María Villellas, investigadora de la Escola de Cultura de Pau e integrante de WILPF
En abril de 1915, un año después del inicio de la Iª Guerra Mundial, 1.136 mujeres procedentes de diferentes países europeos se reunieron en La Haya para expresar su rechazo al horror de la guerra que devastaba Europa en esos momentos. Ese encuentro fue el germen de la Liga Internacional de las Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), que un siglo después sigue agrupando a mujeres de todo el mundo que trabajan por la paz, la desmilitarización y el desarme internacionales y que en 2015 celebrará su centenario con un lema, que entonces y también ahora sigue plenamente vigente, “El poder de las mujeres para parar la guerra”. Cien años después del inicio del que fue uno de los conflictos armados más graves de la historia de la humanidad, mujeres de todo el mundo siguen trabajando local e internacionalmente contra la violencia patriarcal de los conflictos armados, denunciando los vínculos tan estrechos que existen entre masculinidades dominantes y militarismo, y cómo la violencia contra las mujeres en los conflictos armados no es sino una ampliación de la violencia contra las mujeres que sucede en tiempos de paz. No puede entenderse la violencia contra las mujeres en la guerra sin tener presente que una de cada tres mujeres (el 35%, según las cifras de la Organización Mundial de la Salud referidas a 2013) en el mundo ha sido víctima de la violencia de género alguna vez en su vida.
El movimiento de las mujeres contra la guerra y por la paz surge estrechamente vinculado a la defensa de otros derechos de las mujeres como el del sufragio, y ha evolucionado en paralelo a las luchas feministas desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Las organizaciones de mujeres que trabajan por la paz han abrazado múltiples causas: el fin de los conflictos armados y la búsqueda de salidas negociadas a la violencia, el antimilitarismo, la abolición de las armas nucleares, la defensa del medio ambiente, la denuncia de la violencia sexual como arma de guerra, la denuncia de las desigualdades económicas, la discriminación y las injusticias sociales, entre otras muchas. La paz positiva, la paz cargada de múltiples significados y no la mera ausencia de violencia directa, unida a un cuestionamiento del patriarcado que la legitima, es el horizonte por el que trabajan.
Algunos avances importantes en el ámbito de la construcción de la paz han estado impulsados por organizaciones de mujeres, que de manera conjunta con otras organizaciones de la sociedad civil han promovido formas alternativas a la violencia para abordar los conflictos. Si bien las mujeres siempre han formado parte del movimiento por la paz internacional, de las organizaciones antimilitaristas y de oposición a la guerra, no es hasta la década de los noventa que se logra dar visibilidad a relatos diferentes de los conflictos armados en los que la experiencia de los hombres no sea presentada como universal. Es decir, la narrativa masculina de los conflictos armados que invisibiliza a las mujeres comienza a erosionarse gracias a las alianzas que el movimiento internacional de las mujeres por la paz ha tejido, dando visibilidad al impacto específico que las guerras tienen en las mujeres de los países afectados por conflictos armados. Si, por ejemplo, la violencia sexual como arma de guerra ocupa actualmente un lugar importante en la agenda internacional sobre paz y seguridad es gracias al esfuerzo de las mujeres, que tras los terribles conflictos que asolaron los Balcanes y Rwanda durante los años noventa denunciaron internacionalmente como la violencia sexual había sido utilizada de manera sistemática y generalizada como un arma de guerra en estos contextos, lo que llevó a su inclusión en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Se abrió así una puerta importante a su persecución y castigo.
La participación es uno de los ejes fundamentales de la agenda de las mujeres, la paz y la seguridad. Sin la presencia activa y significativa de las mujeres en los espacios de toma de decisiones, se perpetúa la visión estereotipada y nada representativa de la realidad de las mujeres como víctimas pasivas de la violencia y la acción de los actores armados. Las mujeres no sólo han denunciado los efectos de los conflictos armados sobre ellas mismas y sobre la población en general, sino que han puesto sobre la mesa innumerables propuestas para construir una paz sostenible, inclusiva, duradera y transformadora. Sin embargo siguen continuamente excluidas de las negociaciones de paz formales y de otros esfuerzos de construcción de paz.
Las mujeres que a principios del siglo XX alzaron su voz contra la barbarie de la guerra quisieron construir una paz que fuera mucho más que la mera ausencia de violencia, hasta el punto de hacer impensable la guerra. Un siglo después, con algunos logros importantes en el camino, mujeres de todo el mundo continúan desafiando el patriarcado para que la guerra y la violencia lleguen efectivamente a serlo y solo formen parte de nuestra memoria.
Hay 2 Comentarios
Hacer algo por la guerra en palestina
Publicado por: astrid salamanca | 14/07/2014 17:34:34
Aurora, tu artículo es correcto y claro. Recibe un fuerte saludo. El patriarcado es una versión machista del reino animal donde la fuerza física es ley de vida. Curiosamente, la primera guerra mundial fue el pivote de una visión mas humana en la que la mujer pudo hacer valer la igualdad de oportunidades sociales, en los estudios y en el trabajo. La escasez de mano obra masculina, provocada por las guerras, permitió ese cambio de visión social.
Publicado por: RAMÓN | 03/05/2014 11:58:49