Por: Elisa Silió15/04/2010
Miguel Delibes era amigo de la tertulia de unos pocos, le angustiaban las masas. Así que acudir al homenaje póstumo que le brinda hoy la Academia en Madrid, al que se esperan acudan 300 personas comandadas por los Reyes, hubiese requerido un proceso de adaptación al medio de días. Su querido Valladolid era para él “un aparcamiento” y la capital “uno cuatro veces mayor”. Pero desde su butacón, curioso hasta la saciedad como era –de no pegar la oreja nunca hubiese dado voz al Azarías-, hubiese disfrutado de todos los detalles: ¿Quién ha ido? ¿Qué ha dicho? ¡Que estaba Menganito!
Le recuerda la Academia a la qué él, siempre un agonías, dudó poder entrar. Así se lo expresó por carta a su amigo y editor José Vergés poco antes de la votación de ingreso en 1973: “No cantes victoria demasiado pronto. Estas cosas son complicadas y hay quien tiene compromisos hasta el 2000. (…) Luego está mi indisciplina; he sustituido las visitas protocolarias por unas cartas y no sé cómo caerá esa novedad”. Su presencia fue discreta y no muy fructífera. “Llevé 30 nombres de pájaros que no están en el diccionario, y uno me dijo: el diccionario no es un tratado de ornitología”, contó hace 20 años en este periódico. En 1996 fue por última vez a la Academia. Un año después le diagnosticarían el cáncer que le mantuvo desde entonces enclaustrado. Pero desde su casa seguía los avances de la nueva gramática y, pese a su mal estado de salud, accedió a grabar en noviembre un vídeo para su presentación.
La Academia se une a otros homenajes menos solemnes pero que, sin duda, le hubiesen emocionado de igual manera. Le rememoran en colegios, embajadas, bibliotecas o asociaciones culturales. En Sevilla un pergamino y unas sencillas flores descansaron en cada asiento de un sentido acto; en Molledo, sus vecinos han leído en alto El camino, ambientado en el pueblo; miles de lectores de toda España han agotado las existencias de sus obras en formato bolsillo en muchas librerías y el naturalista Joaquín Araujo, un ejemplo más, ha plantado en Cáceres 89 árboles, uno por cada año de su vida. Crecerán en el campo, su medio natural.
comentarios 8
Publicado por: Javier 15/04/2010
Elisa, el fallecimiento de tu abuelo me descubrió una periodista con los buenos mimbres de la narrativa que Delibes hizo prender en tantas personas, algunos de ellos periodistas, que disfrutabamos de su lectura pero que nos agobiaba la incapacidad para contar lo que vemos con la precisión cirujana con la que D. Miguel operaba con las palabras.
A tú abuelo le debo ,solo es un ejemplo, el descrubimiento de mis propias emociones dormidas que despertaron una tarde de verano en Nerja , donde la mirada se fué nublando a medida que llegaba al final de "Señora de rojo sobre fondo gris", no recuerdo un surtidor de lagrimas propias igual, ni cuando tuve que despedir a las personas que mas he querido.