Papeles Perdidos

LARGA DISTANCIA

'Cosecha de huesos', de Edwidge Danticat

Por: EL PAÍS16/04/2014

Por JOSÉ OVEJERO

Cosecha-de-huesos-edwidge-danticat-1642-MLU26672058_6165-F¿Por qué lloramos a veces cuando leemos una obra de ficción? Me lo preguntaba al notar que se me humedecían los ojos –por lo menos en dos ocasiones- leyendo Cosecha de huesos, de Edwidge Danticat. No es algo que me ocurra a menudo: aunque son muchos los libros que me han conmovido, solo recuerdo haber llorado con Medea, de Christa Wolf y Elegía, de Philip Roth. Y siempre me pregunto lo mismo: ¿cómo me pueden afectar de tal manera las vicisitudes de personajes inventados en situaciones inventadas? ¿Dónde se realiza ese tránsito entre lo ficticio de la historia y lo real de las emociones?

Coleridge pretendía “transferir hacia esas sombras de la imaginación, desde nuestra naturaleza interior, un interés humano y una apariencia de verdad suficientes para conseguir la pasajera  y voluntaria suspensión de la incredulidad que constituye la fe poética.” Por supuesto, el lector no cree ni por un instante en la realidad de los seres ficticios, igual que un niño que juega a ser soldado sabe que las balas con las que dispara no tienen efectos mortales. Más bien somos conscientes de estar asistiendo a una representación en la que nada es real pero que establece una relación con acontecimientos reales y, al obligarnos a recordarlos, a tenerlos presentes, a entenderlos, a hacerlos nuestros, nos emociona.

Cosecha de huesos está narrada desde la perspectiva de Amabelle, una superviviente de la masacre  de haitianos cometida en la República Dominicana en 1937, bajo la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Sin embargo, yo no diría que es una novela sobre la masacre. Más bien, es una novela sobre la experiencia de vivir en un lugar al que no perteneces, una novela sobre la pérdida forzosa de tu identidad y tu individualidad, y por tanto de tus derechos; la masacre es tan solo la manifestación bestial y definitiva de esa pérdida.

¿Quién eres cuando no eres nadie? Primero Amabelle es sobre todo una observadora; aunque participe en la vida de la mansión en la que sirve, sabe que no es su lugar, entra y sale de las escenas y en cuanto termina su función pasa a segundo plano. Justo eso eres cuando no eres nadie: un accesorio. Los demás no se relacionan contigo sino con tu actividad. Así que solo eres persona en la intimidad, recuperando tu cuerpo para ti misma. Amabelle únicamente parece estar viva de verdad cuando se encuentra en secreto con Sebastien, su amante. Por lo demás, solo le quedan los sueños y la memoria para no separarse de sus raíces y troncharse definitivamente.

¿Qué eres cuando no eres nadie? Grupo, masa indeterminada, una presencia sin nombre ni rasgos propios; y hacia la masa no puede sentirse empatía, ni compasión, quién va a tener lástima de un conjunto informe, sin un pasado individual. Así que cuando el miedo y el odio de los dominicanos hacia los inmigrantes haitianos se condensa debido a los discursos demagógicos de Trujillo, comienza la carnicería. Eso eres cuando no eres nadie: una víctima perfecta, que ni siquiera provoca remordimientos de conciencia al verdugo.

“Todo lo que sabías antes de esta masacre ha desaparecido”, le dicen a Amabelle. Y si la masacre ni siquiera deja rastros de lo que había antes, de ese débil hilo de sueños y memoria que la unía a su infancia, ¿qué queda para llenar el vacío? Algunos de sus compatriotas se empeñan en contar una y otra vez lo que les ha sucedido, cómo los hirieron o torturaron, cómo escaparon milagrosamente. Ese es el momento que aún los vuelve reales y los reconvierte en personas. Y se lo cuentan a los demás supervivientes, a los médicos, al juez, a los sacerdotes. No esperan otra cosa que ser escuchados. Condenar al silencio a la víctima y negarle la posibilidad de recuperar su pasado –de eso sabemos mucho en España- es la manera definitiva de aniquilarla.

Pero Amabelle pierde temporalmente el habla y más tarde no está interesada en contar su historia. Solo quiere saber cómo murió Sebastien, cerrar la propia tragedia no con falsos consuelos ni con falsas esperanzas, sino con la verdad.  Contar puede procurar alivio, pero más importante que contar es saber. Y eso es precisamente lo difícil. Porque, como dice uno de los personajes: “Sé lo que va  a suceder (...) Tú cuentas la historia y luego la vuelven a contar como quieren, en palabras que no entiendes, en un lenguaje que es el suyo y no el tuyo.”

Danticat es consciente de realizar ese mismo proceso al narrar la tragedia de una generación que no es la suya. Aunque cualquiera que vaya a República Dominicana hoy puede oír comentarios racistas sobre los haitianos que no serán tan distintos de los de hace ochenta años, el presente no nos revela el pasado. Así que Danticat intenta resolver la paradoja casi irresoluble de contar lo que sucedió inventándolo: por mucho que nos conmueva, Amabelle no ha existido, ni existió Sebastien ni ninguno de los otros personajes. Pero sí existieron el racismo, la estupidez, la brutalidad y el cálculo, que, unidos, dieron lugar a una matanza. Cosecha de huesos no cuenta entonces la historia de Amabelle y Sebastien; ellos solo ayudan a crear ante nuestros ojos la posibilidad de destinos individuales golpeados por lo peor en lo que podemos convertirnos los seres humanos. Tal vez uno de los motivos por los que nos conmueve, al menos a este lector, es porque una y otra vez nos hace pensar en locuras mucho más cercanas, en otros muertos, en otras brutalidades cometidas en nuestros países o nuestras fronteras. Y más aún porque gracias a la empatía, esa capacidad que a veces nos redime, Amabelle nos obliga a imaginar, de forma concreta, qué significa no ser nadie y, por tanto, que a quienes te rodean les den igual tus sentimientos mientras se destruyen por completo tus sueños y tus esperanzas.

Puedes ver AQUÍ la serie completa Larga distancia

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4 Comentarios

Publicado por: teresa 16/04/2014

Parece súper interesante. Próximo libro para mi colección

Publicado por: José Fernández Belmonte 16/04/2014

Qué es verdad y qué es mentira. Dónde termina el realismo y dónde comienza la abstracción. Una bonita mentira puede ser más emocionante que una verdad como un templo. Nosotros mismos dependiendo del momento en el que vivimos podemos responder de distinta forma ante un mismo texto, ante un mismo paisaje o ante la misma obra de arte que décadas atrás nos conmovió.

Publicado por: mcjaramillo 16/04/2014

Toda ficción se nutre de la realidad. Por eso algunas historias nos conmueven hasta las lágrimas.
Perfecto el texto de Ovejero. Como siempre.

Publicado por: Teresa Paixão 16/04/2014

Miguel Delibes me ha comovido con varios libros : Santos Inocentes , El Camino , Un Señora de Rojo sobre fondo gris. me gustó mucho su articulo.

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