Eloísa Nos Aldás, directora IUDESP-Sede Universitat Jaume I, Castellón, www.iudesp.es
Foto: La Feria. Economía Solidaria-Madrid
Las acciones de los movimientos sociales surgidos a partir del 15M no han hecho más que ratificar la importancia simbólica y estratégica de la no violencia y la acción pacífica. Más allá de los manifiestos, uno de los ejemplos más gráficos como modelo de comunicación no violenta son las acciones en las calles de la Marea Blanca en Madrid como forma de captar la atención y de desmontar toda opción de construcción violenta de sus demandas (a través del baile, de la música, de la performance y de otras formas de teatro callejero como parte de toda una estrategia de acción.
Otro ejemplo desde una escenificación totalmente diferente son los escraches de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que sí interpelan y rozan lo incómodo al ser “protestas a domicilio”, denuncias personalizadas, demandas cara a cara, pero que no se salen de lo verbal, de lo discursivo, como refleja la reciente sentencia sobre los escraches ante la casa de Soraya Sáenz de Santamaría, que incide en su carácter de “medio de protesta”, de “mecanismo ordinario de participación democrática y expresión del pluralismo”.
¿Qué emociones activamos con este tipo de acciones en las calles? ¿O cuando un periodista redacta una noticia? ¿O una ONG y sus comunicadores elaboran una campaña? ¿O cualquier persona escribe un tuit o un comentario en su muro de Facebook? La convivencia pacífica y la ciudadanía activa se basan en emociones empáticas, como la compasión o la indignación, y se vincula a la creencia de que el cambio es posible desde enfoques colectivos, comunes, de igualdad, que sean inclusivos, que conecten con las características y necesidades de otros grupos, de todas las ideologías. Que traspasen las barreras de mi propia opinión y de mi grupo cercano, que establezcan alianzas y sinergias con quienes tienen otros intereses pero comparten unos mínimos comunes de ética, justicia y dignidad.
Un ejemplo del desarrollo y la promoción de este enfoque inclusivo, pacífico y elaborado desde emociones empáticas, lo encontramos en algunos discursos de la PAH y también en sus acciones sociales. Una de las claves de su capacidad de movilización ha sido la transversalidad de sus ideas, su pluralidad, su apartidismo, su enfoque desde los derechos humanos fundamentales. Su capacidad de movilización y la eficacia de sus acciones han tenido mucho que ver con el tipo de exigencias planteadas, pero también de las emociones manejadas. Su proyecto de capacitar a la ciudadanía con herramientas legales y de transmitirle -con resultados- el convencimiento de que es posible cambiar las cosas, que es posible hacer otras políticas, para y con la gente. Todo sintetizado en su lema “Sí se puede (pero no quieren)”.
La comunicación por la paz es visible en distintos ámbitos y sectores. En lo que queda de este post vamos a compartir dos ejemplos, entre otros muchos, que muestran algunas de las claves discursivas de este planteamiento comunicativo, en concreto, su pretensión de invitar a sus interlocutores a participar de otras propuestas, sin imponerlas, sin demonizar las alternativas:
La primera es este vídeo de 4:31 minutos sobre los llamamientos de protesta United for Global Change, que aglutinaban las movilizaciones pacíficas del 15M en España y otros movimientos como Occupy y otros a nivel internacional. La forma en que cuenta la historia, nos enmarca en la cotidianidad de una mujer que forma parte de las acampadas de la Plaza Cataluña, desde la búsqueda de sus elementos comunes con tantas otras personas, no tratando de estereotiparla en un cliché, simplificarla, esquematizarla o polarizarla, como a veces hacen los medios, sino justo lo contrario; esta historia muestra una imagen transversal, común a otras personas. En paralelo, cuenta la historia de un joven periodista que decide unirse a esas asambleas de la acampada para conocer, experimentar, compartir, entender. Una historia breve y con todos los elementos del suspense y el encuentro; despierta el interés y después comparte la invitación a unirse, desde la pluralidad de identidades posibles, y con el mensaje claro de “acción pacífica” escrito sobre la pantalla en los pasajes finales.
La segunda propuesta, aunque pueda parecer más lejana, inconexa, es una iniciativa de una marca comercial que invita y seduce hacia un cambio de conductas. Porque a veces nos acostumbramos a seguir siempre los mismos patrones, vemos solo unos caminos, y resulta que hay otros que pueden ser más divertidos y beneficiosos a un tiempo.
Resumiendo: cada sector y actor de la sociedad tiene la responsabilidad y la capacidad de actuar como agente de comunicación por la paz. Por supuesto los medios de comunicación, pero también las ONG, las asociaciones y plataformas, los partidos políticos y los sindicatos, los activistas y ciudadanos. Cada uno en sus rutinas y espacios tiene la capacidad de optar por unas formas de comunicación o por otras. Y a su vez, cada cual, como parte del engranaje social, tiene también la responsabilidad de exigir al resto que también cumplan con sus obligaciones a través de mecanismos pacíficos de comunicación que tejan acciones y debates transformadores, que permitan la búsqueda de soluciones consensuadas y pacíficas a los grandes conflictos sociales y políticos actuales.