Por: Fietta Jarque07/07/2011
El 24 de julio de 1911 un joven explorador estadounidense llamado Hiram Bingham se paseaba presa del asombro y el desconcierto, entre las ruinas de una antigua ciudadela inca situada entre los empinados montes llamados Machu Picchu (montaña vieja en quechua) y Huayna Picchu (montaña joven), a unas pocas jornadas a pie desde Cusco. En uno de los macizos y finamente construidos muros encontró escrito con un trozo de carbón lo siguiente: Agustín Lizárraga 14 de julio de 1902. No, definitivamente él no era el primero en visitar esta ciudad escondida y así lo consignó en su diario, recogido en el libro que publicó hace unos años su hijo Alfred. Pero luego se fue convenciendo a si mismo de que sí, que se trataba de unas ruinas de gran importancia y de qué había que emprender una investigación científica que lo diera a conocer al mundo. Hoy han empezado las celebraciones del centenario del descubrimiento de Machu Picchu por Hiram Bingham, pero ¿debe atribuirsele ese mérito?
Agustín Lizárraga estuvo allí. Las historiadoras Yasmina López Lenci y Mariana Mould de Pease se han encargado de reconstruir la historia de este hombre que no solo estuvo en varias ocasiones sino que llevó a otras personas a reconocer esas extrañas construcciones. No llegó a comunicarlos a autoridades académicas u oficiales. Murió en una de esas excursiones, ahogado en el río Urubamba. ¿Fue él el descubridor de Machu Picchu? Hubo otros más.
La Biblioteca Nacional del Perú (BNP), en Lima, tiene estos días una exposición titulada Descubriendo Machu Picchu. En ella se incluyen los mapas recientemente hallados entre sus archivos (ilustración superior), de un alemán llamado Augusto R. Berns que llegó al Perú en 1863. Ingeniero militar contratado para construir el ferrocarril del Sur andino, se propuso explorar la zona en busca de yacimientos de oro, plata u otros minerales para su propio provecho. Los dos planos encontrados en la BNP, de Berns y de su socio Harry Singer, muestran la ubicación de lo que ellos llamaron la Huaca del Inca, exactamente donde se encuentra Machu Picchu. En 1887 Berns consigue una autorización gubernamental para “extraer” los “tesoros incásicos” en este lugar a través de la Compañía Anónima explotadora de las Huacas del Inca Limited. Murió antes de hacerlo, en uno de sus viajes a Lima.
Hay otras noticias de las ruinas incas de Machu Picchu en documentos de Herman Göhring, Chrales Wienner y Antonio Raimondi, todos de las últimas décadas del siglo XIX. Pero fue Hiram Bingham quien consiguió fondos de la Universidad de Yale, la National Geographic Society y de su suegro, dueño de las famosas joyerías Tiffany's, para la exploración del sitio. Además, ya que él no era arqueólogo, integró en su equipo a expertos en esta y otras ciencias como la geología, etnología u osteología. La primera aproximación multidisciplinaria aplicada a una cultura precolombina. Es preciso señalar también que Bingham llevó a Yale cerca de 5.000 piezas arqueológicas para su estudio, que la universidad se negó a devolver hasta el pasado 30 de marzo, cien años después. Pero esa es otra historia. De hecho, Machu Picchu guarda tantas historias como las piedras que la conforman. Quizá más. Descubrir Machu Picchu es todavía una tarea pendiente.
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Publicado por: Vikram Kumar Sharma 07/07/2011
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