Por: Winston Manrique Sabogal02/09/2011
Mi descubrimiento del mundo submario empezó estando yo en tierra a unos 1.500 kilómetros de la costa. Y mucho antes de que pudiera ver el mar. Un hallazgo que me regalaron Julio Verne y su capitán Nemo en Veintemil leguas de viaje submarino. Un periplo que el autor francés inicia el verano de 1866. Aquel primer párrafo de su novela está lleno de enigmas y lo que nos cuenta lo único que hace es agrandar nuestra curiosidad por querer saber cuál es el misterio que intriga y desvela a armadores, marinos, negociantes, y hasta gobernantes, de Europa y América. Este es el viaje estival que quiero evocar hoy con ustedes en Veranos literarios. El penúltimo de esta año. Lo hago con un clásico infantil y juvenil del que aprendes mucho, lleno de aventuras fabulosas y extraordinarias que se te quedan para simpre y casi como reales. Y tras Julio Verne, esta serie la cerraré este fin de semana con uno de mis autores y libros contemporáneos preferidos y que recomiendo, al igual que hice el año pasado con el canadiense Alistair Macleod. No hagamos esperar más a Verne y al capitan Nemo, porque es de mala educación y a él no le gustaría, y preparémonos para abordar el Nautilus:
"El año 1866 quedó caracterizado por un extraño acontecimiento, por un fenómeno inexplicable e inexplicado que nadie, sin duda, ha podido olvidar. Sin hablar de los rumores que agitaban a las poblaciones de los puertos y que sobreexcitaban a los habitantes del interior de los continentes, el misterioso fenómeno suscitó una particular emoción entre los honbres de mar. Negociantes, armadores, capitanes de barco, skippers y masters de Europa y de América, oficiales de la marina de guerra de todos los países y, tras ellos, los gobiernos de los diferentes Estados de los acontecimientos, manifestaron la mayor preocupación por el hecho.
Desde hacía algún tiempo, en efecto, varios barcos se habían encontrado en sus derroteros con una cosa enorme, con un objeto largo, fusiforme, fosforescente en ocasiones, infinitamente más grande más rápido que una ballena. (...)
-¡Sí! ¡Lo amo! ¡El mar es todo!Cubre las siete décimas partes del globo terrestre. Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que el hombre no está nunca solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo. El mar es el vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente, como ha dicho uno de sus poetas" (...)
Súbitamente se hizo la luz a ambos lados del salón, a través de dos aberturas oblongadas. Las masas líquidas parecieron vivamente iluminadas por la irradiación eléctrica. Dos placas de cristal nos separaban del mar. Me estremeció la idea de que pudiera romperse tan frágil pared. Pero fuertes armaduras de cobre la mantenían y le daban una resistencia casi infinita.
El mar era perfectamente visible en un radio de una milla en torno al Nautilus. ¡Qué espectáculo! ¿Qué pluma podría describirlo? ¿Quién podría pintar los efectos de la luz a través de esas aguas transparentes y la suavidad de sus sucesivas degradaciones hasta las capas inferiores y superiores del océnao? (...)
El Nautilus parecía inmóvil. La causa de ello era que faltaban puntos de referencia. A veces, sin embargo, las líneas de agua, divididas por un espolón, huían ante nosotros con gran rapidez.
Maravillados, con los codos apoyados en las vitrinas, permanecíamos en un silencio que expresaba elocuentemente nuestra estupefacción. Conseil rompió el silencio".
Y la aventura continúo. Después de este doble viaje en el Nautilus con el capitán Nemo y con los recuerdos de aquella primera lectura de Veinte mil leguas de viaje submarino, solo queda la admiración por un Julio Verne que nos sacó de este mundo tantas veces con sus historias maravillosas que enriquecían y enriquecen nuestra imaginación.
Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, en traducción de Miguel Salabert (Alianza)
VERANOS LITERARIOS 2011 (aquí la serie de 2010 y 2011):
17. El impacto del sol en Las palmeras salvbajes, de Faulkner
16- Sombras eternas en El callejón de los milagros, de Mahfuz
15. Ardor pasional neoyorquino en Crucero de verano, de Capote
14. Descubre el hechizo de Aranmanoth, de Matute
13- El secreto de El amante de Lady Chatterley, de Lawrence
12- El placer de Las amistades peligrosas, de De Laclos
11- Una noche de juego mágico en Rayuela, de Cortázar
10- Huéspedes de lujo en Retorno a Brideshead, de Waugh
9- Visita el País de Nunca Jamás con Peter Pan, de Barrie
8- El vuelo luminoso de Tokio blues, de Murakami
7- Revivir ante la belleza en La muerte en Venecia, de Mann
6- Bajo las estrellas y la alegría de El camino, de Delibes
5- El verano delator de Ana Karenina, de Tolstói
4- El esplendor de la felicidad en Memorias de Adriano, de Yourcenar
3- En la campiña de Orgullo y prejuicio, de Austen
2- El calor sin tiempo en la Comala de Pedro Páramo, de Rulfo
1- Marchitar y florecer en los dominios de El Gatopardo, de Lampedusa
Prólogo: El verano literario de tu vida
comentarios 6
Publicado por: Heart diseases 02/09/2011
16. Awesome post! Looking forward to reading more!