Por: EL PAÍS07/02/2014
Por CRISTINA RIVERA-GARZA
“La mayoría de los escritores serios no se acercan a las cosas que les ofrece la tecnología de su tiempo”, dijo William Burroughs, el autor de Naked Lunch y Junkie y Cities of Red Night, entre otras tantas novelas memorables, que este 5 de febrero celebraría el centenario de su nacimiento. “Nunca he sido capaz de entender esa clase de miedo”, concluía el autor en una entrevista que le concedió al Paris Review en 1965. Las cosas, como es posible constatarlo a través de las frecuentes declaraciones airadas de esos escritores serios que ven a la tecnología digital como el signo del fin de los tiempos, no han cambiado mucho. No se trata de estar a la moda y ni siquiera de un imperativo por actualizarse a toda costa, sino de esa misma curiosidad que llevó a Burroughs a inventar sistemas de corte y yuxtaposición textual (por donde, decía, se derramaba el futuro), y a incursionar en el cine, la música, y las artes visuales mucho antes de que la idea del texto mutante se volviera el termómetro estético de nuestra época. Si Gertrude Stein estuviera aquí enfrente, le diría que, más que un escritor adelantado a su tiempo, Burroughs ha sido uno verdaderamente de su tiempo. Apuesto a que Stein, quien alguna vez escribió que la única verdadera responsabilidad de todo escritor es ser un escritor capaz de enunciar su propia contemporaneidad, me daría la razón.
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