Por: Ángela Molina10/05/2010
En su ensayo Estética Relacional, publicado en 1998, el comisario francés Nicolas Bourriaud describió la obra de artistas como Félix González Torres, Liam Gillick (en la foto, una instalación suya en al Palais de Tokyo de París), Rirkrit Tiravanija, Carsten Holler y otros como un “campo de escenificación social” donde lo fundamental tiene que ver con lo interactivo y las facilidades para el usuario que entra en el tablero del ajedrez del arte. No cabe duda de que el “cubo blanco” y las “cajas negras” (black box) de los museos aportan ocasiones diversas para nuevas formas de consumo. ¿El aura de las obras de arte se desplazó hacia su público? Tirarse por un tobogán, almorzar en un museo con platos elaborados a base de sopas chinas deshidratadas o llenarse los bolsillos de caramelos no implica que el público pase de consumidor pasivo a ser coproductor y protagonista de la obra de arte, como querría Bourriaud, pues en ese acto supuestamente aurático no existe un intercambio de conocimiento, ni conflicto, ni peguntas, más bien el espectador se limita a un único juego de significaciones previamente cerradas que le convierten en un sujeto sin emancipar… La regresión a un universo infantil.
La interactividad sería, en este caso, interpasividad, un diagnóstico que compartieron los cuatro teóricos invitados por el historiador y catedrático de la Universidad de Columbia (Nueva York) Alexander Alberro en el transcurso del Simposio Internacional “¿Qué es el arte contemporáneo hoy”, que tuvo lugar hace unos días en Pamplona y Madrid, organizado por la Cátedra Jorge Oteiza de la Universidad Pública de Navarra y la Fundación Ankaria.
Sobre la interactividad en los centros de arte y el interés por los espacios de intercambio social (la llamada estética Palais de Tokyo) la especialista en archivos Andrea Giunta señala que ante el anuncio de la democratización total de los documentos en la forma de un archivo universal para la nueva era tecnológica, es necesario que los usuarios –público, artistas, comisarios- los utilicen como memoria, objeto de inspiración, provocación, metáforas poderosas o promesas de transparencia de la historia. Un uso responsable de las fuentes de la historia evitaría la tendencia a la interpasividad que promueve un Sistema que utiliza la información y su codificación para el control y no para el conocimiento.
La filósofa alemana Juliane Rebentisch sostiene que vivimos en una cultura de acontecimientos, más allá de todo desarrollo histórico. Pamela Lee, historiadora en Standford (California), y Terry Smith, desde la Universidad de Pittsburg, abogan por la interacción entre culturas, lo que nos permitiría hablar de una nueva fase contemporánea en la Historia del Arte, y opinan que cierto arte participativo actual ha sido capaz de perturbar las premisas utópicas y democratizadoras desarrolladas durante la etapa del conceptual en los sesenta.
Mientras el grado cooperativo crece cuantitativamente en todos los vectores de la comunicación, parecería que en el arte esa “democracia interactiva” sería una ilusión. O aplastados por la contemplación o anulados por la hiperinformación. ¿Ciberdeterminismo?comentarios 17
Publicado por: pedro requejo 10/05/2010
No puede ser que para mirar Arte haga falta una enciclopedia o San Google.
Hay que hacer arte para humanizar el hombre alienado por tanta artificialidad.
El arte no se puede quedar en metáforas literarias y juegos de palabras.
los Museos y curadores, comisarios, asfixian al artista con conceptos esterilizadores y se irritan ante el talento, sospechando del virtuosismo y de la espontaneidad, se niegan a agachar la cerviz ante el mensajero divino del verdadero arte.