Por: Winston Manrique Sabogal19/01/2013
Toni Morrison es una de mis escritoras preferidas. Y he tenido el gusto de entrevistarla en Nueva York. El resultado de ese encuentro lo publico hoy en Babelia (puedes leer la entrevista AQUÍ). Con este post quiero completar algo de esta magnífica escritora e invitarlos, a quienes no la conozcan, a que la lean. Antes, permítanme que les cuente esta breve historia: Descubrí a Morrison en el invierno de 1994, en mi primer viaje a España. Una noche paseaba por Madrid, vi una librería abierta y entré. Miré las mesas de novedades y me llamaron la atención dos libros juntos: Beloved y Jazz. Autor: Toni Morrison. Un par de meses antes había escuchado ese nombre con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura 1993. Así es que cogí Beloved, lo abrí en la primera página y empecé a leer, me gustó mucho, leí otra página al azar y me gustó más. Luego cogí Jazz y empecé a leer su comienzo, no quería parar. Compré los libros, claro. Como decía Nabokov, un buen escritor es un gran hechicero y ella lo es para mí. (La foto de Toni Morrison es de / H. Leutwyler/ Getty Images)
Como les decía, este post es para invitarlos a que la lean, y que mejor que a través de su propia literatura. Voy a crear un pequeño resumen de su obra reproduciendo algunos pasajes de sus novelas:
Epígrafe de Ojos azules (su primera novela, 1970): "A las dos personas que me dieron la vida y a la persona que me hizo libre".
Comienzo de Jazz (1992): “Sssst… yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido. Se encaprichó de una chiquilla de 18 años y le dio uno de esos arrebatos que te calan hasta lo más hondo y que a él le metió dentro tanta pena y tanta felicidad que mató a la muchacha de un tiro solo para que aquel sentimiento no acabara nunca. Cunado la mujer, que se llama Violet, fue al entierro para ver a la chica y acuchillarle la cara sin vida, la derribaron al suelo y la expulsaron de la iglesia. Entonces echó a correr, en medio de toda aquella nieve, y en cuanto estuvo de vuelta en su apartamento sacó a los pájaros de las jaulas y les abrió las ventanas para que emprendiesen el vuelo o para que se helaran, incluido el loro, que decía: “Te quiero”.
Las primeras páginas de su última novela, Volver, las puedes leer AQUÍ.
Pasaje de Beloved (1987) en la mitad: "-Estaba hablando del tiempo. Me resulta difícil creer en el tiempo. Algunas cosas pasan. Otras se quedan. Antes pensaba que era mi memoria. Ya sabes, algunas cosas se olvidan, otras siempre se recuerdan. Pero no es eso. Los lugares, los lugares siguen en su sitio. Si una casa se incendia, desaparece, pero el lugar... la imagen del lugar permanece, y no solo en mi memoria sino allí, en el mundo. Lo que yo recuerdo es una imagen flotando en redondo fuera de mi cabeza. Quiero decir que aunque lo piense, aunque se muera, la imagen de lo que hice, o supe, o vi, sigue allí. Exactamente en el lugar donde ocurrió.
- ¿Y los demás pueden verla? -inquirió denver.
- Oh, sí. Oh, sí, sí, sí. Algún día irás andando por el camino y oíras o verás algo. Con toda claridad. Y pensarás que eres tú la que está pensando. Una imagen pensada. Pero no. Es cuando tropiezas con un recuerdo que le pertenece a otro".
Pasaje de Amor (2003), hacia el desenlace: "Él la mira. Azorada (¿le habrá visto menear las caderas?) y temerosa. Él es el guapo gigante propietario del hotel y al que nadie replica. Heed se detiene, incapaz de moverse o decir: 'Disculpe. Lo siento'. (...)
Le toca el mentón y entonces, con naturalidad, sin dejar de sonreír, le toca un pezón, o mejor el lugar bajo el traje de baño donde habrá un pezón (...) Heed se queda ahí durante un tiempo que le parece una hora pero que es menos del que se requiere para hacer una burbuja de chicle perfecta. (...)
Heed no ha traído las piezas. Le dice a Christine que no las ha encontrado. Esa primera mentira, de las muchas que seguirán, se debe a que Heed cree que Christine sabe lo que ha sucedido y eso la ha hecho vomitar. Así pues, hay algo en Heed que no está bien. El viejo lo ha visto enseguida, y por ello le ha bastado con tocarla para que se moviera, como él sabía que iba a suceder, porque esa cosa mala ya estaba ahí, esperando que un pulgar la despertara. Ahora Christine también sabe que eso está ahí, y no puede mirarla porque la cosa mala es visible".
Final de La canción de Salomón (1987): "-¿Quieres mi vida? - Lechero ya no gritaba-. ¿La necesitas? ¡Tómala!Sin secarse las lágrimas, sin respirar hondo, sin doblar siquiera las rodillas, saltó al vacío. Ligero y resplandeciente como la estrella polar, fue girando en el aire hacia Guitarra. No importa cuál de los dos entregara su espíritu en los brazos asesinos de su hermano porque ahora Lechero sabía lo que Shalimar había sabido años atrás: que si te rindes al aire, puedes cabalgar en él".
comentarios 7
Publicado por: sANDRA 19/01/2013
Me ha gustado vale, pero que pasa con las demás novelas como paraíso? Te las has comido...