Decía Julio Camba que en todo viaje, la mayoría de lugares que visitamos están llenos de literatura previa que se superpone sin quererlo a nuestra percepción, y que es muy difícil separarlas de la realidad.
Algo así le ocurre al viajero primerizo que aterriza en China. Suele llevar su imaginación repleta de imágenes de esa China tradicional y milenaria que ha idealizado a través del cine, la literatura o la fotografía, con bucólicos pueblecitos de casas de planta baja, hechas con madera y ladrillo y grandes aleros curvos.