Por: Winston Manrique Sabogal12/08/2010
"Estaba tan contento de haber conseguido escapar de John el Largo, que empecé a disfrutar y a mirar a mi alrededor con cierto interés aquel lugar desconocido en el que me encontraba.
Habia atravesado una ciénaga llena de sauces, juncos y extraños y exóticos árboles palustres y había alcanzado la linde de un calvero ondulado y arenoso, de aproximadamente una milla de largo, salpicado con unos cuantos pinos y un gran númeo de árboles retorcidos, bastante parcidos al roble, aunque de hojas más pálidas, como las de los sauces. En el extremo opuesto del calvero se elevaba uno de los cerros, con sus dos picachos escarpados de extraña silueta que relucían al sol"...
Así se produce el verdadero desembarco de la aventura que Robert Louis Stevenson (Escocia, 1850-Samoa, 1894) tiene preparada para el joven Jim Hawkins y para los lectores a través de La isla del tesoro. Esa emocionante historia que desde las primeras páginas nos traslada a un lugar donde el verano se ha quedado para siempre. ¡Bendito! Porque su lectura es un pasadizo a vivir un verano tropical cada vez que queramos. Con el libro vamos siguiendo las peripecias del joven Jim, que va detrás de un tesoro mientras esquiva y se enfrenta a traidores, rufianes, piratas y filibusteros; al tiempo que vamos descubriendo cómo es y qué puebla un lugar de perpetua calidez donde la naturaleza brota por todas partes, y con ella los escondrijos para los miedos. Con esta búsqueda del tesoro más famoso de la literatura, el blog de Babelia avanza en su ruta de Veranos literarios al ofrecer un viaje, no de polizón, sino en la proa y junto al joven Jim asombrado de lo que ve en la isla; ¡miradlo!, ahí está, y nos dice algo:
"Por primera vez sentí la emoción del explorador. La isla estaba desierta; había dejado atrás a mis compañeros de barco y frente a mí no tenía más que fieras y aves. Anduve de un lado para otro por entre los árboles; de trecho en trecho florecían plantas que me eran desconocidas; vi algunas serpientes; una de ellas asomó la cabeza por detrás de una roca y siseó, emitiendo un sonido que se parecía al de una peonza al girar. Estaba lejos de suponer que se trataba de un enemigo mortal, y aquel sonido, el del famoso cascabel"...
Veranos literarios
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comentarios 9
Publicado por: Anavarven 12/08/2010
cada uno nos quedamos con una parte del tesoro y cada uno lo utilizó según su forma de ser... aún oigo las palabras de ... gritando Doblones de oro doblones de oro!
magnifica realidad de la moral y de la ilusión de un sombreo que no tuvo dueño y fue expoliado tantas veces buscando eltesoro!
muy bello el libro