María Villellas Ariño, investigadora de la Escola de Cultura de Pau
Grupo de Madres del distrito de Arghakhanchi en Nepal / ECP
Las agendas internacionales sobre igualdad de género, paz y desarrollo han transcurrido históricamente por vías paralelas, con algunos puntos de encuentro, pero sin que la necesaria confluencia haya tenido la fuerza que requeriría. El año 2015 puede ser un momento importante para que estos tres ámbitos logren un escenario en el que fortalecerse mutuamente y evidenciar que la interdependencia de las agendas es una oportunidad para alcanzar logros mayores y más sostenibles. El año 2015 es la fecha establecida por Naciones Unidas para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y se cumplen 20 años de la celebración de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer y 15 desde la aprobación de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Estos tres instrumentos serán objeto de revisión durante 2015. Esta coincidencia en el tiempo que puede tener una importante trascendencia para dar un nuevo impulso a la agenda de género en un contexto internacional en el que los derechos de las mujeres se ven gravemente amenazados por diferentes factores como la crisis financiera internacional o un mayor conservadurismo por parte de numerosos gobiernos que pretenden la reforma regresiva de compromisos internacionales con la equidad ya adquiridos, en detrimento de las mujeres.
Gracias al fuerte impulso por parte de las organizaciones de mujeres, la agenda internacional para la equidad de género ha experimentado importantes avances desde el año 1995, cuando la conferencia de Beijing supuso un punto de inflexión al unir a decenas de miles de mujeres de todo el mundo, en un impulso sin precedentes para el movimiento de mujeres y un trampolín para el trabajo por la equidad de género a escala internacional. En el año 2000 Naciones Unidas, en el marco de la Cumbre del Milenio, adoptó los ODM, entre los que se incluían dos objetivos explícitamente de género: 1) promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer y 2) mejorar la salud materna. Además, se incluyeron otros objetivos que en su desarrollo incluían cuestiones de género, como por ejemplo el de la erradicación de la pobreza extrema y el hambre. En paralelo, en el año 2000 la agenda por la paz y la seguridad internacional también iniciaba el proceso de integración de la perspectiva de género a través de la aprobación de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU. Por primera vez el Consejo de Seguridad de la ONU era escenario de un debate sobre el impacto de los conflictos armados en las mujeres y las niñas y el papel que las mujeres juegan en la construcción de la paz a nivel local e internacional.
Durante 2015 se llevará a cabo un proceso de revisión de estos tres procesos destinados, en primer lugar, a evaluar la implementación de los ODM, la Plataforma de Acción de Beijing y la resolución 1325, y en segundo lugar a mejorar esta implementación, en algunos casos con la aprobación de nuevos instrumentos, como los nuevos objetivos que sustituirán a los ODM. Las organizaciones de mujeres han reclamado que esta nueva agenda para el desarrollo incluya en mayor medida la equidad de género –cuya integración en los ODM fue muy débil– y que además se produzca una mayor integración de la agenda sobre mujeres, paz y seguridad, argumentando que la paz y la seguridad son condiciones necesarias e imprescindibles para el desarrollo, y que éste no puede lograrse sin la igualdad de género.
Las propuestas oficiales para una nueva agenda de desarrollo post 2015 contemplan la creación de un objetivo en sí mismo sobre igualdad entre los géneros, el empoderamiento de la mujer y los derechos humanos de mujeres y niñas de carácter mucho más ambicioso que el que se incluía en los ODM. Las nuevas propuestas contemplan que para lograr la equidad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas debe eliminarse la discriminación y todas las formas de violencia contra éstas, además de producirse la erradicación de prácticas dañinas como el matrimonio infantil, reconocer el derecho de las mujeres a la posesión de tierras y garantizar la participación igual y efectiva en la vida política, económica y pública. Además, se incluye el acceso universal a la salud y el respeto a los derechos sexuales y reproductivos, además de la reducción en la mortalidad materna. También se hace una referencia explícita al trabajo no remunerado del cuidado y el trabajo doméstico. A pesar de las reticencias de muchos Estados, algunas propuestas de las organizaciones de mujeres finalmente han logrado penetrar en los documentos oficiales, en consonancia con todos los compromisos internacionales que hasta el momento se han gestado para promover la equidad de género. En paralelo, también puede considerarse un avance positivo que se contemple como objetivo promover o garantizar sociedades pacíficas, inclusivas y estables.
Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil y específicamente las organizaciones de mujeres, han apuntado también a las carencias de las propuestas y la necesidad de que sean mucho más ambiciosas: no se pone en cuestión de manera sustantiva el actual modelo económico neoliberal y las políticas macroeconómicas que se hallan detrás de buena parte de las profundas desigualdades, la pobreza –incluyendo su feminización y su transferencia intergeneracional– así como de la perpetuación de algunos conflictos armados. No se aborda el grave impacto de la crisis financiera y económica ni las nefastas consecuencias que las políticas de austeridad están teniendo sobre el bienestar de la población mundial, y en particular sobre las mujeres. Además, se pone un gran énfasis en el papel de los actores privados en el desarrollo sin aludir a su responsabilidad directa en las difíciles e injustas condiciones de vida de buena parte de la población mundial.
Con respecto a la inclusión de la paz y la seguridad en la agenda sobre desarrollo, hay algunas carencias importantes desde una perspectiva de género, ya que se habrían dejado fuera aspectos cruciales como el desarme y la desmilitarización, así como indicadores para medir el impacto de la violencia más sensibles al género. Por ejemplo, se propone medir la consecución del objetivo de sociedades pacíficas a partir de las muertes violentas, dejando fuera otros impactos que afectan más específicamente a las mujeres, como la violencia sexual o el desplazamiento forzado de población. En paralelo, existe el riesgo añadido de aprobación de documentos ambiciosos con objetivos exhaustivos que tengan una buena acogida por la sociedad civil, pero que posteriormente no sean implementados por los Gobiernos.
Para la revisión de la resolución 1325 y de la Plataforma de Acción de Beijing, está previsto un estudio global sobre la implementación de la resolución que estará coordinado por Radhika Coomaraswamy, antigua relatora especial sobre la violencia contra las mujeres y que cuenta con el asesoramiento de un grupo de personas expertas de la sociedad civil, Naciones Unidas y otros ámbitos. En el caso de la Plataforma de Acción de Beijing, durante el 59º periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer se revisará esta implementación. Tristemente, la opción una nueva Conferencia mundial sobre las mujeres parece haber sido descartada entre otros motivos, para no abrir la puerta a la aprobación de documentos que supongan un retroceso con respecto a avances anteriores, dada la posición en este sentido de un núcleo de Estados.
La confluencia de estos tres procesos representa una oportunidad importante para avanzar hacia un compromiso mucho más firme y sustantivo con un desarrollo sostenible genuino en el que la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas sean una de las piedras angulares, también para la construcción de la paz. Naciones Unidas y los diferentes Estados tienen la oportunidad de demostrar que los instrumentos internacionales no son solo papel mojado, sino que constituyen verdaderas plataformas desde las que promover cambios genuinos. El año 2015 será un año de revisión, y podría convertirse también en un año de avances importantes si la sociedad civil es capaz de articular con fuerza sus exigencias y los Estados mantienen sus compromisos para que no se abra la puerta a retrocesos que tendrían nefastas consecuencias para las vidas de las mujeres y las niñas.
Hay 1 Comentarios
No conozco Nepal ni su sociedad, pero he visto documentales sobre pueblos indígenas o menos desarrollados y me ha parecido que el hombre y la mujer desarrollaban su labor y no por eso eran menos respetadas, cada uno de ellos cumple su función en el grupo, una función necesaria, que les permite llevar una vida tranquila y en paz totalmente integrada en el hábitat en el que viven; lo del desarrollo insostenible, la violencia o guerra y la desigualdad de género no es cosa de ellos pertenecen a otros, a otras sociedades y si los hay no es porque ellos lo hayan creado sino porque se lo han impuesto.
Publicado por: susi | 05/02/2015 0:52:09