Por: Guillermo Altares24/03/2010
Hay editoriales con las que un lector contrae una deuda de por vida y que, cuando desaparecen, dejan un rastro imborrable en las librerías personales. Una de ellas fue Bruguera y su inolvidable colección de Bolsillo Libro amigo. Allí estaba sencillamente todo lo que un aficionado a la novela pueda desear. No recuerdo si las traducciones era buenas, malas o regulares, pero sí se apelotonan en mi memoria decenas de títulos, desde Italo Calvino a Graham Greene y, sobre todo, la mejor novela negra americana. Y allí estaba, naturalmente, Jim Thompson, del que ahora RBA rescata dos importantes títulos en su Serie negra: Hijo de la ira y El asesino está dentro de mí, que está a punto de llegar a las librerías.
Su obra maestra es 1280 almas, una de las grandes novelas negras de todos los tiempos -Paco Camarasa, el responsable de la estupenda librería barcelonesa Negra y Criminal, la pone muy arriba en su lista de imprescindibles-, que Bertrand Tavernier adaptó al cine ambientada en el Senegal colonial con Philippe Noiret e Isabelle Hupper bajo el título de Coup de torchon.
Autor de casi treinta novelas, Jim Thompson (1906-1977) se ganó la vida como periodista y guionista (escribió dos de las grandes películas de Stanley Kubrick, Atraco perfecto y Senderos de Gloria aunque en ambos casos el genio le robó el crédito) y no llegó a alcanzar nunca la fama literaria en vida (pese a que una de sus obras, La huida, fue llevada al cine por Sam Peckinpah). Sin embargo, poco a poco, sus libros fueron ganando adeptos y prestigio hasta convertirse en clásicos.
Sus novelas están llenas de personajes al límite -el mismo límite en el que transcurrió gran parte de su vida--, son de una violencia terrible y representan una crítica despiadada de la América despiadada en la que creció (una visión llena de ira y de inteligencia, de realismo sin cuartel ni concesiones). Hijo de la ira fue su último libro y destila todos los temas de su obra, mientras que El asesino está dentro de mí, el título lo dice todo, es una de sus obras más conocidas. Adentrarse en el mundo de Jim Thompson no es sencillo y no siempre es agradable, pero desde luego es apasionante: es más que una experiencia literaria, es una extraordinaria experiencia humana.
comentarios 16
Publicado por: Tarik Carson 24/03/2010
Interesantísimos e inteligentes todos estos comentarios sobre Jim Thompson, sobre todo el hecho aberrante de la separación de géneros literarios de primera y segunda. Cuando en verdad solamente hay tres, buenos, malos y mediocres.
Por fortuna ya no se menciona solamente a Chandler y a Hammet, sino que se trae a memoria a otros tan espléndidos como ellos. V.G: David Goodis, Chester Himes, Jim Thompson, Ross Macdonald, Michael Connelly, James Ellroy (cuando escribe normalmente), y no muchos más.
PERO EXISTE UN GRANDE DE VERDAD TAMBIÉN QUE NO VEO MENCIONADO POR ACÁ. Y ES CHARLES WILLIAMS.
EN MI OPINIÓN, DE LO MEJOR EN LOS POCOS LIBROS TRADUCIDOS (al parecer no tuvo una gran producción). Y como los susodichos, un gran artista, con el mismo estilo ágil, entretenido, depurado de ripios inútiles, y de profundo análisis social (lo que antiguamente daba la patente de gran literatura, o de literatura canóniga, etc.).
Dable es observar el gran estilo que los unifica, y que hace que aún podamos leer en esta época desquiciada que vivimos. Es decir, el estilo potable, rápido, limpio, llenos de acción dialogada, libre de toda grasa y jarabe, y profundamente crítico de la realidad. Según Hemingway, venía de Mark Twain, y pasó por él, por Sherood Anderson, por Scott Fitzgerald, por Salinger, por Philip Dick, por Bradbury, por F. Brown. Y en Francia hubo alguno, como Patrick Manchette, si no recuerdo mal.
Cuando hay tan poco tiempo libre, por los zafarranchos económicos, agradecemos esa escritura entretenida, depurada, concisa al máximo, y no menos profundamente crítica de la porquería que nos inunda. Y con arte.