Por: EL PAÍS11/06/2014
Por ÁNGEL LUIS SUCASAS
Pongamos que hay 20 euros en una cartera. Pongamos que el dueño de esa cartera es un lector. Pongamos que es un lector que busca un libro. Y solo uno. La pregunta es, ante la abrumadora oferta desde los anaqueles, digitales o palpables, ¿quién debe recomendarle qué comprar? O también: ¿En quién confía más? Babelia.com cerró ayer su mesa de debates en la Feria del libro de Madrid con el coloquio: ¿crítico, bloguero, tuitero o librero? ¿Quién es el prescriptor cultural en la era digital? Para ello reunió a representantes de los diferentes sectores de la crítica: Ana Rodríguez Fischer, crítica literaria de Babelia; Lola Larumbe, librera; Vicente Luis Mora, escritor y bloguero, y Eva Orúe, periodista y asesora de comunicación. Todos ellos moderados por Ricardo de Querol, redactor jefe de Babelia.
Algo ha cambiado en el ambiente porque se advierte que las tensiones entre estos actores del escenario editorial y literario se ha distentido. Por ejemplo en el mea culpa de Luis Mora nada más empezar, recordando al Kafka de América, nada menos: "El gran teatro de Oklahoma del texto. Un teatro al que cualquiera estaba invitado a trabajar como artista. Allí le tocaba a uno representar el papel de su vida real. A la blogosfera le pasa eso. Cualquier persona, sin cambiar, sin aprender, sin hacer un esfuerzo, puede acceder a ella". Desde el otro lado de la balanza, Rodríguez Fischer, crítica de Babelia, se destapó reconociendo que ella también tiene un blog y que considera que "las grandezas y las miserias de la crítica son independientes del medio por el que lleguen".
Claro que también hubo, aparte de piedras contra el propio tejado o cordialidad con el supuesto enemigo, tirones de manta para donde más conviene. La más combativa con lo imprescindible de su papel, refendado por el conjunto de la mesa, fue Lola Larumbe, librera de la Rafael Alberti de Madrid: "Encontrar esa pepita de oro en el marasmo de libros es cada vez más difícil. Quiero pensar que una librería y un librero puede ser ese filtro, y no Amazon". Cabe decir que una de las mayores estrellas de esta feria, el británico Neil Gaiman, confesó a este periódico que la mayor estupidez que estaba cometiendo el mundillo literario era poner en peligro de extinción a los libreros. Eso sí, del enemigo del librero, ese Polifemo llamado Amazon, no tuvo voz en la mesa.
Volviendo a la crítica, pesan sobre ella varios interrogantes. Por ejemplo, la extensión. ¿Tan breve como un tuit? ¿Tan densa como un artículo académico? ¿Y en dónde es más pertinente cada extensión? No se llegó a un acuerdo. Eva Orúe opinó que los tuits son lo equivalente a las frases de "las fajas de los libros", una recomendación que si la da "alguien de quien te fías y a quien sigues" se convierte en relevante. Tanto Orúe como Mora defendieron que el blog es la panacea del espacio, una página infinita en la que se pueden volcar reflexiones de mayor holgura que los caracteres minuciosamente medidos de un periódico. Rodríguez Fischer les llevó la contraria, pues cree que en el blog y lo digital sigue primando la "lectura rápida" y que el efecto es el mismo que con un suplemento: "Esperas al fin de semana para poder leerte con calma algo más largo que te interesa".
Lo que no cambia en uno y otro medio es el alcance que se persigue. Rodríguez Fischer lo resumió así: "A mí me enseñaron desde muy pequeña que la literatura por adjetivos no existe. No pueden usarse digamos tres adjetivos para la lírica de Garcilaso y luego esos mismos para cualquier otra cosa". Tampoco cambian los intereses espúreos, y todos reconocieron que la mala praxis, la intersección interesada entre el mercado y el crítico, puede darse (y se da) en todos los ámbitos, sea un blog o la web o páginas de un periódico.
Tras una hora y muchas palabras de debate —suficientes para leerse sin prisas el Aleph de Borges— en el que quedó claro que el "mestizaje" entre estos actores está a la orden del día, lo inefable de la pregunta, ¿De quién se fía el lector?, siguió siendo una piedra filosofal. Sí, hay críticos de referencia en los medios tradicionales y en la red. Sí, un tuit de un Reverte o un Gaiman pueden ser ventas directas. Sí, los clubes de lectores online son un bien a preservar y cultivar. Pero la elección, esos 20 euros en la cartera que van para un solo libro siguen siendo un misterio. Tal vez porque, como explicó Larumbe, "la mitad o más de las ventas parten de una decisión del lector. De alguien formado y con su propio criterio que quiere encontrarse con un libro".
comentarios 16
Publicado por: Pedro Llorente 11/06/2014
Es cierto , creo que se tendría que haber invitado a un critico literario o un editor, esto de los algoritmos literarios, creo que no es lo mismo que analizado por critico, los años avalan su trabajo.
Es mi humilde opinión