Por: Winston Manrique Sabogal19/05/2012
Fotografía de Saul Leiter, de la exposición Una búsqueda de la belleza, en la sala San Benito de Valladolid.
Dice E. L. Doctorow que los cuentos se imponen, llegan del lugar desconocido que sea y no admiten cambios. Son lo que son y hay que atraparlos antes "de que se desvanezcan como se desvanecen los sueños". Y sus reflexiones crean en mi cabeza la imagen de que ellos, los cuentos, son una especie de pequeños e invisibles mundos inmortales que flotan por el tiempo y que muchas personas pueden ver en un momento dado pero no todos capturar en su esférica esencia. Y ahora Doctorow nos muestra su magnífico botín: trece relatos, trece historias cazadas a lo largo de tres décadas bajo el título de Todo el tiempo del mundo, seis de ellos inéditos. Una antología que en España edita Miscelánea y que en Papeles perdidos y la sección de Cultura de EL PAÍS te avanzamos hoy a través de la publicación de uno de esos cuentos: El escritor de la familia.
Conocido y reconocido como uno de los mejores escritores estadounidenses, Doctorow (Nueva York, 1931) ha reescrito la historia de su país a través de pasajes secundarios pero que iluminan o muestran la verdadera cara de la idiosincrasia de su sociedad y de sus poderes, reflejada en novelas como Ragtime, La gran marcha, La ciudad de Dios o Homer y Langley. Se adueña de la realidad para alterarla y transgredirla a través de la escritura y dar vida a una nueva realidad clarificadora.
Una estrategia que justo en el cuento ofrecido hoy en este post lleva a otro nivel: Desde el universo de la ficción, un episodio real es transgredido para crear un mundo de mentiras o ficción dentro de esa historia literaria como recurso para aliviar la vida de otro. Incluso en sus criaturas inventadas, Doctorow recurre a la estrategia de bifurcar su mundo hacia la imaginación con el fin de desvelar a sus personajes la verdadera realidad en la que habitan.
Y en este volumen de Todo el tiempo del mundo se trata de personas, según sus propias palabras "enzarzadas en alguna forma de liza con el mundo". Seres agotados emocionalmente, algunos desvalidos, o perdedores que buscaron su sueño infructuosamente aunque nunca dejaron de soñar con él. Como si fuéramos en realidad lo que no pudimos ser, sobre todo, los restos de lo que intentamos ser. Directo, sencillo y contundente, el lenguaje de estos cuentos no necesita de arabescos literarios.
Con casi veinte libros publicados, 15 novelas, a Doctorow no le gustan las etiquetas y huye burlón de una que se le achaca: la de "novelista político-histórico-posmoderno-de-género-neoyorquino-judío", como le dijo al escritor Juan Gabriel Vásquez en una entrevista publicada en Babelia hace dos años. Para el autor neoyorquino, "el novelista es alguien que acoge el mundo". Y en estos relatos, especialmente en el que avanzamos hoy, El escritor de la familia, muestra las sombras de la vida con sus palabras luminosas.
Aquí en trece cuentos, un género que él describe así en el prefacio del libro: "un relato suele presentarse como una situación, hallándose los personajes y el escenario irrevocablemente unidos a ella. Los relatos se imponen, se anuncian a sí mismos, su voz y sus circunstancias está ya decididos y son inmutables. (...) Cada forma narrativa viene acompañada de sus propias satisfacciones: en el caso del relato, el gran peso de las frases, habiendo tan pocas como hay; el beneficio rápido de una inversión estética".
Puedes leer aquí el avance literario: de Todo el tiempo del mundo.
comentarios 9
Publicado por: QINZHOU LA NUIT 19/05/2012
Bastante bueno el cuento. Al principio me ha recordado aquel genial NO SÓLO EN NAVIDAD de Heinrich Böll