Por: Winston Manrique Sabogal19/11/2010
Tolstói, Dostoievski, Leskov, Chéjov, Gogol, Turguénev, Shólojov, Gorki, Pasternak y Aksiónov. La sola mención de cada uno de estos nombres rusos me hace un poco más feliz porque están ligados a momentos maravillosos de lectura. Las historias que escribieron forman parte de mis recuerdos y de su contribución a mi comprensión del mundo, de las personas, de la sociedad, de la Historia, de la condición humana y de mí mismo. De la vida. Les debo mucho, como a otros escritores, con los que he sido feliz mientras aprendía. Pues ahora esa felicidad se renueva y se refuerza porque todos estos autores rusos están siendo vertidos al español directamente de su idioma original. La mayoría de las versiones que hemos leído son traducciones del francés, del alemán o del inglés, lo que significa que muchas cosas se quedaron en el camino. Ahora con las traducciones directas, varias de esas obras me parecen nuevas, pasajes que se me revelan desconocidos e incluso sentimientos y actitudes de los personajes me sorprenden. La esencia estética e intelectual de la obra que conocí sigue ahí, inamovible e inalterable, pero algunas imágenes y emociones transmitidas afloran como si fuera la primera vez que las leo.
Es un momento de celebracion al que Babelia dedica su portada. Ha sido un trabajo largo y lento para llegar hasta aquí, por eso es una buena oportunidad para aplaudir a las editoriales por este esfuerzo, al igual que a los traductores por el gran trabajo. Un hecho que se nota este año a la luz de dos conmemoraciones: los 150 años del nacimiento de Anton Chéjov (a quien Babelia dedicó una portada en agosto) y del centenario de la muerte de Leon Tolstói (al que rendí homenaje ayer en una entrada en este blog).
Y termino este artículo con el final del primer capítulo de Una familia venida a menos, de Leskov, que presagia la aventura de la vida y de la sociedad rusa del siglo XIX:
"Han pasado ya muchos años de aquellas parrafadas de la abuela. La última vez que se las escuché fue en el cuarenta y ocho, apenas un año antes de su muerte, y debo decir que cuando la oí decir entonces en tono de reproche que "son pocos los que se respetan a sí mismos como personas", supe, por muy niña que yo fuera entonces, que tenía ante mí a una de esas personas que se respetan a sí mismas.
Es de ella, de mi abuela, de quien intentaré narrar aquí todo lo que retuvo mi memoria".
Si en la entrada del blog de ayer escribí sobre Tolstói e invité a comentar sus obras preferidas, hoy hago la misma invitación pero sobre autores rusos. Una manera de intercambiar opiniones y percepciones de grandes narradores.
Imágenes: El baño del caballo rojo (1912), de Kuzma Petrov-Vodkin, Winter Landscape, de Aleksei Savrasov, y Chica con ropa lavada en el yugo (1874), de I. N. Kramskoï.
comentarios 6
Publicado por: nena 19/11/2010
Qué más literatura rusa recibiría yo que viví con ella toda mi vida en Cuba durante mi niñez y adolescencia. Así como el cine. Grandes tomos me hube de leer y no me arrepiento. Fue maravilloso.