres, me siento muy orgulloso de haber podido pasar al papel todas estas experiencias. Los agoreros digitales anuncian que el papel está muerto (y no les falta razón)… pero algunos románticos estamos decididos a morirnos muy poco a poco.

Como cuento en el prólogo, empecé a viajar desde muy pequeñito. Crucé Europa en un autobús con mis amigos cuando tenía 15 años. Y aquel viaje me marcó. Luego como periodista seguí viajando mucho, muchísimo más que el común de los mortales. Pero fue a partir de junio de 2008, cuando El País me encargó escribir este blog, que mi vida viajera se disparó exponencialmente.

“Si hoy es jueves, esto es Tombuctú” es una selección de los mejores artículos de este blog; crónicas que tratan de reflejar con humor los avatares de una profesión absorbente pero maravillosa: la de periodista y bloguero de viajes. Una vida alocada en la que hay momentos en que no sabes si hoy es jueves o si esto es Tombuctú.

“Si hoy es jueves, esto es Tombuctú” está editado por El País-Aguilar y se presenta mañana jueves 11 de abril a las 20:30 horas en la librería Deviaje (calle Serrano, 41) de Madrid.

En el acto estarán Juan Cruz (que presenta también otro libro "Viaje a las islas Canarias" de la misma colección), Marta González Novo y Andrés Fernández Rubio, director de El Viajero  

Estáis todos invitados. Está disponible en todas las librerías y próximamente en versión digital

Post Canal de Castilla 2
Una cicatriz de agua suca la llanura castellana. Es el Canal de Castilla, la idea visionaria del marqués de la Ensenada, ministro ilustrado de Fernando VI, quien en pleno siglo XVIII tuvo la idea revolucionaria de unir las capitales castellanas con el puerto de Santander mediante una red de canales navegables que facilitara el comercio y el tránsito de mercancías.

La obra quedó inconclusa (como siempre pasa en España), pero nos legó 207 kilómetros de cauce navegable, divido en tres ramales diferentes en forma de Y que unen Medina de Rioseco, Palencia, Valladolid y Alar del Rey. Las carreteras locales y los caminos de sirga que bordean el canal -por los que circulaban los bueyes que tiraban de las barcazas- permiten ahora disfrutar a pie, en bicicleta o en piragua de uno de los parajes más singulares de la comunidad castellana.

Alar del Rey, a 80 kilómetros de Palencia, es el límite norte de esta inacabada obra de ingeniería. Donde confluyen el canal, el río Pisuerga –del que toma las aguas- y la carretera nacional 611. Desde aquí hay 75 kilómetros y veinticuatro esclusas hasta Calahorra de Ribas, donde se separan los otros dos ramales. Se pasa por Herrera de Pisuerga, donde la antigua casa del esclusero ha sido rehabilitada como Centro de Interpretación del Canal, y por Frómista, localidad monumental en la que hay que visitar la magistral iglesia románica de San Martín.

Desde Calahorra de Ribas podemos seguir el ramal de Campos, de 78 kilómetros de longitud, que se alimenta de las aguas del río Carrión y termina en Medina de Rioseco. Es el que menos esclusas posee, sólo 7, pues discurre por la zona más llana. En este caso pasaremos por Monzón de Campos, Paredes de Nava (cuya iglesia de Santa Eulalia -interesante mezcla de románico, gótico y renacimiento- acoge el museo Parroquial, con más de 300 piezas de arte religioso) y finalmente Medina de Rioseco, una de las ciudades más prósperas de Castilla en el siglo XVI, a la que se llamó la India Chica por sus riquezas.

Post Canal de Castilla 1

Si en Calahorra tomamos el ramal Sur la ruta nos llevará en nueve kilómetros hasta Palencia, la primera capital que atraviesa el Canal de Castilla, que ofrece un casco urbano agradable y muy tranquilo salpicado de monumentos, entre ellos su célebre catedral. A 54 kilómetros queda Valladolid, la ciudad más importante de la corona de Castilla desde el siglo XII al XV. Aquí murió Cristóbal Colón y nació Felipe II. El palacio Real sirvió de residencia de los monarcas españoles desde Carlos V a Isabel II. Valladolid conserva un patrimonio monumental enorme, que permite un recorrido por todos los estilos y épocas de la historia del arte.

Es también el final del Canal de Castilla y del sueño inconcluso de los monarcas castellanos por crear en su reseco y llano reino una red de canales similar a la de los países de Centroeuropa.

Más información para hacer senderismo, cicloturismo o paseos en canoa o en barco por el Canal de Castilla en: www.canaldecastilla.org

Post Canal de Castilla 3

Post Canal de Castilla 4

Plano Canal de Castilla

Como buen país de roca caliza, España está horadada por cientos de galerías y simas subterráneas. Muchas de estas grutas han sido acondicionadas para la visita turística por la belleza de sus formaciones calcáreas o por el interés de sus pinturas rupestres. En otras se ha procurado no alterar el atractivo natural con luces artificiales por lo que se propone la visita con casco, mono y carburero, como los genuinos espeleólogos. De una u otra manera, la aventura subterránea está asegurada.

 

Soplau

1. El Soplao (Cantabria)

Es una de las joyas de la mancomunidad del Saja-Nansa y la cueva turística más importante de Cantabria. Una generosísima inversión ha permitido acondicionar para las visitas esta cavidad natural, descubierta a principios de siglo pasado cuando se abrían unas galerías en la cercana mina de zinc y plomo de La Florida. El Soplao es un gran libro abierto de geología, con espectaculares formaciones de calcita de todo tipo, forma y color. Se accede por un símil de tren minero a través de la galería minera hasta conectar con la red kárstica y seguir el recorrido (una hora de duración) a pie. 

 

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El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Un blog de viajes para gente viajera en el que tienen cabida todos aquellos destinos, todos aquellos comentarios, todas aquellas valoraciones que no encontrarás en otros medios.

Un espacio abierto a la participación con información diaria y actualizada sobre países y ciudades, alojamientos, transportes, gastronomía, rutas, ideas para ahorrar dinero o para gastárselo en lo mejor en lo que uno puede invertir su tiempo: en viajar. Todo contrastado y analizado en primera persona.

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

Último libro

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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