Por: EL PAÍS19/10/2012
Lord Jim se publica en 1900 por entregas. Diecisiete años más tarde se edita como libro. Pero mientras tanto, su autor ha tenido tiempo de atender a los cuestionamientos críticos con que se recibió la obra. La respuesta a ellos, la plasma Conrad en su célebre prólogo, ejemplo de ironía y a la vez de lección de narrativa. La recepción de los lectores (profesionales y no profesionales) de Lord Jim, apuntaban al tiempo que empleaba Marlowe en contar la historia del aventurero Jim. Y no menos sorprendidos, a la paciencia de los que escuchaban dicha historia, inverosímil según los críticos, ya que no imaginaban a nadie tan atento a tan prologado relato. Conrad responde con una fina ironía, pero enseguida entra en materia y argumenta que su novela, que al principio iba a ser un simple cuento, se fue transformando en una novela de estructura “errante y libre”, una novela empeñada sustantivamente en realzar “el sentimiento de la existencia” en un alma sensible. Si Marlowe en El corazón de las tinieblas tenía un papel protagonista, por lo menos hasta que aparecía el inquietante y atormentado Kurtz, en Lord Jim su presencia se difumina entre las heroicas peripecias a que se entrega el joven Jim para lavar su torturada conciencia. Conrad a su manera fue un visionario. Así lo escribió en su no menos célebre prólogo a El negro del Narcissus: “Escribo para hacerte ver”. Ver era para el autor polaco adelantarse al futuro. La tragedia de Jim forma parte de la crisis del alma humana que vio Conrad que se cernía sobre la civilización.
Joseph Conrad relató hechos. Y de ellos supo que lo esencial no estaba en su núcleo sino en sus contornos, en sus alrededores. Para el escritor la realidad humana era casi inaprensible, “como esas aureolas de neblina a través de las que a veces se ve la luna”. De ahí el sentido último de su concepción de la forma novelesca. Marlowe narra haciendo saltos en el tiempo y el espacio, crea zonas dispersas en su discurso, su relato adquiere estructura polifónica, va y viene por los suburbios de sus recuerdos. Marlowe es un testigo misterioso, pero el único que ha visto la desolación de su héroe recorrer de puerto en puerto a la búsqueda de su imposible redención. Leer a Conrad es como entrar en un sueño. Tal vez por eso Forster no lo entendió.
A Joseph Conrad nunca le molestó que sus lectores más incondicionales se decantaran por Lord Jim, él que tanto quiso a todas sus criaturas de ficción sin distingos ni preferencias. Una mañana soleada en una bahía oriental, Conrad descubrió a su doliente héroe: “Lo vi pasar, emocionado y significativo, bajo una nube, sin pronunciar ni una palabra”. Era Jim a punto de traspasar la línea de sombra.
comentarios 9
Publicado por: Concilio Baticano de Sepúlveda 19/10/2012
cucha cucha
chuca cucha
cucha cuchachón...
Yo no leo más, solo miro videos y soy mas felíz que antes