Por: EL PAÍS27/11/2011
por JORGE VOLPI
(El escritor mexicano abre la sección Bitácora del forastero. Cada día un autor en lengua española, que ha surgido o confirmado su nombre en la literatura contemporánea de esta década, narrará su vivencia en la FIL)
Si el México de hoy fuese un libro, sería una novela de terror. En otro tiempo fue una fresco histórico a la manera de Tolstói —en los años de la Revolución—, una novela política al estilo de La sombra del caudillo mientras reinó el PRI, una historia fantástica rulfiana e incluso, en los últimos años, una novela negra. Pero hoy ya no es nada de eso, sino un simple y escalofriante relato de miedo. Y ni siquiera uno que nos remitiese a Poe o a Lovecraft, y ni siquiera al Frankenstein de Mary Shelley —por más que el gobierno a veces parezca tener la osadía y la ingenuidad del vanidoso doctor—, sino a las inverosímiles y delirantes novelas de zombis que apasionan a los jóvenes en todo el mundo. Si el modelo fue convertir los romances de Jane Austen en Sentido, sensibilidad y zombis, nuestro país en su conjunto parecería contagiado de pronto por el mismo mal, acaso previsto ya en las páginas de Pedro Páramo: aunque no nos demos cuenta, todos estamos muertos.
Una novela de zombis, pues, que no se ahorra la imaginería gore: cuerpos destazados, cabezas guillotinadas, vísceras esparcidas por el suelo, sangre a borbotones. Hace apenas unos días, aquí, a unos cuantos metros, bajo unos arcos mastodónticos que los locales identifican con el logotipo amarillo de McDonald’s, fueron encontradas tres camionetas rellenas con 26 cabezas humanas. Es obvio que al autor de la masacre no le importan las reglas de la verosimilitud dramática. Y también es claro que el jefe zeta que fraguó esta siniestra performance no estaba preocupado por inspirar miedo entre los escritores y lectores que se congregan en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara —por la redacción de la narcomanta, dudamos que haya leído siquiera un cómic—, sino, como de costumbre, para hacer llegar su escandalosa amenaza a sus rivales y a los cuerpos policíacos que los protegen.
En este escenario postapocalíptico, ayer se inauguró la 25 edición de la FIL: no sólo la segunda feria del libro más importante del mundo, después de Frankfurt, sino la actividad cultural —y, por tanto, social— más relevante que se lleva a cabo en nuestro país de zombis y vampiros. El contraste no puede ser mayor: allá, bajo los arcos, los síntomas de una enfermedad que corroe poco a poco todos los órganos del país; acá, adentro de la Expo, miles de ciudadanos que, a través de la lectura —y desafiando al miedo—, buscan regresar a la vida. A la vida normal. A la vida cotidiana. A la vida sin zombis.
Imagen. La Nobel rumana en lengua alemana Herta Müller en rueda de prensa (Cortesía FIL / Universidad de Guadalajara)
Y es que la FIL es el reflejo de lo mejor de México: una pequeña feria universitaria que, gracias a la ambición y al coraje, es capaz de convertirse en un punto de referencia global. Una pequeña iniciativa que, 25 años después, encarna un género literario indispensable: las novelas de la resistencia. Sí, esos libros hoy casi desaparecidos que narraban las aventuras de los maquis durante la segunda guerra mundial. O esos libros que circulaban clandestinamente en la Unión Soviética, en samizdat, y que desafiaban el totalitarismo reinante. Esos libros que son capaces de inspirar a millones de personas sometidas a cualquier tipo de brutalidad nazi. Eso es hoy la FIL, y por eso se necesitan tantas iniciativas como ésta: no un refugio ni un remanso de paz, sino la constatación de que es posible combatir a los monstruos de otras maneras.
El que la FIL se inaugure justo con la entrega de su pestigiado premio al escritor colombiano Fernando Vallejo también parecería haber sido planeado por un novelista maléfico. Porque Vallejo no es sólo uno de los mejores prosistas de nuestro tiempo, sino porque pocos escritores encarnan como él el uso del lenguaje como herramienta de combate. Y, sobre todo, de herramienta de combate contra la violencia. Y, la ficción, como resistencia. Así, mientras los narcos descabezan a unas manzanas de distancia, el autor de La virgen de los sicarios —una obra maestra que, muy a su pesar, inaugura la llamada “literatura del narco”— vuelve a emplear la palabra para sacudir a las conciencias, para arremeter contra los poderes establecidos, para acentuar la polémica y la crítica. La crítica: ese elemento que tanto hace falta en una época dominada por los dogmas, como la nuestra.
La FIL celebra 25 años. El ambiente no parece propicio para festejos, pero sólo festejando así, a través de proyectos culturales que son a la vez proyectos sociales e incubadores de la crítica, seremos capaces de cerrar de una vez por todas la burda novela de terror en la que hoy permanecemos atrapados.
Jorge Volpi (México, 1968) ha publicado recientemente: Días de ira. Tres narraciones en tierra de nadie (Páginas de Espuma) y Leer la mente: El cerebro y el arte de la ficción (Alfaguara).
twitter: @jvolpi
comentarios 6
Publicado por: fp 27/11/2011
A mi Volpi no m e dicne nada, creo que está sobrevalorado