Uno, por suerte, se equivoca. Pensé que el Alemania-Argelia no valía la pena y estuve a punto de dejarlo pasar. Lo miré por deformación profesional, sin esperanzas; para ir viendo, si acaso, cómo los alemanes se irían convirtiendo en ese equipo intratable que suelen. Y terminé viendo el mejor partido del Mundial.
Tuvo todo: dos equipos lanzados, la máquina contra la voluntad, el ida y vuelta sin cuartel, los toques elegantes, la fuerza sin medida, ocasiones de goles y más goles, las salvadas, dos arqueros increíbles diferentes, un alemán acalambrado, el ramadán. Argelia jugaba uruguayo pero sin mordiscos; Alemania, como es lógico, jugaba alemán –y ninguno de los dos prevalecía. Hasta que un gol muy raro y la fatiga extrema de los musulmanes –que dijeron respetar su ayuno religioso de comida y agua– terminó definiéndolo como la lógica mandaba.
Fue dramático y único y fue, al mismo tiempo, el mejor ejemplo de estos octavos de final. Donde se acabó el juego alegre del principio, el record de goles, esas cosas. Donde el guión se repitió una y otra vez: un equipo “grande” –Alemania, Brasil, Holanda, Francia– que sufre frente a uno más chico que de un modo u otro lo domina o neutraliza, le maneja el partido, lo asusta hasta que por fin en un par de arrebatos el grande pone orden, mete el gol o los goles necesarios, gana. Es, decíamos ayer, el peso de la historia y es, también, la forma en que la diferencia se manifiesta en este fútbol: un equipo al límite aguanta mientras aguanta contra uno superior que sabe que lo es, tiene confianza, y termina por llevárselo. Pero, cada vez, con un susto importante.
En unas horas, Argentina tiene su partido de octavos –y el patrón podría repetirse. Ojalá no. No se sabe cómo jugará. Si fuera político, Alejandro Sabella sería un político democrático –o, dirían algunos, uno acomodaticio. Uno que tiene sus ideas pero es capaz de abandonarlas cuando queda claro que hay una mayoría importante que prefiere otras. Al principio quiso armar un equipo con cinco defensores, tres mediocampistas y dos delanteros y se resignó, frente a la aclamación popular y las quejas de sus muchachos, a jugar el 4-3-3 que todos le pedían. Ahora, cuando ese consenso se rompió por la lesión de Agüero, duda –o vuelve a sus ideas más conservas. Quizá sabe lo que quiere; no termina de dejarlo claro. Así que, con Lavezzi delantero o con Maxi volante, será una Argentina diferente la que tendrá que enfrentar, contra Suiza, el patrón de terror de los octavos.
Hay 1 Comentarios
sólo al azar, cuando en el Mundial del 74 Polonia, una Polonia amateur, bailó y humilló a 3 muy buenas selecciones como Arg, Italia y Brasil...¿de q peso de la historia hablás?¿tn, kg, gr?. Como el peso de la camiseta. Ni q fueran remercúricas, jajajaja
Publicado por: santiago | 01/07/2014 16:48:59