Papeles Perdidos

Segundas oportunidades

'Cuentos del Oeste', de Francis Bret Harte

Por: EL PAÍS05/10/2012

Bocetos californianos - Bret HarteJ. ERNESTO AYALA-DIP

Como le sucedió a Henry James, el también escritor norteamericano Francis Bret Harte (1839-1802), escribió dramas y novelas que nunca le reportaron más que fugaces éxitos, glorias pasajeras e incluso chascos sonoros como el sufrió su novela Gabriel Conroy.  A Harte le esperaba otra gloria más imperecedera: la de ser uno de los grandes autores de relatos breves que dio no solo Estados Unidos sino la narrativa universal. Pruebe el lector a desempolvar piezas maestras como La suerte de Roaring Camp o Los desterrados de Poker FlatEl poeta de Sierra Flat. Pruebe y verá con lo que se e

Francis Bret Harte, que había nacido en Albany (Estado de Nueva York), se trasladó con su familia a California desde muy temprana edad. Ese cambio de geografía coincidió con la famosa fiebre del oro, a la que el autor norteamericano no fue ajeno y con la que nutrió sus mejores y más hermosos relatos, además de piezas periodísticas que en su día causaron admiración. Se puede decir que a partir de 1870, el genio creador de Harte queda como estancado y su sentido iridiscente de la invención se vuelve repetitivo. Tuve la suerte un día de encontrarme con una edición de sus cuentos publicados por Emecé en 1946 y prologada por Jorge Luis Borges. El título del libro era Bocetos californianos (hay un edición de Espasa de 2001 con el título de Cuentos del Oeste, que es una recuperación de la traducción de León Mirlas en Austral de 1950). En el prólogo, Borges esboza una teoría acerca del estilo de Harte que tenía probablemente algún asidero en el momento en que se ofrecía. Decía Borges que la razón por la cual al autor de esos Bocetos se lo ignoraba en su país bien podría deberse (en la década de los cuarenta) a que los escritores norteamericanos repelían la literatura sentimental. O el romanticismo, para decirlo como lo formulaba él. Y remataba la teoría con el hecho de que los norteamericanos –autores y lectores- estaban más inclinados a producir y consumir la brutalidad humana como motivo literario preponderante. “Han descubierto que la brutalidad puede ser una virtud literaria”, redondeaba. Y algo de verdad había en el diagnóstico: eran esos años en autores como Hemingway, Caldwell y, sobre todo, James Cain hacían furor: estábamos en la era de los “hard-boiled writers”. Pero Borges defiende así y todo el romanticismo de Harte. Sabe que es genuino, forma de su “estilo vital”.

“Cuando el señor John Oakhurst, tahúr, penetró en la calle principal de Poker Flat en la mañana del 23 de noviembre de 1850, advirtió que se había operado un cambio en su atmósfera moral desde la noche anterior. Dos o tres hombres, que estaban conversando con aire serio, callaron cuando se acercó e intercambiaron miradas significativas. En el aire había una calma del domingo litúrgico, que, en un pueblo poco habituado a las influencias de domingo litúrgico, parecía siniestro”.

Este fragmento nos dice que ni Hemingway ni Borges fueron ajenos a la influencia de ese gran maestro del género del Oeste que fue Francis Bret Harte. Visite el lector relatos como Los asesinos o El sur y lo comprobará. Los personajes de Harte nos pueden parecer familiares. Los hemos visto mil veces en el cine. No creo que haya un solo director de películas del Oeste que no haya leído a Harte: es imposible reproducir esa épica de la supervivencia, mezclada de ternura contenida y piadoso lirismo. Francis Bret Harte es el poeta del Oeste: de su intrahistoria y de su exactitud histórica. Escribió lo que vio, sin perder la distancia que exige la gran literatura. Se escudó en la parodia y en conmiserativa ironía. No desnaturalizó el sufrimiento del que fue testigo no pocas veces, la furia de la ambición y las quimeras. Ahorcados, diligencias, tahúres, mujeres, oro: es todo lo que los ojos de Hart vieron: la escritura fue su forma de compromiso con el arte verdadero y con la incómoda verdad de una incipiente civilización que mataba con demasiada facilidad.

Si algún día se hiciera una antología con los finales más sublimes de la literatura universal, al de El gran Gatzby y La feria de las vanidades yo le sumaría el del cuento de Harte La suerte de Roaring Camp: “Y el hombre fuerte del campamento, aferrándose a la frágil criatura, como se aferra, según dicen, el hombre que se ahoga a una rama, se dejó llevar a la deriva por el umbroso río que fluye eternamente hacia el mar desconocido”.

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4 Comentarios

Publicado por: jOSE ANGEL hIDALGO 05/10/2012

Estimado Ernesto, permíteme que te manifieste mi emoción al leer tu artículo. Conocí la obra de Harte ocasionalmente: en una feria del libro viejo (en Recoletos) me hice con 5 volúmenes (no había más) de los 8 que componían una antología de Ediciones Acervo sobre Novelas del Oeste. En esos 5 volúmenes encontré verdaderas joyas como estos cuentos de Harte: Los expulsados de Poker Flat, La suerte de Roaring Camp, y uno que habré leído decenas de veces ante la enorme sensibilidad que rezuma: De cómo Santa Claus llegó a Simpson´Bar. Gracias por este artículo que me ha puesto 'bocabajo' en esta maravillosa tarde de otoño. No olvidemos nunca a Harte.

Publicado por: rbk 05/10/2012

Hay una edición de 2009 de la editorial navona con cinco relatos.

Publicado por: fernan55 05/10/2012

Excelente, prefiero aquel final de Harte (perdón, perdí el libro hace muchos años), " aquí yace fulano de tal al que le tocó una racha de mala suerte el año y el mes tal y tal" escrito en una carta de poker sujeta con cuchillo a un tronco de pino en medio de la nieve.

Publicado por: Blog DIETA EFECTIVA 05/10/2012

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