27 abr 2015
23 abr 2015
Más allá de los top turísticos ultra famosos (Cuenca y sus casas colgadas, el casco antiguo de Toledo, las lagunas de Ruidera...) la comunidad de Castilla-La Mancha ofrece otro buen montón de atractivos, no tan conocidos a veces, pero igual de sugerentes a la hora de preparar una ruta. Estos son 12 de mis preferidos:
20 abr 2015
Sería una noticia impactante, ¿verdad? Pero tranquilos: el titular es mentira. De ser cierto correrían ríos de tinta en los periódicos durante semanas, se emitirían horas y horas de informativos especiales en todas las televisiones, habría despieces en ellos con pequeñas biografías de todos los fallecidos, el Parlamento Europeo tomaría cartas en el asunto y los gobiernos nacionales también, se cambiarían normas, se establecerían leyes para que esto no volviera a pasar, se revisaría la normativa de cruceros y hasta se modificaría el Padrenuestro o la receta de la Coca-Cola si fuera necesario para que semejante tragedia no se repitiera.
13 abr 2015
Rénald Sanguy, guardián del faro de Eckmühl, enseña la llave que abre la puerta del faro
Segunda y última entrega de la ruta por los faros de Bretaña que acabo de realizar. En esta región francesa llena de acantilados y olas embravecidas hay 82 faros. Pero los más espectaculares se ubican en el extremo occidental, en el departamento de Finistère (el Finisterre francés). Además de los de la isla de Ouessant, de los que hablé en el post anterior, os recomiendo visitar en la costa continental bretona estos otros. Están ordenados de norte a sur:
09 abr 2015
De los 150 faros que hay en Francia, 82 están en Bretaña. Y no por capricho: las costas bretonas son una trampa mortal para los barcos. Por su ubicación es una ruta frecuentada desde los albores de la navegación por infinidad de buques; sin embargo el litoral está lleno de islas, islotes, acantilados, bajos, puntas rocosas y corrientes traicioneras. La mezcla perfecta para construir grandes historias en tono a naufragios y epopeyas marítimas. Si te gustan tanto como a mi los faros y te sientes atraído por los parajes solitarios donde se levantan, no te pierdas esta ruta por los faros de Bretaña. Aquí va la primera entrega:
¿Cómo se hizo esta foto? ¿Murió el farero arrollado por la ola? La pregunta me la hice la primera vez que vi esta impactante imagen a tamaño gigante en un póster en no sé que lugar. Luego la volví a ver cientos de veces en cientos de lugares diferentes, igual que seguro la habréis visto vosotros: es uno de los póster más vendidos en tiendas de decoración y recuerdos.
Y mira por dónde hoy que estoy en la isla francesa de Ouessant, en el Finisterre de Bretaña, me he tropezado sin querer con la historia de esa foto y la del farero que la protagoniza.
El faro se llama La Jument y es una de las linternas de mar más espectaculares de la costa francesa. Está a dos kilómetros aguas adentro de la isla de Ouessant y fue construido entre 1904 y 1911 para señalizar unos peligrosísimos bajos en los que se habían producido multitud de naufragios.
La historia de la foto tiene lugar el 21 de diciembre de 1989. El fotógrafo francés especializado en imágenes de faros Jean Guichard sobrevolaba en helicóptero La Jument un día de fuerte tormenta buscando la foto perfecta de esas gigantescas olas del Atlántico golpeando contra la estructura del faro. Dentro, el farero Theophile Malgorn, que por aquel entonces rondaba la treintena de años, escuchó las repetidas pasadas del helicóptero y pensó que algo raro podía ocurrir; quizá el piloto estaba tratando de ponerse en contacto con él por un naufragio o por algún accidente. Y en una maniobra a todas luces descabellada abrió la puerta para ver qué pasaba.
La acción completa duró apenas unos segundos. Guichard vio a aquel hombre en la puerta y su instinto de fotógrafo le dijo que allí había una composición perfecta: el hombre y la fuerza de la naturaleza. Empezó a disparar en modo ráfaga su cámara casi a la vez que una nueva ola gigante empezaba a abrazar con toneladas de agua embravecida la estructura del faro. En ese mismo instante, el farero Malgorn –asomado al quicio de la puerta- escuchó un trueno seco, como una estampida brutal (el impacto de la ola contra el frente del faro) y supo que había cometido un tremendo error. Tan rápido como abrió volvió a cerrar la puerta, justo una milésima de segundo antes de que la ola lo arrasara todo. Estaba vivo de milagro. En el carrete de Guichard quedaron impresas 9 imágenes –las que al motor de la cámara le dio tiempo a disparar - que le harían famoso de por vida y con las que en 1990 obtendría el segundo premio en el World Press Photo (el primero fue para la célebre foto de un manifestante chino parando él solo una columna de carros de combate en Tianammen).
El farero Theophile Malgorn sigue viviendo en esta isla de Ouessant y no quiere que nadie le vuelva a preguntar por la maldita foto. Me cuentan sus allegados que se cabreó mucho en aquel momento porque le habían puesto en un aprieto mortal de manera irresponsable y además por un tema comercial; él salió a ver qué pasaba por profesionalidad y casi le cuesta la vida. Pero que poco después Guichard lo visitó en su casa, le regaló una foto firmada de aquel “momento decisivo” -que diría Cartier Bresson- y se hicieron muy amigos.
El último farero abandonó La Jument el 26 de julio de 1991. Desde entonces es un faro automático. Theophile es ahora el telecontrolador del faro de Creac’h, también en Ouessant. Los vecinos suelen verlo pasear con sus perros por el sendero que bordea la costa de la isla, con la mirada perdida en el mar bravío que rompen contra estos acantilados, observando la silueta oscura de los faros en los que siendo más joven pasó tremendos ratos de soledad en un cuarto húmedo y oscuro.
Los fareros son (o eran) gente muy especial. Seres solitarios y poco habladores, artistas con todo el tiempo del mundo para escribir, pintar o esculpir. Filósofos de una vida que muy pocos hubieran sido capaces de soportar.
Por eso les resulta difícil adaptarse a una vida sedentaria, controlando un faro delante de un ordenador en un aséptico cuarto con calefacción después de haber sido los últimos románticos del mar; filósofos solitarios que cada noche encendían luces con las que salvar vidas de navegantes anónimos que nunca les conocerían ni tendrían ocasión de agradecérselo. Como Theophile Malgorn.
02 abr 2015
Anochece en Saint-Malo, uno de los principales puertos de la Bretaña. La luz fría y azulada del ocaso imprime un aspecto glacial a los pueblos de esta península francesa donde la vida gira en torno al mar, a las mareas, a las historias de marinos y pescadores y a las tempestades que durante días barren este litoral atormentado. De repente, en una de esas viviendas -tan fría y mortecina como las demás- alguien enciende una luz cálida y un destello de hogar acogedor pinta el lienzo acerado, como un faro de vida en medio de la noche de piedras oscuras. En estos puertos bretones, que saben de tormentas y mareas gigantes, siempre aparece de forma milagrosa y en el último instante una luz cálida para guiar a los marinos hacia puerto seguro.
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Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.
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Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.
Por: Isidoro Merino
Por: José Carlos Capel
Por: Paco Nadal
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