Por: Winston Manrique Sabogal30/04/2011
"A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad".
Esto es Sabato. Esto es El túnel. Esto es literatura. Y VIDA.
Con este fragmento de El túnel rindo homenaje al escritor argentino Ernesto Sabato que acaba de fallecer en Santos Lugares, Argentina, a los 99 años. Nacido en Buenos Aires el 24 de junio de 1911, Sábato fue uno de los más importantes escritores en lengua española del siglo XX. Un hombre comprometido con su país, la sociedad y la creación artística antes que con su propio ejercicio de escritura. En América Latina, en Colombia, de donde soy, libros suyos como El túnel (1948) y Sobre Héroes y tumbas (1961) eran, y espero que hayan seguido siendo, lecturas del colegio entre 13 y 16 años. Fue distinguido con muchos premios, incluido el Cervantes en 1984.
Otra de sus novelas se titula Abaddón el exterminador (1974). Entre sus ensayos figuran Uno y el universo (1945), Hombres y engranajes (1951), El rostro del peronismo (1956), Tango discusión y clave (1963), Romance de la muerte de Juan Lavalle. Cantar de gesta (1966), La cultura en la encrucijada nacional (1973), Apologías y rechazos (1979), Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (1985), Antes del fin (1998) y España en los diarios de mi vejez (2004). En este enlace puede leer un framgento de su libro Antes del fin, relacionada con la infancia del escritor argentino.
Anterior a la generación del boom latinoamericano, Ernesto Sabato fue un clásico de las letras argentinas y una referencia del pensamiento y la defensa de los derechos humanos. Solitario guardián de valores que veía en riesgo.
Sobre la presencia o pertenencia de Sábato al dichoso Boom, José Donoso en su extraordinario libro Historia personal del Boom, dice: "Ángel Rama dictaminó que el verdadero boom tenía sólo cuatro sillas fijas: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, y una silla más, movible, ocupada alternativamente por Ernesto Sábato y por el que esto escribe". Pero da igual, porque tanto Sabato como Donoso son tan buenos que no necesitan que les matriculen en ningún grupo. Más adelante, Donoso escribe: "Ernesto Sábato, en cambio, parece estar donde siempre ha estado: en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires. De todos, es el único que no viajó, el único que no escribió sus grandes novelas en el extranjeto como todos los demás integrantes de este grupo, que lo hicieron como recuperación de un espacio y de un tiempo del que estaban separados. "No puedo ir a hacerte una visita en Calaceite", me telefoneó hace algunos años desde Barcelona, durante los momentos de las más cruentas luchas políticas argentinas: "No tengo tiempo. Tengo que regresar ahora mismo a Buenos Aires. Allá me necesitan. Tú sabes que allá yo represento una posiicón muy importante". Es verdad que Sábato siempre ha presentado una admirable posición de lucha contra las dictaduras". Y continúa: "El hecho es que de tanto representar pensamientos de importancia, la ya larga carrera de Sabato tiene, a lo qu eparecieran años luz una de la otra, pocas novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador. No más. Tiene demasiadas cpsas que ser y pensar y representar para conformarse con ser sólo un novelista". Sí. Su compromiso era más con la sociedad y sus ideas de manera más directa con la sociedad.
El túnel fue el primer libro que leí de un latinoamericano, fuera de los colombianos porque soy de allí. Tenía unos 13 o 14 años cuando una noche, sentados en el andén de la casa de unos amigos, al frescor de un par de almendros, mi amiga Lupe Prada, dos años mayor y por delante en el colegio, me contó entusiasmada que estaba leyendo una novela que le habían dejado de lectura. ¿Cuáles es?, le pregunté. Y contestó al instante: "El túnel", y sus labios pronunciaron esa U de manera tan alegre y cavernosa que ahora mismo la estoy escuchando. Entonces, allí sentados en la calle, me contó la novela como si fuera un cuento largo. "¿Cómo es que se llama el escritor?", le pregunté yo varias veces. "Sabato", contestaba ella, y seguía con la historia. Pocos días después ella terminó de leer el libro y me lo prestó. Y así, en varias ocasiones, protegidos por los almendros que sombreaban el andén del caluroso sol eterno de mi ciudad, y a cien metros del río Magdalena, hablábamos de lo que ese tal Sabato, a quien no le poníamos cara y nos daba igual de donde era, quería decir en algunos pasajes, especulábamos, y teníamos nuestras propias teorías centradas, sobre todo, en el tema del amor y la metamorfosis de los sentimientos que fue lo primero que vimos en la novela. Después hablamos de algunas de las cosas que se llamaban, sin que aún lo supiéramos, existencialismo, la búsqueda de la verdad, lo oscuro del alma humana, del lado sombrío que acompaña a los sentimientos, de una parte de eso que se ha dado en llamar Condición humana. Pero, entonces, lo primero que vimos en nuestro El túnel fue el amor, su laberinto y su posible tranformación en odio y dolor, en esa pareja llamada María Iribarne y Juan Pablo Castel.
Ahora voy a recuperar algunas de las ideas de Ernesto Sabato sobre arte, cultura y literatura recogidas en su libro El escritor y sus fantasmas. Un mapa de su concepción de la vida, el mundo y la creación:
"La tarea central de la novelística de hoy es la indagación del hombre, lo que equivale a decir que es la indagación del Mal. El hombre real no existe desde la caída. No existe sin el demonio: Dios no basta".
"Una sociedad que entra en la crisis de sus ideales es como para el niño el fin de su adolescencia: el absoluto se ha roto en pedazos y el alma queda ante la desesperación o el nihilismo".
"La literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma -quizá la más completa y profunda- de examinar la condición humana".
"A lo largo de la historia pueden observarse dos tipos de vicisitudes en el arte: las que resultan o froman parte de la dinámica interna, tales como la lucha entre capillas y escuelas, el cansancio de tendencia, el agotamiento de ciertas formas o procedimientos, la reitraa tendencia del parricidio; y las que forman parte de las grandes estructuras históricas, estructuras que involucran una determinada concepción de la existencia, un ethos, una metafísica: la del hombre religioso del Medioevo, la del profano burgués del Renacimiento, la del hombre de nuestro tiempo".
"La novela debía ser una épica moderna, y como toda épica exigiría la desaparición total del narrador".
"En nuestro tiempo solo lo sgrandes e insobornables artistas son los herederos del mito y de la magia, son los que guardan en el cofre de su noche y de su imaginación aquella reserva básica de ser humano, a través de estos siglos de bárbara enajenación que soportamos".
"A la novela le es aplicable lo que Jaspers dice de la existencia.
La existencia es una conquista. Su modo de ser esencial es 'estar en impulso'. Su tirmo propio es la crisis. Es un perpetuo movimiento de flujo y reflujo, de fracaso y victoria. Solo puede irse al reposo por la angustia, al abandono por el desafío, a la creencia por el escándalo. La vida espiritual es aan continua tempestad de antinomias, cuyos términos tan pronto se estrellan entre sí como se separan hasta la ruptura. El existente tiene que mantener los contrarios unidos en un esfuerzo de dolorosa tensión, jamás resuelta".
"¿Qué es un creador? Es un hombre que en algo prefectamente conocido encuentra aspectos desconocidos. Pero, sobre todo, es un exagerado".
Y podría seguir, pero mejor, no. Sólo me queda dar las gracias a Sabato por haberme abierto una puerta de la literatura y la reflexión desde aquella noche aún viva con mi amiga Lupe bajo dos almendros, mecidos por las brisas del río Magdalena y encargados de proteger del sol el andén en el que nos sentábamos para reírnos y empezar a hacernos adultos.
La literatura como malestar en el mundo, por Ernesto Ayala-Dip
Foto. Ernesto Sabato fotografiado por DAniel Mordzinski.
PD: Este post no ha terminado, lo estoy escribiendo sobre la marcha.
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Publicado por: Guillermo Morán 30/04/2011
"Ernesto Sábato, en cambio, parece estar donde siempre ha estado: en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires. De todos, es el único que no viajó, el único que no escribió sus grandes novelas en el extranjeto como todos los demás integrantes de este grupo, que lo hicieron como recuperación de un espacio y de un tiempo del que estaban separados."
Unos días antes de su muerte, comencé a leer una de sus memorias "Antes del fin". Este libro nos ilustra que Sabato no estuvo siempre en Santos Lugares, sino que viajó numerosas veces a Europa. Sabato tiene una vida amplísima y es dueño de un pensamiento imprescindible para los latinoamericanos. Un testimonio suyo que vale la pena conocer:
"Una novela profunda surge frente a situaciones límite de la existencia, dolorosas encrucijadas en que intuimos la insoslayable presencia de la muerte. En medio de un temblor existencial, la obra es nuestro intento, jamás del todo logrado, por reconquistar la unidad inefable de la vida. A través de la angustia, en una máquina portátil comencé a escribir de manera afiebrada la historia de un pintor que desesperadamente intenta comunicarse."