Por: Guillermo Altares26/12/2011
Hace unos años, justo con el cambio de siglo, estalló una polémica en Francia cuando un numeroso grupo de creadores y profesionales del mundo de la edición reclamaron el derecho a cobrar un canon por los libros que se prestasen en bibliotecas. Se escudaban en que la ley de propiedad intelectual lo permitía. Hasta 288 autores amenazaron con retirar sus obras de las bibliotecas si la norma no se aplicaba y planteaban muchas soluciones: que las bibliotecas pagasen a los autores de sus presupuestos, que fuesen los propios usuarios, con un precio mínimo, excluyendo a parados y estudiantes, que el Estado aumentase las subvenciones. El sistema se puso en marcha en 2003 y los beneficios se distribuyen a través de las sociedades de autores. Actualmente, 27 países tienen algún tipo de sistema de pago para sus bibliotecas públicas, entre ellos Suecia, Dinamarca, Alemania y España, donde los escritores cobran a través de Cedro. En todos los casos, el objetivo es el mismo: la solidaridad con los profesionales del mundo del libro.
Tras el gatillazo que dejó aparcada la Ley Sinde en el último minuto, estos días la polémica ha vuelto a resurgir en España desde de que la escritora Lucía Etxebarría dijese que iba a dejar la literatura debido al pirateo que sufren sus obras. Las reacciones en las redes sociales fueron, en algunos casos, salvajes y en todos desproporcionadas. Curiosamente, desde hace semanas se mueve en twitter una etiqueta llamada gratis no trabajo, en contra de las empresas que ofrecen a los periodistas un empleo no remunerado. No sé por qué nadie unió los puntos. Gratisnoescribo no es una mala etiqueta.
No deja de extrañarme que este debate se haya planteado con el antiguo argumento de Apocalípticos e integrados, entre un mundo viejo y uno nuevo, entre unos carcas recalcitrantes que pretenden que la gente cobre por su trabajo y unos modernos brillantes que se abren a un mundo nuevo. “No hay que luchar contra el mundo viejo, ni siquiera hay que debatir con él. Hay que dejarlo morir en paz, sin molestarlo”, escribía el periodista Hernán Casciari en su revista digital, Orsai, en un artículo que se ha difundido ampliamente en las redes. “No hay que debatir con él, porque gastaríamos energía en el lugar incorrecto. Hay que usar esa energía para hacer libros y revistas de otra manera; hay que volver a apasionarse con leer y escribir; hay que defender a muerte la cultura para que no esté en manos de abuelos gagá. Pero no hay que perder el tiempo luchando contra el abuelo. Tenemos que hablar únicamente con nuestros lectores”.
Es verdad que a veces me siento como José Sacristán en El viaje a ninguna parte, defiendo entre recuerdos inventados un mundo que tal vez esté condenado a desaparecer, pero sinceramente no lo creo. Ni creo que los que defendemos los derechos de autor estemos gagá ni que ese mundo nuevo incluya que no se pague a los creadores. Tampoco entiendo el fondo de la polémica, no puedo entenderlo, es una especie de debate entre Escrivá de Balaguer y Christopher Hitchens sobre Dios. No puedo comprender qué tiene de malo que un autor tenga derechos morales y económicos sobre su creación, que pueda cobrar por su trabajo. Y no estamos hablando sólo del autor.
Seguramente circulan por la red estupendas traducciones wiki y libres del fardo viejuno del copyright de Guerra y Paz. Como soy muy ignorante, no las conozco. El clásico de Tolstoi me ha proporcionado uno de los grandes momentos de placer literario de mi vida y se lo debo a un veterano editor, Mario Muchnik, y a una veterana traductora, Lydia Kúper (fallecida este año). Muchnik es un viejo profesional del libro y empaquetó una obra maestra, desde la cubierta con un dibujo de Eduardo Arroyo, hasta el peso del papel (el menor posible para leer mejor un volumen tan considerable) y las infinitas y minuciosas correcciones, hasta, naturalmente, la traducción en sí. ¿De verdad es una indecencia que cobren por su trabajo? ¿Es tan grave, con la que está cayendo, que el Gobierno trate de sacar una ley para tratar de frenar el pirateo (España es uno de los países más piratas del mundo, según datos de la Industria)? No puedo entenderlo, pero tal vez es como si tratasen de explicarme la existencia de un dios digital. Ya existe una ley que protege los derechos de autor, el problema es que los nuevos medios digitales la ha convertido en obsoleta porque no se puede aplicar.
Es un tópico decir que el cine no acabó con el teatro y que la televisión tampoco acabó con el cine, el vídeo no mató a la estrella de la radio. Pero el DVD acabó con el VHS y el CD con el vinilo (aunque haya resucitado un poco) y el mp3 tiene pinta de acabar con el CD; aunque eso no afecte a la música en sí. Cobrar por su trabajo garantiza la libertad e independencia de los creadores, les da más tiempo para escribir y para vivir de su trabajo, los derechos de autor permitieron a los creadores empezar a independizarse de los príncipes. Los que roban en la red no lo hacen para repartirlo entre los pobres, lo hacen para no pagar cuando, además, la red de bibliotecas públicas, el bolsillo, los e-book permiten acceder a contenidos a precios más que razonables o directamente gratis. Y luego están los derechos morales. ¿Tiene derecho una web neonazi a distribuir los libros que quiera diciendo que son propaganda neonazi aunque no lo sean? ¿O el autor de esas obras tiene derecho a decidir que su obra sea retirada de ese fango?
No es la primera vez ni será la última que este debate inunde nuestra sociedad. Me gustaría que fuese el definitivo. Pero lo dudo. No creo que los defensores de los derechos de autor sean monjes empeñados en seguir copiando a mano manuscritos cuando el invento de Gutenberg ya circulaba por Europa. Son defensores del mundo del libro y de su delicado ecosistema. ¿Debe modernizarse? Seguramente. Y lo hará. Pero, para ello, necesitan seguir ganándose la vida con su trabajo. Además, como me dijo una amiga que trabaja en el mundo editorial: “No es una cuestión sólo de dinero, lo que está en juego es el valor y el respeto que una sociedad tiene hacia la creación individual”. ¿De verdad es tan grave tratar de defender eso a través de una ley?
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Publicado por: Tom Brady Jersey 26/12/2011
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