Lo más raro son esas monedas. Tengo una en la mano: son 25 centavos de una unidad monetaria que no existe; llamémosla, por llamarla de algún modo, dólar ecuatoriano. Porque Ecuador es el único país donde el legado del ínclito Domingo Felipe Cavallo subsiste y prospera: no tiene moneda propia. En Ecuador todas las transacciones se hacen en dólares: los únicos billetes que existen son los americanos, pero las monedas faltan y el gobierno acuña las suyas, copiadas salvo en el dibujo que las orna: la de 50, por ejemplo, es grandota –tres centímetros–, ceca de númnero, cara de prócer con barbita. También las hay de 25, 10, 5 y 1 centavos; son, queda dicho, monedas de una moneda que no existe; fracciones de dólar americano que no podrían circular en Estados Unidos –porque son ecuatorianas. Y son, al mismo tiempo, escenas de la contradicción: un gobierno tan antiimperialista –en su discurso público– sigue privado del símbolo nacional y el instrumento de poder que constituye una moneda propia, y usa la del Imperio.