La periodista Caddy Adzuba / Foto RTVE
“Habéis adoptado malos hábitos metiéndoos en lo que no os importa y creyendo que por ello sois intocables. Ahora, algunas de vosotras vais a morir para cerraros la boca”.
Esta es la amenaza que recibieron en 2009 diversas periodistas congolesas, entre ellas la periodista Caddy Adzuba, reconocida activista por la libertad de prensa y los derechos de las mujeres y las niñas de su país, la República Democrática del Congo (RDC). Adzuba, que ha sido galardonada con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia de 2014, ya recibió en 2009 el premio internacional de periodismo Julio Anguita Parrado –periodista asesinado en 2003 en Bagdad tras ser alcanzado por un misil iraquí– de la Federación de Sindicatos de Periodistas, por su valor personal y la repercusión social de un trabajo desarrollado en condiciones de extrema violencia y como símbolo del coraje de las mujeres africanas y de las y los periodistas que arriesgan diariamente su vida ejerciendo su profesión en zonas de guerra. El Jurado del Príncipe de Asturias le ha concedido el galardón por ser un “símbolo de la lucha pacífica contra la violencia que afecta a las mujeres, la pobreza y la discriminación, a través de una labor arriesgada y generosa”.
Adzuba trabaja en Radio Okapi, un oasis de independencia en medio de la guerra que padece RDC desde 1996, escenario de violencia que ha causado, según algunas estimaciones, alrededor de cinco millones de víctimas mortales, centenares de miles de personas desplazadas y refugiadas, una grave crisis humanitaria y violaciones continuadas de los derechos humanos contra el conjunto de la población civil y donde al menos 200.000 mujeres y menores han padecido la violencia sexual como arma de guerra. A pesar de su grave impacto, es un conflicto olvidado para la opinión pública internacional y pasa desapercibido para los medios de comunicación, del que en general ofrecen una mirada parcial sin analizar sus raíces históricas y culturales, ni las dinámicas regionales e internacionales vinculadas no sólo a la explotación de los recursos naturales sino también a dinámicas de poder, donde Rwanda y otros países de la región juegan un papel fundamental, en un mundo globalizado donde las grandes potencias como EEUU y China compiten para ampliar sus áreas de influencia.