Por: EL PAÍS12/05/2012
Manifestación de las Madres de la Plaza de Mayo, en Buenos Aires. / AFP
Por Jorge Marirrodriga
Leopoldo Brizuela, autor de Una misma noche (último premio Alfaguara), evoca los horrores de la Junta Militar en una historia de la que Babelia ofrece en exclusiva sus primeras páginas antes de su publicación el próximo miércoles
A veces algunos hechos quedan tan marcados en una sociedad que, aunque día a día se alejen en el tiempo y poco a poco comiencen a ser materia de la historia, basta cualquier detalle de la vida cotidiana para despertar su recuerdo entre las personas que lo han vivido. Es como si bastara un chispazo para reabrir la puerta a un cúmulo de emociones, más o menos escondidas hasta ese momento, que llevan a plantearse preguntas a quienes las experimentan y, en ocasiones, a tomar decisiones largamente aplazadas para buscar las respuestas.
Todavía hoy en día pueden verse por las calles de Buenos Aires numerosos coches del modelo Ford Falcon. Para el turista no es más que un coche antiguo bien conservado, pero para muchos argentinos basta la inocente presencia de uno de estos vehículos aparcados frente a un edificio para traer inmediatamente a la memoria los tiempos de la dictadura militar (1976-1983) cuando el Ford Falcon era el vehículo utilizado por los servicios secretos del régimen. El mismo que podía estacionar a cualquier hora del día frente a un edificio cualquiera como aviso premonitorio de que el destino de uno, varios o todos los ocupantes de la casa era, en el mejor de los casos, el miedo y la tortura. Y a menudo de la muerte.
Un asalto nocturno a una casa y la posterior presencia policial –un hecho que en cualquier otro país no pasaría del proceder delictivo digamos normal- es precisamente el chispazo que lleva al protagonista de Una misma noche, del que Babelia te ofrece en exclusiva las primeras páginas, a volverse a sumergir en un momento histórico que sigue muy presente, y que vuelve una y otra vez a la sociedad argentina. Y no sólo por las declaraciones de políticos o representantes de las víctimas, sino por esos chispazos que surgen inesperadamente. El protagonista de la novela de Leopoldo Brizuela, que sale a la venta el próximo miércoles, ecuerda cómo una noche se llevaron a sus vecinos. Desgraciadamente no era un hecho excepcional. En lugares como Tucumán, al norte del país, todavía hay casas cuyos dueños nunca regresaron y algunas de ellas, según denuncian repetidamente organizaciones de derechos humanos, incluso están ocupadas por quienes se llevaron a sus legítimos dueños.
Leopoldo Brizuela ayer, en Buenos Aires. / Cezaro de Luca (EFE)
Si hay algo que hace especialmente característica a la dictadura militar argentina es el punto de locura sádico en la represión de su propio pueblo. Un sistema de persecución que sumergía al secuestrado en situaciones de terror verdaderamente kafkianas. Todos eran culpables hasta que se demostraba lo contrario. Y normalmente ni aún así. Además de las torturas interminables, a veces se les metía en vehículos que daban vueltas aleatoriamente por la ciudad para que el secuestrado señalara a posibles cómplices. Si no señalaba a nadie su destino estaba sellado. A algunas desaparecidas de la Escuela Superior de la Armada (ESMA), los mismos carceleros que las violaban y torturaban se las llevaron de discotecas la noche en QUE Argentina ganó la Copa del Mundo de fútbol de 1978. “No escapé entonces porque sencillamente nadie me habría creído. Estaba sola”, relataba hace pocos años una de las escasas supervivientes.
Es a esta fuerza brutal, que fue mucho más allá de lo político, a lo que todavía hoy se sigue enfrentando la sociedad argentina. Normalmente cuando menos se lo espera. Basta un chispazo.
Lee el inicio de Una misma noche.
comentarios 7
Publicado por: WIRE_LESS 12/05/2012
Y otro par de novelas interesantes también sobre esta cuestión: "Una vez Argentina", de Andrés Neuman, y "El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia", de Patricio Pron. Floja, sin embargo, es "Purgatorio" de Tomás Eloy Martínez.
saludos