Por: Guillermo Altares03/04/2010
"Vietnam fue lo que tuvimos en vez de una infancia feliz", escribe Michael Herr en Despachos de guerra, una de las obras maestras del periodismo bélico (y del periodismo a secas). En La guerra de todos nosotros, el libro que Manu Leguineche dedicó al conflicto en el sureste asiático, el maestro también recuerda la mítica frase, que simboliza aquella guerra absurda donde los viajes de LSD se mezclaban con los viajes reales al fondo del infierno de la selva. "Madre, no te imaginas cuanto puede envejecer un hombre en una sola patrulla", reflexionaba un soldado en el impresionante documental Cartas desde Vietnam. Ahora que parece que el cadáver de Sean Flynn, el hijo de Errol Flynn, desaparecido en Camboya hace 40 años, ha sido localizado (todavía faltan las pruebas de ADN), es inevitable recordar estos dos libros. Y la primera pregunta que uno debe hacerse es cómo es posible que dos obras fundamentales del periodismo español del siglo XX, La guerra de todos nosotros y El camino más corto, dos libros de Leguineche que han despertado decenas de vocaciones periodísticas, estén descatalogados; sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de títulos que se publican cada año, ante lo cual no queda menos que exclamar que es increíble que no haya algún hueco para ellos.
Ahora Manu Leguineche escruta el horizonte desde su casa de la Alcarria, cansado pero nunca vencido (el año pasado, cuando le rindieron un homenaje en Segovia durante el premio Cirilo Rodríguez exclamó: "Estoy aquí para demostrar que todas las guerras están perdidas"); pero fue el mejor reportero español, el jefe de la tribu (junto a Enrique Meneses). Y, como no podía ser de otra forma, estuvo en Vietnam: de aquellos años surgieron una serie de reportajes inolvidables (RTVE guarda en sus archivos una entrevista que le hizo Diego Carcedo con Saigón a punto de caer) y ese libro, que se puede rastrear en las librerías de viejo. Tanto Michael Herr (guionista de Apocalypse Now y de La chaqueta metálica) como Manu fueron buenos amigos de Sean Flynn y ambos le retratan en sus reportajes sobre Vietnam.
"Un día, Sean, el hijo de Errol Flynn, apareció, sudoroso, polvoriento, pero radiante en la terraza del Continental. Traía un scoop, unas fotografías en exclusiva. La patrulla con la que viajaba descubrió a los soldados surcoreanos, aliados de los Estados Unidos, que habían colgado de los árboles cabeza abajo a los prisioneros del Vietcong y los despellejaban con cuchillas de afeitar. Las fotografías no eran de gran calidad, Sean nunca fue Cartier Bresson, pero resultaban espeluznantes", comienza Manu su retrato del fotógrafo que acabó engullido por la selva en Camboya y por la locura de la guerra. "Sean era un tipo curioso, caprichoso, deseoso de madurar, de cabalgar sobre un tigre. El representante de una generación que interpretaba lúcidamente la guerra", prosigue Manu.
Su retrato refleja a un tipo valiente, harto de ser el hijo del Capitán Blood, dispuesto a ganarse una reputación más allá de la fama de su padre, un periodista que pagó con su vida su atracción fatal por el conflicto. "La guerra les fascinaba. Era para ellos como un escenario infantil en una mañana de reyes", continúa Manu, que también habla de Dana Stone, desaparecido con Sean en la selva. "Un mundo pluridimensional de mecanos, puentes metálicos, carros de combate, tanques anfibios convertidos ahora en realidad, en tecnología de guerra a gran escala".
Con textos de Horst Faas y el mítico Tim Page, que ha participado en las excavaciones que han llevado a localizar el cuerpo de Sean Flynn ("Recuerdo que le conocí cuando tenía 20 años y pensé que me hubiese gustado conocerle cuando aún era joven", dice de él Michael Herr en sus Despachos), se publicó hace años un impresionante libro de fotos: Réquiem, que reunía imágenes de todos los fotógrafos que murieron en Vietnam. Cuando se cumplen 35 años de la caída de Saigón (el 30 de abril de 1975, como recuerda The New York Times en su Book Review de este fin de semana), es buen momento para recordar a los que se dejaron la piel en aquella guerra. Y también para homenajear al maestro de todos nosotros, a Manu, que estuvo allí, que siempre estuvo allí donde había acción y hacía falta un reportero.
(Imagen: Manu Leguineche, en el jardín de su casa de La Alcarría, fotografiado por Luis Magán)
comentarios 8
Publicado por: ivo urrunaga 03/04/2010
He tenido la suerte de conseguir en una librería de viejo aquí en Lima dos libros de Leguineche: Sobre El Volcán y La guerra de todos nosotros (ambos de 1985 y en edición de Plaza y Plaza y Janés). Eso si, caros, a 2o euros cada uno.