Paul Krugman

Sobre el blog

La solución a la crisis económica pasa por la política. Paul Krugman, probablemente el economista más conocido del mundo, lo tiene claro. Desde su posición progresista –liberal, en Estados Unidos; de izquierdas, en Europa- prescribe su receta.

Sobre el autor

Paul Krugman

Cuando recibió el premio Nobel en 2008, Paul Krugman (Albany, Estados Unidos, 1957) ya llevaba casi una década escribiendo columnas en el New York Times. Da clases de Economía y Política Internacional en la Universidad de Princeton, antes lo ha hecho en la de Yale, donde se graduó, en la de Stanford y en el MIT.

La rotunda negación europea

Por: | 30 de abril de 2013

El economista Tim Duy preguntaba recientemente en su blog: ¿cuándo podemos admitir todos que el euro es un fracaso?
La respuesta, por supuesto, es que nunca. En la moneda única se han invertido demasiada historia, demasiadas declaraciones y demasiado ego como para que los interesados reconozcan jamás que quizás hayan cometido un error. Incluso si el proyecto acaba en un desastre total, insistirán en el que el euro no le falló a Europa, sino que Europa le falló al euro.

Euros

Pero se me ocurre que podría ser buena idea que recapitulara mi opinión sobre lo que realmente está causando daño a Europa y lo que se podría hacer todavía. 
 Por tanto, empecemos por Europa tal como estaba a finales de la década de 1990. Era un continente con muchos problemas, pero nada parecido a una crisis, y no había muchas señales de que estuviera siguiendo un camino insostenible. Luego llegó el euro.  
El primer efecto del euro fue un estallido de euforia: de repente, los inversores creyeron que toda la deuda europea era igual de segura. Los tipos de interés bajaron en toda la periferia europea, lo que hizo que España, Grecia y otras economías similares recibiesen enormes flujos de capital. 
Estos flujos de capital propiciaron unas burbujas inmobiliarias enormes en muchos lugares, y, en general, crearon booms en los países que recibían los flujos.

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El heredero de Thatcher en EE UU

Por: | 26 de abril de 2013

Como señalaba Bruce Bartlett, un antiguo asesor político del presidente Ronald Reagan, en un comentario en The New York Times en 2011, la Margaret Thatcher que los conservadores estadounidenses admiran se asemeja poco a la difunta primera ministra británica del mismo nombre.

En concreto, Thatcher apenas hizo nada para reducir el estado de bienestar británico (aunque sí que hizo una chapuza con las pensiones de jubilación). Lo que hizo fue redistribuir el peso de los impuestos en sentido descendente y rebajó los tipos impositivo más altos a la vez que aumentó los impuestos al consumo, que representan una carga mayor para quienes tienen rentas bajas. La caída de Thatcher se debió en parte al impuesto de capitación, un impuesto radicalmente retrógrado –la misma cantidad para todos, independientemente de la renta- que fue demasiado incluso para su propio partido.

Bobby Jindal

Y eso significa que su heredero más fiel en Estados Unidos es... Bobby Jindal, el no tan prodigioso gobernador prodigio de Luisiana, quien hace poco ha propuesto abolir el impuesto sobre la renta de su estado y sustituirlo por impuestos sobre las ventas.

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Experimento japonés

Por: | 23 de abril de 2013

He dejado claro que apruebo plenamente la nueva agresividad monetaria de Japón. Pero deduzco que algunos lectores se sienten confusos; ¿no he estado manteniendo que la política monetaria es ineficaz en una trampa de liquidez?
La respuesta breve es que la actual política monetaria es ineficaz, pero que todavía es posible obtener resultados si conseguimos modificar las creencias de los inversores respecto a lo que prevén que será la futura política monetaria (lo cual era la moraleja de un artículo sobre Japón que escribí hace nada menos que 15 años). Pero he pensado que podría valer la pena volver sobre esto de nuevo.

Bolsa de Tokio.

De modo que, en estos momentos, todos, Estados Unidos y Japón (y Europa), están en trampas de liquidez: la demanda privada es tan escasa que, incluso con unos tipos de interés a corto plazo de cero, el gasto se queda muy por debajo de lo que se necesitaría para alcanzar el pleno empleo. Y los tipos de interés no pueden estar por debajo de cero (excepto de manera intranscendente, durante periodos muy cortos), porque los inversores siempre tienen la opción de guardarse el dinero sin más. Por cierto, que esto no es solo hipotético: se ha producido un repentino aumento de la acumulación de divisas, aunque una gran parte sean billetes de 100 dólares guardados en el extranjero.

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La política única no es buena para nadie

Por: | 16 de abril de 2013

Esta semana en Business Insider, Joe Weisenthal informaba sobre los Índices de Gestores de Compras europeos (índices basados en estudios que funcionan como indicadores que anticipan los datos económicos oficiales), que son realmente desalentadores. No hay duda de que la recesión se está agravando en toda Europa, incluso en los principales países.  

Comercio cerrado en Nicosia

Y la lectura de esta noticia me recuerda algo sobre lo que tenía intención de escribir, es decir, que las discusiones sobre los problemas de Europa y el debate sobre la austeridad adolecen a menudo de una tendencia a ocultar dos temas un tanto diferentes.  

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La apuesta de Polonia por el euro

Por: | 11 de abril de 2013

Polonia todavía no está perdida, pero sus líderes siguen decididos a darle una oportunidad al desastre.
Polonia es una de las historias de éxito relativo de Europa. Evitó la grave crisis que afectó a gran parte de la periferia europea, y luego experimentó una recuperación bastante sólida.
Como pueden observar en el gráfico, el crecimiento se ha reducido últimamente, en gran parte a causa de la austeridad fiscal y de la desconcertante decisión de los dirigentes polacos de imitar al Banco Central Europeo y aumentar los tipos de interés en 2011.

Revista polaca contra Merkel.

Aún así, resulta alentador comprobar que, según los niveles europeos, no reina el terror económico más absoluto.
Y gran parte de ese éxito relativo se debía claramente al hecho de que Polonia no solo mantuvo su propia moneda sino que permitió que el zloty fluctuase. Como consecuencia de ello, durante los años de los grandes flujos de capital hacia la periferia europea, Polonia registró una apreciación monetaria en vez de una inflación diferencial, y fue capaz de corregir rápidamente ese tipo de cambio real cuando estalló la crisis. 
Entonces, ¿qué quieren hacer los dirigentes polacos? Bueno, pues incorporarse al euro, por supuesto. De verdad que hace que quiera darme cabezazos contra la pared.   
Piensen en España, Irlanda y ahora Chipre. ¿Cuántas pruebas más necesitamos de que el euro es una trampa y de que puede dejar con demasiada facilidad a los países sin buenas opciones frente a una crisis? Incluso si se han creído la leyenda de Letonia, aunque no deberían, tendrían que estar dispuestos a reconocer que la pertenencia al euro es, en el mejor de los casos, un riesgo, con unos inconvenientes posiblemente horribles.

© 2013 The New York Times
Traducción de News Clips.
 

La economía de Google

Por: | 09 de abril de 2013

La decisión de Google de cerrar Google Reader ha disgustado a varias personas que conozco y ha provocado muchas discusiones sobre el futuro de los servicios basados en la Red. La discusión más interesante, creo, es la de Ryan Avent en The Economist, que sostenía en un reciente artículo titulado Google’s Google Problem [El problema de Google de Google] que el buscador ha estado proporcionando un servicio público esencial, pero no parece que tenga ningún interés en mantenerlo. 
He estado tratando de pensar detenidamente en ello desde el punto de vista de la microeconomía más o menos estándar, y este es el resultado de mi reflexión.

GoogleReader

En primer lugar, es bien conocido, aunque no se mencione con frecuencia, que incluso en un mercado simple, un monopolista con costes fijos elevados y con una capacidad limitada para realizar una discriminación de precios entre los clientes puede no ser capaz de obtener beneficios proporcionando un producto incluso cuando el posible aumento de consumidores de ese producto sea superior a los costes de producción. Básicamente, si el monopolista trata de cobrar un precio correspondiente al valor que los usuarios intensivos otorgan al producto, no atraerá a suficientes usuarios de baja intensidad para cubrir sus costes fijos; si cobra un precio bajo para atraer al usuario de baja intensidad, no logra captar una cantidad suficiente del excedente de usuarios de alta intensidad, y tampoco puede cubrir sus costes fijos.  

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