Tantos tratan de aprovechar, de una u otra manera, cada Mundial de fútbol. Gobiernos que suponen que los pelotazos les traerán el aire que no tienen, empresarios que intentan usar los días de patriotismo para colocar sus mercancías importadas, amigos aburridos de encontrarse que esperan esos días para encontrarse frente a algo que los haga amigos, barras que parten llenos de la esperanza de volver guita esas entradas que sus jefes dirigentes les dieron para pagarles sus servicios, periodistas que ya no sabemos de qué hablar. Tantos y, ahora, estos del himno. Si nos descuidamos, si nos dejamos otra vez, el Mundial de Brasil puede ser recordado, alguna vez, como el debut de otro discurso infame de la patria.