Por: Babelia Mundial de Fútbol07/07/2010
DOMINGO VILLAR sigue a la selección española
Tengo miedo a volar. Para vencerlo no he conocido remedio mejor que visitar la cabina durante un viaje movido. En una ocasión, cuando las cabinas no eran búnkeres, un piloto se apiadó de mi pánico durante un vuelo turbulento y me invitó a acompañarle. Resultó ser mano de santo. Más que la panorámica o la conversación distendida del comandante me serenó comprobar que el copiloto no levantaba la vista de su periódico, tan ajeno a mi presencia como a los bandazos del avión. Cuando regresé a mi asiento no había rastro de mi inquietud. Se había desvanecido en la indiferencia de aquel aviador experto.
Algo similar me ha sucedido con el partido de hoy. Llevo desde el domingo inquieto y, la verdad, los que me rodean ayudan poco. Allí donde voy sólo oigo hablar de la baja forma de Torres, del peroné de Cesc y de esos alemanes que perseveran en endilgar cuatro goles a quien se les pone por delante. Que si Klose, que si Özil, que si ese otro al que ahora le ha echado el ojo Florentino (vaya ojo tiene, por cierto, alguien debería regalarle un tulipán). El caso es que demasiada gente teme que las semifinales produzcan vértigo en los nuestros, desacostumbrados a tanta altitud, a una oportunidad que difícilmente volverá a presentarse otra vez.
Sin embargo, uno oye hablar a Del Bosque y a Xavi, los pilotos del equipo, y los temores se esfuman. Los tipos que gobiernan la nave se mantienen templados, disfrutan del viaje y sólo parecen tener una obsesión: ganar hoy para poder ganar la final. Y lo dicen sin mirar de lado al rival sino de frente, con respeto y prudencia. Saben que no será fácil. La hazaña es de aúpa y el fútbol no está exento de azar, pero confían en el juego que los ha conducido hasta aquí, en el equipo que ha amaestrado la pelota.
Como explicaba el zorro al Principito, cuando un animal se domestica distingue el ruido de los pasos de su dueño y los sigue como a la música, mientras todos los demás pasos le hacen esconderse bajo tierra. Y aunque últimamente los alemanes también han tratado de adiestrar la pelota, esperemos reconozca a los nuestros, y que no la explote el exceso de ilusión ni la ahuyenten los disparos enemigos.
No sé si esta noche por España jugará Torres, Silva o Cesc. Yo pondría a Marchena si es cierto que con él en el campo el equipo no pierde. A estas alturas poco me importan las formas. Sólo espero que este equipo pueda disputar la final que merece. Por humilde y osado. Y que nosotros podamos gritar gol otra vez y comprobar cómo es esa emoción que sólo hemos visto brillar en los ojos de otros.
*Domingo Villar (Vigo, 1971), La playa de los ahogados (Ediciones Siruela, 2009).
comentarios 13
Publicado por: oposicionesinstitucionespenitenciarias.info 07/07/2010
.