Por: Babelia Mundial de Fútbol14/06/2010
MANUEL JORGE MARMELO sigue a la selección de Portugal
A las puertas de iniciarse la participación de Portugal en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica, pienso en el título de una novela del brasileño Moacyr Scliar, El ejército de un solo hombre, y lo veo hecho de la misma carne que Cristiano Ronaldo, aquel que tiene a sus espaldas todas las esperanzas de un país. Estarán, es cierto, diez más en el campo, pero todo parece pendiente de las dos piernas de un chaval que, por más valiente que sea y por más rápido que corra, sigue siendo un chaval y no un hacedor de milagros, ni tampoco un profeta o un dios. Puede manipular el balón con los pies como si lo hiciera un funámbulo con las manos, y para protagonizar una película de publicidad y hasta para hablar con Homer Simpson, pero nada garantiza que sea suficiente para ganar un Mundial.
Todos recordamos a otros jugadores geniales que fueron capaces de crear la ilusión de que lo han hecho ellos solos; pero Pelé, Maradona, Ronaldinho y Zidane no estuvieron sin ayuda. Los asistían otros enormes jugadores, un Kempes, un Valdano, un Garrincha, un Romário, un Vieira, y sustituir al genio cuando se quedaba fatigado. Pero Portugal, sin Nani y con Deco transformado en una incógnita, es un equipo formado por jugadores sin brillo y todavía incapaz de enseñar una idea de lo que puede ser su juego — y luego condenada a esperar a que Ronaldo lo solucione todo, como si el madridista fuera una especie de eucalipto que no autoriza que nadie florezca alrededor. Puesto así, parece la receta para el fracaso, pero es posible que, si no se ocupa de otras vanidades extrafutbolísticas, desde luego por la contemplación de su propia imagen en las pantallas de los estadios, Ronaldo sea capaz de disfrazar la banalidad del equipo y, tal vez, de hacer que los otros parezcan mejores de lo que, de hecho, son. Eso, sí, sería un Ronaldo influyente y a la altura del título de mejor del mundo.
No creo en esto. Más deprisa creería que, si Ronaldo no existiera, Carvalho, Alves, Coentrão, Miguel, Meireles, Deco, Mendes, Pepe, Almeida, Dani e Simão fueran capaces de crear un tipo de fútbol solidario, de pura filigrana, esfuerzo y clase, como el de Oporto cuando ganó la Champions en 2004. Pero Ronaldo está ahí y a los otros les toca organizarse alrededor del niño-prodigio, verle correr como un galgo y esperar lo que les quede.
El fútbol siempre tiene algo de paradójico. Mañana, Portugal jugará con Costa de Marfil, uno de los mejores equipos de África y, para prepararse, enfrentó tres equipos africanos, Cabo Verde, Camerún (con Eto’o expulsado desde temprano) y Mozambique. En ningún caso ha enfrentado un verdadero examen y nadie puede saber lo que pueden jugar once de aquellos jugadores en un partido de verdad. La selección ganó los tres partidos, pero, con o sin Ronaldo, su fútbol ha sido pobre, sin color, desolado como un día gris o un ejército empujado a una guerra que no entiende ni quiere combatir. Lo pienso y, ahora mismo, me parece que no estaría mal si Cristiano Ronaldo fuera eso capitán Birobidján, el solitario y quijotesco personaje de la novela de Scliar; que Ronaldo tuviera un sueño y una utopía. Y que eso fuese suficiente para transformar a los diez Sancho Panza en una máquina de jugar la pelota. Pero el niño-prodigio tiene menos de Quijote y de Birobidján, y más de Narciso, el que está enamorado de el mismo y espera que el mundo se mueva a su alrededor.
comentarios 22
Publicado por: POSIBLES ALINEACIONES 14/06/2010
Que buenos recuerdos el mundial de sudáfrica, ¿cuanto tiempo volveremos a vivir los españoles algo parecido? me temo que bastatne tiempo.