Por: EL PAÍS15/02/2012
Fotografía del artista argentino Marcos López. Forma parte de la muestra Color local, que puede verse hasta el 10 de marzo en la Galería Fernando Pradilla de Madrid.
Por Javier Rodríguez Marcos
1. De acuerdo, la palabra boom huele. ¿Lo dejamos en "explosión controlada de la crónica latinoamericana"? Lo dejamos. Pero también diremos que en los últimos años han proliferado en América Latina las revistas, las colecciones, los talleres y hasta los premios dedicados a la crónica. Además, ahora se publican en España dos amplias selecciones dedicadas a ese género híbrido que llaman periodismo narrativo. Hoy mismo llega a las librerías Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara), coordinada por Darío Jaramillo Agudelo. El 1 de marzo lo hará Mejor que ficción. Crónicas ejemplares (Anagrama), a cargo de Jorge Carrión. El próximo sábado Babelia -que ya dedicó una portada al género- se ocupará de ambos libros y del fenómeno que representan. Hoy Papeles Perdidos ofrece dos crónicas incluidas en la selección de Jaramillo: El sabor de la muerte, del mexicano Juan Villoro, y Bob Dylan en el Auditorium Theater, del dominicano Frank Báez.
2. La ficción y la no ficción están a veces unidas por aquello que las separa: la literatura. El 8 de diciembre de 1982, Gabriel García Márquez abrió su discurso de recepción del Nobel recordando a Antonio Pigafetta, el navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo y que a su paso por América escribió “una crónica rigurosa que, sin embargo, parece una aventura de la imaginación”. El autor de Cien años de soledad (y de Noticia de un secuestro) recordó también que en los relatos de los cronistas de Indias ya se vislumbraban los “gérmenes” de lo que él llama “nuestras novelas”, vale decir, las del ya viejo boom y, con ellas, las del más viejo aún realismo mágico.
No deja de ser curioso que esos mismos viajeros del siglo XVI sean también invocados como remotos precedentes de la crónica periodística, un género que entró en la modernidad con los escritores del siglo XIX (José Martí, Rubén Darío) y en la posmodernidad de la mano de autores (Rodolfo Walsh, el propio García Márquez) que en los años cincuenta se adelantaron al nuevo periodismo que, vía Estados Unidos, triunfaría en la década siguiente.
3. Esa es la genealogía que, sucintamente, trazan tanto Darío Jaramillo en el prólogo a su Antología de crónica latinoamericana actual como Jorge Carrión en el suyo para Mejor que ficción. La selección preparada por Jaramillo incluye a 48 autores que firman 53 crónicas y, además, ocho textos teóricos que dan cuentan de uno de los deportes favoritos del cronista (o su condena): definir continuamente su oficio. Entre esas definiciones se incluye una ya clásica de Juan Villoro: si Alfonso Reyes hablaba del ensayo como del centauro de los géneros, la crónica sería el ornitorrinco de la prosa, un animal construido con la capacidad narrativa de la novela, los datos “inmodificables” del reportaje, el sentido dramático del cuento, los diálogos de la entrevista, el montaje del teatro, la argumentación del ensayo y la primera persona de la autobiografía.
4. Villoro, mexicano, ocupa un lugar preferente en el “santoral” -esa es la palabra que usa- de Jaramillo junto al chileno Pedro Lemebel, el colombiano Alberto Salcedo Ramos, el peruano Julio Villanueva Chang y los argentinos Leila Guerriero y Martín Caparrós, para el que “la magia de una buena crónica consiste en conseguir que un lector se interese en una cuestión que, en principio, no le interesa en lo más mínimo”. En las páginas de Antología de crónica latinoamericana actual esa cuestión puede ser Bob Dylan o un mago manco, Jaime Sabines o los uruguayos que se llaman Hitler, una cárcel fugazmente mixta en Colombia o un local de intercambio de parejas en Barcelona, el terremoto de Chile o la Inca Cola. No inventar lo sorprendente sino descubrirlo, como dice Salcedo Ramos. De lo real maravilloso a lo maravilloso real.
5. Tanto Darío Jaramillo como Jorge Carrión –que también recuerre al ornitorrinco de Villoro- reconocen lo injusto de toda antología. Pese a tratar de neoclásicos a autores como Alma Guillermoprieto o Jon Lee Anderson, el prólogo de Carrión es un ensayo muy bien trabado que abre el campo hacia el cine documental y el cómic y trata de mitigar la injusticia con 30 páginas de apéndice en forma de generoso (incluye memorias y libros de artículos) Diccionario abreviado de cronistas hispanoamericanos. Su selección (21 textos) comparte muchos nombres con la de Jaramillo (entre otros, el santoral, Cristian Alarcón, Gabriela Wiener o Fabrizio Mejía Madrid, que acaba de publicar Días contados en Debate), y añade con acierto al puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá (en las dos se echa de menos a Sergio González Rodríguez). Además, incluye autores españoles. Dos: Jordi Costa y Guillem Martínez. Utilizar el criterio lingüístico por encima del geográfico tiene todo el sentido pero termina produciendo su propio centauro: un panorama cabal de la crónica escrita en América Latina que no tiene su equivalente en el caso de la escrita en España.
6. Lo pretenda o no, toda antología tiene algo de propuesta canónica. Imposible, por tanto, no reparar en las ausencias. Como propuesta de lectura, no obstante, estas dos selecciones son una buena puerta de entrada a un género al que solo la perezosa identificación entre narrativa y ficción se atrevería a llamar menor.
comentarios 7
Publicado por: raul 15/02/2012
Buenos dias!
Alguien me puede proporcionarme una bibliografía para aclarar el hecho de ser llamado "centroamericano" o "sudamericano", en el peor de los casos "sudaca", en el continente europeo, cuando en realidad México está en norteamerica y, por lo tanto, un mexicano es un norteamericano.
Gracias!