Por: EL PAÍS21/10/2013
POR VERONICA HERRERA
Un auditorio lleno recibió el domingo, después de la inauguración, a los panelistas encargados de ofrecer una introducción formal a la Sección I del VI Congreso de la Lengua Española. El presidente de la mesa fue Jaime Posada, Director de la Academia Colombiana de la Lengua, lo acompañaron Miguel Ángel Candanedo (Panamá), Baltasar Brito (México), Andrés Gallardo (Chile), Carmen Iglesias (España), José Luis Moure (Argentina) y Pedro Rueda (España). La sesión plenaria llevaba como nombre El libro entre el Atlántico y el Pacífico.
Todos los ponentes hicieron alusión a la influencia de los venezolano Andrés Bello y Simón Rodríguez en los inicios de la literatura en español en América.
Pero al hablar del libro, Miguel Ángel Candanedo nos ubicó mucho antes de las obras americanas, remontándonos a los escritos de los expedicionistas españoles y portugueses quienes contaban historias sobre los choques de creencias, falta de alimentos y demás dificultades que se presentaban en el mar a través de sus cuadernos de bitácora y libros de viajes.
Estos fueron los inicios del libro en América y tuvieron un papel fundamental en las crónicas y cronistas, algunos con una alta formación académica pero muchos otros con ninguna formación y, sin embargo, una imaginación inagotable.
Son estos escritos e ilustraciones francesas e inglesas del siglo XVIII, que anunciaban las primeras voces del independentismo, las que influyen en los pensamientos de grandes como Simón Bolívar y Andrés Bello.
“No es solo un proceso político-militar, es un proceso que se fragua en las mentes de quienes beben de esas fuentes de democracia desde las Américas, todo va alimentando el quehacer literario“, aseguró Candanedo.
Este quehacer literario inspiró la revolucionaria obra de Rubén Darío: Azul, reconocida como una de las primeras manifestaciones válidas de la literatura hispanoamericana. Darío asume en sus textos una actitud que se aparta de la de sus hermanos americanos y españoles, asumiendo como propia la tradición literaria de la lengua. “La lengua tiene una raíz delicada. Está necesariamente por encima de limitaciones territoriales, ideológicas y religiosas. Rubén Darío entiende y práctica el hecho de que la lengua española es patrimonio internacional“, analiza Andrés Gallardo, miembro de la Academia Chilena de la Lengua.
Por otro lado, José Luis Moure abordó el tema de la autonomía de la lengua citando a Juan Bautista Alberdi: “Una lengua es una facultad inherente a la personalidad de cada nación, y no puede haber identidad de lenguas, porque Dios no se plagia en la creación de las naciones”. Hizo énfasis en cómo los argentinos y colombianos han logrado dignificar mediante perspectivas distintas la autonomía y diversidad del lenguaje español.
Seis paneles
UN RCORRIDO ENRIQUECEDOR
El VI Congreso de la Lengua Española (http://www.cile.org.pa) presentó seis paneles simultáneos sobre El libro entre el Atlántico y el Pacífico, el domingo por la tarde. Recorrimos los salones del Centro de Convenciones Atlapa, cada uno con nombre de isla, para descubrir lo mejor de la literatura de los dos mares.
Iniciamos nuestro periplo en La Huaca, isla que han dividido en tres para poder admitir todas las charlas. Todavía entra la gente a sentarse en las sillas blancas dispuestas frente al panel cuando nos encontramos a Clive Griffin, profesor de la Universidad de Oxford, hablando sobre Libros, Libreros y Mercados Tradicionales.
Charla sobre tiempos antiguos donde según él “los libros buenos habrán sido obras religiosas, tal vez las populares crónicas de los Reyes de España o las obras de ficción, las obras mentirosas, historias de caballería que se imprimían en Sevilla”.
Es en el mismo Sevilla donde en 1503, los libreros se encuentran en una posición inmejorable para aprovechar el mercado americano. “Los libros sirvieron de cordón umbilical, arma de conquista y en ocasiones hasta como elemento subversivo”, comenta Natalia Maillard Álvarez, doctora en Historia, cuando toca el tema de la circulación del libro en la monarquía hispánica en cuya evolución el nuevo mundo fue un factor determinante.
Con sigilo me desplazo a la isla de Boquete, aunque esta tos insoportable no me permite pasar desapercibida. Allí Kenneth Mills, filósofo y profesor de Historia en la Universidad de Toronto, conversa sobre Bibliotecas históricas y esferas públicas; nos echa el cuento del expedicionista fray Diego de Ocaña quien casi pierde su colección de libros tras el ataque a su nave por parte de piratas ingleses que provocó una inundación durante su travesía por el Atlántico. De manera milagrosa logra salvar cada pieza, entre ellos 300 copias del libro ‘Nuestra Señora’. Mills quisiera contarnos más pero se excusa por la falta de tiempo y porque probablemente quiere que compremos su libro sobre este preciso tema pronto se publicará en inglés y, tal y como lo comentó él, seguidamente será editado en su español ‘tanzánico’.
Ahora Pedro Cardim, doctor en Historia y profesor en Universidade Nova de Lisboa, me recibe en Portobelo para contarme un poco sobre el portugués Antonio Vieira, en el marco de Una República de las letras: autores de ambos mundos. No hay asientos pero la vibra es tan buena que decido sentarme en el piso. Pronto se me unen un estudiante del Colegio San Félix encargado del live streaming y un colega ensacado.
Ahora sí, me dispongo a escuchar la historia de Vieira, un padre jesuita portugués, que afrontó muchas dificultades y barreras en el mundo del siglo XVII.
Durante su tiempo en América residió en Bahia, Brasil, donde escribió muchas obras. En 1640, cuando Portugal se separa de España, Vieira regresa a su natal Lisboa, acoplándose nuevamente a la cultura europea y aplicando la experiencia adquirida en América. Inicia su evangelización y escritos en portugués, que termina siendo su idioma de expresión literaria pero mantiene su contacto con el mundo hispánico y los jesuitas brasileños.
La primera parte de su vida se dio en medio de un momento en que muchos calificaban el portugués como español. Nació y creció en el mundo de aventura del castellano. Cuando le censuraron sus escritos en español decidió traducir sus sermones él mismo, yendo contra la corriente y sentando un precedente. “Fue un hombre de ambos mundos. Más de América que de Europa, más del Atlántico que del Mar del Sur”.
Luego de la que resultó ser mi exposición favorita, me escapé a toda velocidad para escuchar acerca de Bibliofilias: coleccionismos de libros y edición. Llegué justo a tiempo para aprender un poco sobre el amor hacia la literatura que tenían hispanoparlantes destacados como Dionisio Herrera, quien fue Primer Ministro de Honduras y José Antonio Márquez. Amantes de la lectura, ante la deficiencia de variedad literaria en su país, le pedían a amigos de otros países que le enviasen libros, logrando tener así bibliotecas bien dotadas y llegando hasta el punto de colocar en sus testamentos órdenes explícitas sobre el futuro de sus colecciones de libros.
Finalmente visito la tercera división de La Huaca donde tratan el tema de Lenguas y manuscritos del Atlántico al Mar del Sur. La habitación más calurosa de todas, no solo por las altas temperaturas sino por el tema. Nicolás Kwiatkowski decide hablar sobre el uso del término ‘bárbaro’ como descripción de los indios americanos desde el momento de la llegada de Colón al Nuevo Mundo. Intenta registrar algunos de los sentidos de ese empleo, su pronta adaptación para describir el comportamiento de los europeos contemporáneos y de tiempos pasados, y algunas consecuencias de todo ello.
Y así culminó mi recorrido por el Libro entre el Atlántico y el Pacífico. Un viaje enriquecedor que tiene su continuación con la Industria del Libro que promete ser una aventura.
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