Más de sesenta millones de litros de agua cayendo cada minuto desde una altura de 107 metros provocan un ruido atronador. Por eso la gente local, que siempre es la más sabia, llama al lugar desde el que estoy escribiendo ahora mismo este post Mosi oa Tunya, el “humo que truena” o lo que es lo mismo, las cataratas Victoria del río Zambeze, uno de los grandísimos espectáculos de la naturaleza africana.
Mi hotel está a más de kilómetro y medio de las cataratas y en el silencio de la noche, aún con la ventana cerrada, oigo el estruendo del Zambeze despeñándose por esa gigantesca grieta de color negro cetrino como si oyera una tormenta de invierno en primera línea de mar. No me extraña que la gran nube de humo blanco que sube de la grieta produjera estupor a los indígenas ndebeles que poblaban la zona y que el primer hombre blanco que llegó por aquí, el explorador y misionero escocés David Livingstone, quedara absolutamente anonadado cuando las viera por primera vez en aquel lejano 16 de noviembre de 1855. Como buen british, las rebautizó con el nombre de su reina, Victoria, importándole un bledo que los ndebeles ya le hubieran puesto un nombre hacía siglos. La estatua de Livinsgtone, uno de mis viajeros más idolatrados, preside la entrada a las cataratas.
Han pasado 158 años desde que el doctor Livingstone-supongo estuvo por aquí y seis desde que yo las vi por primera vez, pero sigo quedando igual de sobrecogido ante la fuerza telúrica que emana de este soberbio salto de agua, de la pureza de los paisajes que forma, de la negritud y profundidad del vacío por el que se cuela y de la belleza que la naturaleza es capaz de crear y que supera –superará siempre- a cualquier intento del humilde ser humano por emularla.
Lo curioso es que no se trata de ningún salto de agua en una montaña. El río Zambeze, el cuarto mayor de África, nace en la frontera entre Zambia y Congo y se desliza de forma cansina y parsimoniosa durante cientos de kilómetros por una planicie de sabana boscosa interminable. Pero hace millones de años un gran movimiento telúrico abrió en este punto, hoy frontera entre Zimbabwe y Zambia, una serie de fallas tectónicas de unos 100 metros de profundidad y varias decenas de ancho que rasgan como un zarpazo de león la piel lisa de esta planicie del África austral. Al tropezarse con la primera de ella, el Zambeze se abalanza hacia el abismo con una fuerza descomunal, sobre todo en esta época de lluvia cuando lleva su máximo caudal, formando las cataratas más largas del mundo (1.700 metros de frente). Luego sigue casi 200 kilómetros más encañonado por el complejo de fallas hasta que se embalsa en el lago Kariba.
Las cataratas Victoria son una muesca obligada en el currículo de todo viajero; el final perfecto para cualquier viaje por el África austral. Y será el final del viaje que estoy preparando por Zimbabwe y Bostwana en camión todoterreno para el próximo septiembre con Cadena Ser Viajes y con el soporte técnico de los camiones que la empresa española Endake tiene en África. Os iré dando más datos por si queréis venir con nosotros.
Datos prácticos para visitar las cataratas Victoria:
El río Zambeze y las cataratas hacen frontera entre Zambia y Zimbabwe, pero la vista bonita y espectacular está del lado zimbabués. La entrada a las cataratas cuesta 30$. El poblado de Victoria Falls, en la parte de Zimbabwe, vive del turismo así que hay todo tipo de servicios. El hotel de mochileros más famoso y con mejor ambiente es el mítico Shoestring Backpakers Lodge, en el que me estoy alojando, un clásico entre la gente joven, muy hippie y muy naïf; la doble cuesta 40$. Clásico también pero en el otro extremo de precio, el colonial Victoria Falls Hotel, construido en 1905 a la vez que la línea de ferrocarril y el puente de hierro que cruza el Zambeze; ideal si quieres deslumbrar a tu pareja aunque las habitaciones guardan la misma decoración que cuando la reina Victoria era mocita. Otros dos hoteles muy buenos pero más asequibles que el anterior y más nuevos: The Kingdom y el Ilala Lodge, ambos a unos minutos a pie de la cataratas. La población por el lado de Zambia se llama Livingstone y es también muy turística; si entras desde allí en la frontera te hacen un visado especial de un día para visitar las cataratas que cuesta 20$ en vez de los 30$ del visado normal de Zimbabwe.