Paul Krugman

Sobre el blog

La solución a la crisis económica pasa por la política. Paul Krugman, probablemente el economista más conocido del mundo, lo tiene claro. Desde su posición progresista –liberal, en Estados Unidos; de izquierdas, en Europa- prescribe su receta.

Sobre el autor

Paul Krugman

Cuando recibió el premio Nobel en 2008, Paul Krugman (Albany, Estados Unidos, 1957) ya llevaba casi una década escribiendo columnas en el New York Times. Da clases de Economía y Política Internacional en la Universidad de Princeton, antes lo ha hecho en la de Yale, donde se graduó, en la de Stanford y en el MIT.

Europa moderna, remedios medievales

Por: | 24 de diciembre de 2012

Mario Monti anuncia su dimisión.
Europa me ha sorprendido con su resistencia política: la disposición de los países deudores a soportar un sufrimiento aparentemente interminable y la capacidad del Banco Central Europeo para hacer solo lo justo, en el último minuto, a fin de calmar los mercados cuando la situación parece a punto de estallar.

Pero la economía de la austeridad ha ido siguiendo el guión al pie de la letra (el guión keynesiano, claro está, no el austeriano). Una y otra vez, los tecnócratas “responsables” inducen a sus países a tragar la amarga píldora de la austeridad. Y una y otra vez, no consiguen que dé resultado.  El ejemplo ilustrativo más reciente es Italia, donde el primer ministro Mario Monti —un buen tipo, profundamente sincero— anunciaba hace poco que deja el cargo antes de tiempo, en última instancia porque sus políticas están conduciendo a Italia a la depresión. (Y sí, para que conste, esto significa que Italia no conocerá al verdadero Monti).

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Desde la Reserva Federal, ruido y furia

Por: | 21 de diciembre de 2012

Bernanke, presidente de la Fed.
Bueno, ¿hasta qué punto ha sido importante el anuncio que ha hecho este mes la Reserva Federal? Filosóficamente, ha sido bastante significativo; en cuanto a repercusiones políticas importantes, no tanto. Lo que la Reserva ha hecho es prometer que no subirá los tipos de interés hasta que el paro sea significativamente más bajo que ahora, o la inflación esté considerablemente por encima del objetivo del 2%.

Un detalle bastante importante en el que no he visto que se haga hincapié: el criterio de la inflación se expresa como inflación prevista, no como inflación pasada. Esto permitirá a la Reserva Federal mantener los tipos bajos aun cuando se presente un problema pasajero causado, por ejemplo, por un repunte de los precios de las materias primas. Está bastante claro —aunque no se diga explícitamente— que el objetivo de esta declaración ha sido impulsar la economía en estos momentos con expectativas de una inflación más alta y un empleo más sólido de lo que se podría haber esperado en otro caso.

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Inversión de la doctrina económica rara

Por: | 10 de diciembre de 2012

Bruce Bartlett es una persona de bien. Una persona de bien, o al menos sí me lo enseñaron a mí, es alguien que se hace responsable de sus acciones, incluidos sus errores. Lamentablemente, la Menschlichkeit o humanidad es una virtud rara en el Estados Unidos moderno, y desde luego en la esfera política, donde nadie admite nunca estar equivocado respecto a algo.

Así que aclamemos todos a Bartlett, que ha escrito un texto conmovedor en la edición de diciembre de The American Conservative acerca de cómo cayó en la cuenta de que el conservadurismo y su doctrina económica no eran lo que él había imaginado y, en particular, sobre cómo cayó en la cuenta de que el análisis keynesiano tenía sentido. Por supuesto, el ensayo de Bartlett no hace más que poner de manifiesto los pocos economistas –ya sea en el mundo de la política/las fundaciones o en el académico— que han estado dispuestos a hacer lo mismo. Es inevitable preguntarse en concreto por los economistas destacados que dieron su apoyo a Mitt Romney en su última campaña.

Ellos tienen que haber sabido que Romney estaba diciendo tonterías, que sus cifras no cuadraban ni remotamente; y algunos de ellos defendieron los que claramente parecen argumentos a todas luces falsos sobre los impuestos, el ciclo empresarial y demás. ¿Era un caso de lealtad política imponiéndose a las normas profesionales? ¿O se trataba de ambición personal por encima de todo? Y no, no es un fenómeno simétrico: el presidente Obama y su gente también juegan un poco con las cifras, pero ni mucho menos hasta ese punto; se trata más de la forma de presentarlas que de intentar contar una historia que es esencialmente falsa.

En cualquier caso, en el pasado he sido un poco duro con Bartlett, y me he preguntado por qué tardaba tanto en ver lo evidente. Pero eso da igual: ha demostrado tener carácter en un país donde eso es difícil de encontrar.

La falsa escasez de talento

Un reconocimiento a Adam Davidson por algo que hacía mucha falta: acabar con el mito de la supuesta escasez de talento que está frenando el avance de la economía estadounidense.

“El secreto que hay tras este vacío de talento es que no es en absoluto un vacío de talento”, escribía Davidson el 25 de noviembre en su columna semanal en The New York Times Magazine. Davidson contaba que había hablado con directores de fábricas que decían “que tenían muchas dificultades a la hora de contratar trabajadores muy solicitados para trabajar por 10 dólares la hora”.

Siempre que vean que se cita a algún empresario quejándose de que no es capaz de encontrar trabajadores con las habilidades necesarias, pregunten qué salario ofrece. Casi siempre, resulta que lo que el empresario en cuestión realmente quiere son trabajadores con mucha formación (y muy cara) que trabajen por un sueldo de mano de obra no cualificada. No es de extrañar que les cueste encontrarlos. Y esto encaja perfectamente con uno de los argumentos clave en contra de la afirmación de que una gran parte del paro de Estados Unidos es "estructural", que se debe a un desequilibrio entre las habilidades y la demanda de mano de obra.

Si eso fuese cierto, veríamos subir como la espuma los salarios de aquellos trabajadores que sí que tienen las habilidades adecuadas. En realidad, salvo raras excepciones, no es así. De modo que lo que verdaderamente hay que preguntar es por qué las empresas estadounidenses no creen que merece la pena pagar lo suficiente para atraer a los trabajadores que dicen que necesitan.

© 2012 New York Times

Traducción de News Clips.

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