Por: Winston Manrique Sabogal01/08/2012
Ilustración de La ciudad y los perros, editorial Peisa.
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"Gamboa está ya al frente, en lo alto de un peñón, apenas arañado, husmeando el viento marino, calculando. En cuclillas o tendidos, los cadetes lo observan: la vida y la muerte dependen de sus labios. De pronto, su mirada se despeña colérica, los pájaros se transforman en larvas. '¡Sepárense! ¡Están amontonados como arañas!'. Las larvas se incorporan, se despliegan, los viejos uniformes de campaña mil veces zurcidos se inflan con el viento y los parches y remiendos parecen costras y heridas, vuelven al fango, se confunden con la hierba, pero los ojos siguen fijos en Gamboa, dóciles, implorantes, como esa noche odiosa en que el teniente asesinó al Círculo.
El Círculo había nacido con su vida de cadetes, cuarenta y ocho horas después de dejar las ropas de civil y ser igualados por las máquinas de los peluqueros del colegio que los raparon, y de vestir los uniformes caquis, entonces flamantes, y formar por primera vez en el estadio al conjuro de los silbatos y las voces de plomo. Era el último día del verano y el cielo de Lima se encapotaba, después de arder tres meses como un ascua sobre las playas, para echar un largo sueño gris. Venían de todos los rincones de Perú; no se habían visto antes y ahora constituían una masa compacta, instalada frente a los bloques de cemento cuyo interior desconocían. La voz del capitán Garrido les anunciaba que la vida civil había terminado para ellos por tres años, que aquí se harían hombres, que el espíritu militar se compone de tres elementos simples: obediencia, trabajo y valor".
A estas alturas eso ya lo sabían muy bien El Jaguar, El Poeta, El Esclavo, El Boa y los demás compañeros que estaban allí en el Colegio Militar Leoncio Prado, de Lima (Perú), a comienzos de los años cincuenta. Pero esos adolescentes estudiantes-cadetes también estaban aprendiendo a sobrevivir en medio de la violencia y la crueldad. Se abrían paso en ese mundo militar de manera rápida y atroz. Habían aprendido a desdoblarse, a crear dos mundos de su propio ser: el rudo del colegio y el normal de la vida cotidiana, donde mostraban sus emociones y sueños como cualquier otro. (en la imagen, montaje teatral de La ciudad y los perros, a cargo de Edgar Saba)
Universos paralelos que Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) capturó en La ciudad y los perros, que este otoño cumplirá medio siglo, al obtener el Premio Biblioteca Breve. A ese mundo de atajos para ser "hombres" en el Colegio Leoncio Prado entramos hoy en Veranos literarios. Por que aunque la mayor parte de la novela transcurre en el otoño y el invierno peruano (entre marzo y agosto), es al final del periodo estival (marzo) donde empieza prácticamente todo, como recuerda el narrador en el pasaje que abre este post.
Vargas Llosa evoca sus años en dicho colegio para crear una historia, retratar un estilo o sistema de sociedad y criticar aspectos diferentes de la educación estudiantil y militar; al tiempo que muestra el lado más emotivo de aquellos muchachos empujados al lado más ruin de la vida, que incluye ya no solo el maltratar a un compañero para evitar que otros te machaquen o buscar ser líderes del grupo, sino también que ponen al límite sus principios y su moral ya que se ven envueltos en dilemas como la delación, la traición y la venganza. Situaciones donde reina la ambigüedad, donde los personajes no son de una sola pieza.
Veintidos años tenía Vargas Llosa cuando empezó a escribir esta, su primera novela. Con un argumento aparentemente sencillo y lineal pero con una estructura que incluye varias voces narradoras con sus respectivos puntos de vista que alteran la realidad y su percepción, el tiempo que va y viene y la psicología y personalidad de los personajes. La espina dorsal de la obra es la siguiente: Alguien roba las preguntas de un examen, y El Esclavo delata al culpable, que es expulsado, pero él aparece muerto; entonces El poeta, que era su amigo, sospecha de El Jaguar, líder de El Círculo, y empieza a investigar y lo denuncia, al tiempo que el teniente Gamboa no es bien visto por sus superiores, entre tanto el ambiente entre los cadetes se ha dañado y la división interna aumenta. Mientras tanto la relación con Teresa, una chica de la ciudad, es clave en los tres personajes principales.
Una especie de rompecabezas que empieza a armarse, o desarmarse, este día:
"Cuando el viento de la madrugada irrumpe sobre La Perla, empujando la neblina hacia el mar y disolviéndola, y el recinto del Colegio Milatar Leoncio Prado se aclara como una habitación colmada de humo cuyas ventanas acaban de abrirse, un soldado anónimo aparece bostezando en el umbral del galpón y avanza restregándose los ojos hacia las cuadras de los cadetes. La corneta que lleva en la mano se balancea con el movimiento de su cuerpo y, en difusa claridad, brilla. Al llegar al tercer año, se detiene en el centro del patio, a igual distancia de los cuatro ángulos del edificio que lo cerca. Enfundado en su uniforme verduzco, desdibujado por los últimos residuos de la neblina, el soldado parece un fantasma. Lentamente pierde su inmovilidad, se anima, se frota las manos, escupe. Luego sopla. Escucha el eco de su propia corneta y, segundos después, las injurias de los perros que desfogan contra él la cólera que les causa el final de la noche. Escoltado por carajos lejanos, el corneta se dirige a las cuadras de cuarto año. (...)
El sábado, los de quinto pueden continuar en las literas solo dos o tres minutos, pues, en lugar de quince, tienen apenas ocho minutos para lavarse, vestirse, tender las camas y formar. Pero este sábado es excepcional. La campaña ha sido suprimida para el quinto año debido al examen de química; cuando los veteranos escuchan la diana, a las seis, los perros y los de cuarto están desfilando ya por la puerta del colegio hacia el despoblado que une La Perla al Callao".
El destino de los muchachos se precipitará. Vargas Llosa seguirá ampliando una red de historias personales que van del colegio militar a los barrios de Lima y de estos al mundo de los futuros "hombres fuertes" y mostrando el mosaico étnico y social de su país. Con sus narradores vamos descubriendo quiénes son sus personajes principales, de dónde vienen, cómo fueron a parar allí. Además de crear un flujo entre los dos mundos, el militar y el civil, el Nobel peruano establece de manera paralela otra "batalla espejo" en la vida exterior y más personal y sentimental de los cadetes. Porque las dudas sobre la conducta y la manera de actuar en el mundo estudiantil-militar para no ser infeliz y las armas para cumplir ese cometido, son las mismas que los adolescentes emplean en su empeño por ser felices, por amar y ser amados. Dos despertares a la vida.
La ciudad y los perros es una obra con grandes hallazgos, significados e influencias, según varios críticos. Javier Cercas, por ejemplo, ha escrito un magnífico artículo en la edición conmemorativa de la RAE, titulado Las preguntas de Vargas Llosa. En esa edición, Javier Cercas escribe: "La disposición formal de La ciudad y los perros se halla en la escencia gobernada por la duplicidad que el propio título anuncia, reforzada por un sistema de paralelismos y contrates. (...) El principio de duplicidad se convierte en un principio de multiplicidad cuando se trata de los registros lingüísticos y los discursos narrativos, dotando a la novela de una extraordinaria riqueza verbal. (...) El destino de El Jaguar dota al libro de una perturbadora ambigüedad moral y una profundidad de vértigo. (...) Formulada con expeditiva tosquedad, la pregunta podría ser esta: ¿basta la fidelidad sin fisuras a una determinada escala de valores para actuar correctamente, para alcanzar algún tipo de decencia moral, alguna clase de salvación ética?".
Con esta novela, Mario Vargas Llosa empezó a tratar la realidad con elementos de ficción para buscar o revelar verdades. ¿Qué opinas de La ciudad y los perros? ¿Crees que El Jaguar fue quien mató a El Esclavo?
* La ciudad y los perros. Mario Vargas Llosa. Edición a cargo de Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Editorial Alfaguara.
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Introducción: Mi verano literario favorito
1- En la campiña con Madame Bovary, de Flaubert
2- En la alcoba de la primera noche de 'Las mil y una noches'
3- Descubrir la vida en los héroes de 'Matar a un ruiseñor', de Harper Lee
4- Despertares del deseo y del placer en 'El amante', de Marguerite Duras
5- Un siglo al grito de las aventuras de Tarzán, de Edgar Rice Burroughs
6- Duelos de pasiones en 'El último encuentro', de Sándor Márai
comentarios 7
Publicado por: Luis Alberto Bravo 01/08/2012
"Pese a la declarada admiración vargasllosiana por Flaubert o Tolstoi nos pareció ver en esa novela ('La ciudad y los perros') una falta de equilibrio que llevaba a la monotomía de mostrar sólo lo más sórdido y abyecto del ser humano en el universo concentracionario de un colegio militar. La ausencia d
e solidaridad en un mundo de distorsionadas relaciones humanas estaba bien mostrada, pero faltaba luz liberadora. Claro que esto no es defecto del autor, sino del medio que refleja. Cuando se encuentran dos adolescentes rusos, decía Dostoievski, discuten sobre Dios. Entre nosotros, dos adolescentes medios discutirán sobre mujeres, cine o bailes. Pero en 'La ciudad y los perros' no estaba este mundo salvado por el estilo, sino acompañado por un fraseo que era sólo un pesado redoble de monótono tambor" Jorge Teillier!