Por: EL PAÍS29/06/2013
Por JOSÉ OVEJERO / México DF
Mi siguiente estación es Guatemala. Es sorprendente que después de tantos días de entrevistas haya periodistas que aún encuentran algo original que preguntar.
Al final de la entrada anterior comentaba que iría leyendo libros de escritores jóvenes de cada país que recorra. No pretendo hacer aquí una reseña de ellos, por falta de tiempo, y tampoco sería justo valorarlos en un par de frases. Así que me limitaré a comentar algún aspecto que me llame la atención. En muchos casos dejaré su lectura para cuando esté de regreso en España.
“Una novela debe enganchar desde la primera página, más aún, desde la primera línea”. Hace poco participaba en una discusión en la que se dijo esa frase, que he escuchado varias veces en distintas versiones en los últimos tiempos y que me parece más deudora de intereses comerciales que literarios. El mexicano Tryno Maldonado tiene el descaro de iniciar su novela Teoría de las catástrofes, sin tener en cuenta ese mandamiento que tantos adeptos encuentra. La novela me está pareciendo notable por muchos motivos, pero tan solo comento ahora su no sometimiento a los dictados de la comercialidad, privilegio de quien quiere escribir, no ser escritor. ¿Quién dijo aquello de que Fulano deseaba tanto ser escritor que estaba dispuesto a todo, incluso a escribir? Maldonado se toma su tiempo, tardamos en darnos cuenta de los distintos hilos argumentales, desarrolla su historia con precisión y con mimo. No sé, por cierto, qué pensarán del inicio de El hombre sin atributos los defensores de la obligatoriedad de los principios que enganchan.
De la otra escritora joven que me llevo de México, Iliana Vargas, destacaría su cuento Melusina, cuento cruel, oscuro, perverso, poético, hermoso. Últimamente encuentro sobre todo a mujeres que escriben historias que entrarían bajo el concepto de escritores crueles que desarrollaba en La Ética de la crueldad: la propia Iliana, Ariana Harwicz, Sara Mesa…
A un escritor que viaja continuamente le regalan libros. Los editores y, sobre todo, otros escritores. No me refiero a los libros que pides porque te interesan, sino a los que te ofrecen sin tú demandarlo. Es muy frecuente que escritores que se inician en este duro mundo de la literatura te entreguen su libro, también otros que no han conseguido la difusión que consideran que merecen, los que publican en editoriales que poca gente conoce, incluso en sus propios países. Es siempre una situación incómoda, porque lo es decir “no, gracias” y lo es también aceptar un libro que probablemente no vas a leer; porque en la maleta ya no te cabe nada más, o porque el tiempo es aún más limitado que el espacio en tu maleta; también porque hay decenas de libros que quisieras leer y no lo consigues, y no quieres verte obligado a pasar tu tiempo con libros de los que no sabes nada y a los que solo accedes por la mera casualidad de cruzarte con su autor. Además, la mayoría de los libros son mediocres, también los publicados en grandes editoriales, no malos, sino sencillamente lugares en los que no necesitarías haberte detenido. No tienes ganas de leer todo lo que cae en tus manos, quieres seleccionar, decidir tú mismo…
Pero también sabes que tú estuviste ahí como escritor, es decir, en ningún sitio, en esa nada del autor al que nadie conoce, con un nombre que nadie recuerda, y has visto cómo las miradas de escritores que “han llegado lejos” resbala sobre ti sin percibirte, como si fueses una grieta o un accidente insignificante que no les obliga a fijarse en tu presencia. Y por eso no sabes si te da más reparo llevarte ese libro que te ofrecen para luego, en general, no leerlo –porque no, no hay tiempo para todo-, y quizá dejarlo algo avergonzado en el hotel, o decir “lo siento, pero no puedo llevármelo”. Un libro encierra trabajo, frustraciones, fantasías, el deseo de ocupar un lugar, de significar algo, y probablemente es más correcto rechazarlo que olvidarlo a propósito o cargar con él como un peso muerto. Pero a veces no consigues esa fortaleza de rechazarlo, no te atreves a frustrar así a quien lo ha escrito.
Hoy un escritor me regala un libro suyo. Poesía. Me horroriza la mayoría de los libros de poesía que me regalan. No hay nada más fácil que escribir un libro de poesía, mucho más que escribir uno de cuentos o una novela –por supuesto, escribir un buen libro de poesía es tan difícil como escribir una buena novela-. Esta vez lo acepto, incómodo, una vez más en esa situación en la que no quisiera estar. Lo dejo encima de la mesa. Lo imagino olvidado en el hotel cuando me vaya, y también, quizá para tranquilizar mi conciencia, que lo recoge la misma mujer de la limpieza que, hace poco, escuchaba un concierto para piano, creo que de Schubert, mientras hacía la habitación. E imagino que lee el primer poema y sonríe. Pero como el siguiente entrevistador tardará un rato en llegar, soy yo quien comienza a hojear el libro. Al menos me gustan los títulos de los poemas: Banca con pareja en un shopping mall; Prostituta mirando un asteroide; Travesti con tacones amarillos. El primer poema habla de la lluvia, y me hace gracia porque la lluvia también me persigue en Guatemala. La primera tarde, en Antigua, cae un chaparrón descomunal. De acuerdo, leeré este poema sobre la lluvia.
El poema es éste:
Ángel viendo caer la lluvia
todo el mundo transcurreen la duración de una gota de agua
el tiempo de las brisas leves en el gris silencio
los viajes de pronto abiertos a la sed y a la espuma
las bibliotecas flotando en el asombro
los paraísos sin luz en medio de la rabia
todo estalla en el asfalto
y vuelve a nacer en otra gota que cae
todo es un golpe seco en el rumor
todo es eco o reflejo
todo espasmo
y todo es posible verlo
a través
de su mirada
Me gusta. Me gusta mucho. Sigo leyendo este hermoso libro de poemas todo el tiempo que puedo. Se titula Los demás, y el autor es Eduardo Villalobos.
A veces ese libro que no querías leer es mejor que ese otro cuya lectura sí considerabas necesaria. A veces un libro leído por casualidad es un descubrimiento. Pero no me malentiendan: no quiero que me regalen más libros. De verdad, no me caben en la maleta. No caben en una sola vida.
Puedes ver AQUÍ la serie completa LARGA DISTANCIA, de José Ovejero
comentarios 6
Publicado por: pilar 29/06/2013
Me voy directita a comprarme el libro de Villalobos. Gracias José, me interesan tus libros, me interesa lo que lees, lo que aconsejas, tu mirada sobre la vida... y la lluvia, claro.