Por fin he llegado al lugar tan especial que venía buscando en este viaje a Papúa, en la isla de Nueva Guinea. Buscaba el extremo sur de la bahía de Cenderawasih, donde se produce uno de los mayores espectáculos del mundo submarino: la gran concentración de tiburones ballena que acuden a comer de las redes de los pescadores.
El tiburón ballena es el pez más grande de la tierra. Pertenece al superorden de los tiburones, pero tiene dimensiones de cetáceo. Puede llegar a alcanzar hasta 18 metros de largo. Por fortuna no tiene dientes (¡sería el Tiranosaurus Rex de los mares!): se alimenta de plancton.
Por eso es el gran viajero pelágico, un vagabundo del profundo azul que pasa la vida deambulando por los mares, abriendo su enorme boca para tragar toneladas de agua y filtrar el plancton que ésta arrastra.
En todos los mares del mundo... menos en este punto concreto de Papúa.
Los pescadores papuanos de la bahía de Cenderawasih practican un original sistema de pesca desde plataformas de madera flotantes llamadas bagangs, parecidas a las bateas gallegas de mejillones, que anclan al fondo de la bahía. Por la noche enciende potentes focos para atraer a las anchoas, que capturan con redes.
Como los pescadores pasan aquí temporadas largas y no tienen sistemas de refrigeración ni posibilidad de enviar las capturas a tierra hasta que cada tres o cuatro días llega una lento prahu indonesio de madera desde Nabire (5 horas de navegación) con cajones con hielo, dejan las redes sumergidas con las anchoas vivas en durante ese tiempo.