Imagen de 'Los anillos de Saturno', de Sebald.
Por JOSÉ OVEJERO
“El arte descriptivo, minucioso, es pueril y pesado. El arte expresivo, expresionista, aísla rasgos y gana, no solo en economía, sino en eficacia, porque arte es reducir las cosas a uno solo de sus rasgos, enriquecer el universo empobreciéndole, quitarle precisión para otorgarle sugerencia”. Estas afirmaciones las escribía Francisco Umbral en Mortal y rosa. Cada escritor tiene su poética y la fundamenta como le parece, lo que no impide que otros escritores hagan justo lo contrario con excelentes resultados. El estilo no es una mera decisión formal. El estilo es inseparable del contenido, y el contenido depende a su vez de los valores subyacentes a una obra y a la sociedad en la que se concibe. Como apunta la famosa frase de Goddard: “El travelling es una cuestión moral”. Dicho de otra manera: la estética es tan inseparable de la ética como el cuerpo de la mente.
Por eso no es difícil encontrar autores que disienten radicalmente de Umbral. El narrador de El gran cuaderno, de Agota Kristof, decía: “Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; más vale evitar su empleo y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir a la descripción fiel de los hechos”. Por supuesto, habría que saber si eso era lo que pensaba Kristof o solo lo que debía pensar su personaje, distinción siempre necesaria. Y en otro libro también mencionado en este blog, Paisaje lacustre con Pocahontas, encontramos: “No interpreten: aprendan y describan.”
Uno de los autores que más hincapié ha hecho en la descripción como forma narrativa es Alain Robbe—Grillet, el padre del nouveau roman, quien consideraba que la literatura solo puede describir y que no debe pretender explicar nada: “limitarse a la descripción significa necesariamente rechazar todas las demás formas de acercarse al objeto: la simpatía por poco realista, la tragedia por alienadora, la comprensión por pertenecer solamente al ámbito de la ciencia”.
Lo que me llama la atención en todas estas afirmaciones es que establecen una tajante oposición entre descripción y expresión o entre descripción e interpretación. ¿De verdad describir significa atenerse a los hechos prescindiendo de toda interpretación y una renuncia a lo expresivo?
Si alguien lo cree, ahí está W. G. Sebald para desmentirlo. Aunque probablemente su obra más conocida sea Austerlitz, confieso que a mí me interesó más Los anillos de Saturno, relato de un viaje realizado sobre todo a pie por el condado de Suffolk. No es un viaje ambicioso, el libro sí lo es. Quizá por eso me fascina: con una materia aparentemente menor logra una obra mayor.
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