Por: Winston Manrique Sabogal30/07/2012
Obra de Paul Cezanne.
Puedes ver aquí la serie completa de VERANOS LITERARIOS
“Detrás de las persianas echadas, el verano quemaba el jardín lleno de plantas secas y de hojas arrugadas, como un pirómano colérico que incendiara toda la vegetación antes de desaparecer. El general sacó la carta del bolsillo, alisó el papel con gran cuidado y, con las gafas caladas, volvió a leer las frases cortas y rectas, escritas con letra fina, a la luz resplandeciente de la lámpara. Juntó las manos por detrás mientras leía.
En una pared había un almanaque de números enormes. Catorce de agosto. El general echó la cabeza hacia atrás, para contar. Dos de julio. Contaba el tiempo transcurrido entre una fecha remota y aquel día. Cuarenta y un años, dijo en voz alta. (…)
- Que suba Nini –le dijo al criado. Luego añadió cortésmente-: Que haga el favor.
- No se movió, se quedó sentado, con la campanilla de plata en la mano, hasta que llegó Nini. (…)
- Me ha escrito Konrád –dijo el general, alzando la carta con la mano, sin dar importancia al gesto, con deseos de enseñarla- ¿Te acuerdas de él?
- Sí –respondió Nini. Se acordaba de todo.
- Está aquí en la ciudad –dijo el general muy bajo, como si le estuviera dando una noticia muy importante, muy confidencial- Está alojado en el Hotel del Águila Blanca. Vendrá por la tarde, he ordenado disponer el coche para ir a buscarlo. Se quedará aquí para cenar”.
Quedan unas pocas horas para el duelo entre el general Henrik y Konrád. Un duelo entre quienes fueran dos grandes y amados amigos cuyo encuentro, 41 años después, revivirá el pasado para poder entender el presente. Se basará en querer saber, en la necesidad de escuchar dos respuestas, dos explicaciones. Aunque el general Henrik las conoce, siempre las ha conocido, pero él sabe de la importancia de enfrentarse al secreto y verbalizar las cosas. Del poder de la palabra. Ese duelo será en un pequeño castillo en Hungría en el periodo de entreguerras, con la burguesía en decadencia, bajo el título de El último encuentro. La novela la escribió Sándor Márai (Kassa, antigua Hungría y hoy Eslovaquia, 1900-Estados Unidos, 1989) quien ha tenido una asombrosa acogida en España desde que se empezara a recuperar su obra en 2002, aunque algunos críticos le encuentren más de un reparo a este libro.
A aquella cena a punto de empezar los invito hoy en Veranos literarios. Una profunda amistad, una mujer, un secreto y dos preguntas sobre las que se construye esta novela hecha, básicamente, de diálogos y monólogos. De palabras que escarban en el pasado y en los sentimientos en busca de más palabras. De palabras que ordenen sus mundos.
“Uno se pasa la vida preparándose para algo. Primero se enfada. A continuación quiere venganza. Después espera. Él lleva mucho tiempo esperando. Ya no se acordaba ni siquiera del momento en que el enfado y el deseo de venganza había dado paso a la espera. El tiempo lo conserva todo, pero todo se vuelve descolorido, como en las fotografías antiguas. La luz y el paso del tiempo desgastan los detalles”.
Sándor Márai nos viene decir que las cosas negativas o el dolor que nos causa alguien a quien queremos son como una piedra que cae en un estanque. Puedes recordar de manera borrosa u olvidar las ondas producidas por esa piedra en su caída al fondo, incluso olvidar el mismo impacto con el agua y sus detalles, pero de lo que no puedes escapar es de que sabes que en el fondo hay algo, aunque no lo veas con claridad porque el estanque es profundo; pero sabes que la piedra está ahí y tú no querías que llegara a ese lugar. No la ves, no quieres verla, has olvidado sumergirte, has emergido… pero sabes que sigue ahí.
Sobrevivir al dolor y a las traiciones propias y ajenas. El último encuentro es eso, y los hechos clave que conforman la vida de sus dos protagonistas ocurren en el estío. Desde su mismo origen:
“La amistad de los dos muchachos era tan seria y tan callada como cualquier sentimiento importante que dura toda la vida. Y como todos los sentimientos grandiosos, también contenía elementos de pudor y de culpa. Uno no puede apropiarse de una persona y alejarla de todos los demás sin tener remordimientos. Ellos supieron desde el primer momento que su encuentro prevalecería durante toda su vida. (…)
-No tengo miedo de nada, padre –respondió el muchacho-. Lo único que quiero es que Konrád se quede siempre con nosotros. Su familia es pobre. Me gustaría que viniera a casa y que pasase el verano con nosotros. (…)
Desde aquel día el muchacho tosió menos. Ya no estaba solo. No soportaba la soledad entre la gente. No podía vivir sin ser amado”.
Los dos fueron a la Academia Militar, descubrieron y empezaron juntos la vida, encontraron algunos sueños y supieron de los placeres del amor con dos muchachas: “llevaron el éxtasis del primer amor a la vida de ambos, con todo lo que el amor significa: deseos, recelos y una soledad desgarradora”. Un día llegará a sus vidas Krisztina. Y en otro verano de hace 41 años las cosas cambiarán entre ellos. Es el motivo de aquella cena en agosto.
“¿-Qué quieres de ese hombre? – preguntó de repente la nodriza.
-La verdad –respondió el general.
-Conoces muy bien la verdad.
-No la conozco –dijo él. La verdad es precisamente lo que no conozco.
-Pero conoces la realidad –observó la nodriza, con un tono agudo, casi agresivo.
-La realidad no es lo mismo que la verdad –respondió el general-. La realidad son solo detalles. Ni siquiera Krisztina conocía la verdad. Quizás la sepa Konrád. Ahora se la quitaré.
-¿El qué?
- La verdad –respondió él con brevedad. A continuación calló”.
Todo está listo. Konrád ha llegado. “Los dos sentían que el tiempo de espera de las últimas décadas les había dado fuerzas para vivir”. Empiezan a evocar su amistad durante 22 años, a reflexionar sobre ella, la alegría, la lealtad, la fidelidad, la traición, el orgullo, la soledad, la culpa, sí, “la culpa ya existe antes, la culpa reside en la intención”. Y, claro, también sobre el amor que todo lo une y lo desune aunque no nos demos cuenta.
Márai recorre la geografía de los sentimientos a través de la amistad de estos dos hombres, de la complicidad que se establece para vivir y comprender la existencia, lo que enriquece y ensancha ese aprecio; pero también de su fragilidad, de las heridas que se pueden causar y del daño irreparable, de la imposibilidad de querer seguir aunque sientas aún aprecio por esa persona. Hay una piedra en el fondo del estanque, cómo llegó hasta allí ya no importa, sigue allí.
Una noche de reflexiones donde el amor y la pasión lo impregnan todo, con la presencia ausente de Krisztina, sobre lo que esperas de alguien: “¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos del ser humano? ¿Es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrifico?”.
Preguntas y dudas aquí y allá entre Henrik y Konrád que llegan al lector. Márai no les da la respuesta a sus dos personajes, pero el general sí tiene claro una cosa: “Hay algo peor que la muerte, peor que el sufrimiento… y es cuando uno pierde el amor propio. Hay algo que duele, hiere y quema; y es cuando una persona o dos, hieren ese amor propio sin el cual ya no podemos vivir una vida digna. Simple vanidad, dirás. Sí, simple vanidad… y, sin embargo, esa dignidad es el contenido más profundo de la vida humana”.
Por eso, muchas veces, es mejor no saber secretos ni de amores ni de ningún ámbito de la vida. Al fin y al cabo, sin que lo busquemos, las palabras vuelven. Márai establece este novela-diálogo creando una atmósfera que recuerda un esplendor ya lejano, un aire suave, en silencio, donde solo se escuchan las reminiscencias, reflexiones y revelaciones entre los dos amigos. El pasado que siempre los ha acompañado como una carga empieza a aligerarse. Para ellos sus vidas están hechas de preguntas, algunas sin respuesta, otras no las quieren saber.
Cuando la noche empieza a clarear surge una de las dos preguntas que le formula Henrik a su amigo: “¿Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma, nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ¿Y que si hemos vivido esa pasión quizás no hayamos vivido en vano? ¿Qué así de profunda, así de malvada, así de grandilocuente, así de inhumana es una pasión?... ¿y que quizás no se concrete en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?”.
¡Preguntas desveladoras y eternas! Ahora se las traslado a ustedes. Con ellas termino el verano literario de hoy en El último encuentro, de Sándor Márai, intelectual y autor de éxito en su momento que en 1948 abandonó Hungría con la llegada del régimen comunista. Su obra fue prohibida y cayó en el olvido pero en este siglo ha resurgido con fuerza.
¿Has leído esta novela de Márai? ¿Qué opinas de las preguntas que nos lanza a todos?
* El último encuentro. Sándor Márai. Traducción de Judit Xantus. (Editorial Salamandra)
PUEDES VER AQUÍ TODA LA SERIE VERANOS LITERARIOS
Introducción: Mi verano literario favorito
1- En la campiña con Madame Bovary, de Flaubert
2- En la alcoba de la primera noche de 'Las mil y una noches'
3- Descubrir la vida en los héroes de 'Matar a un ruiseñor', de Harper Lee
4- Despertares del deseo y del placer en 'El amante', de Marguerite Duras
5- Un siglo al grito de las aventuras de Tarzán, de Edgar Rice Burroughs
comentarios 12
Publicado por: Sara 30/07/2012
A mí también me fascinó. La leí hace un par de meses y escribí una pequeña reseña sobre ella.
http://literariacomunicacion.wordpress.com/2012/07/16/el-ultimo-encuentro/